domingo, 6 de junio de 2010

Experimentando el poder de Dios

Durante varias semanas hemos estado analizando la respuesta que Jesús les dio a sus discípulos cuando ellos le pidieron que les enseñara a orar. Los discípulos habían visto que Jesús pasaba mucho tiempo en oración con el Padre y eran testigos de las cosas que Él hacía. Como buenos judíos ellos también oraban, pero no sentían que sus oraciones tuvieran el poder que tenían las de su Maestro. La respuesta de Jesús fue darles “un modelo de oración”. No para que la repitieran, pero para que sus oraciones tuvieran en cuenta los elementos necesarios.

Llegamos hoy al final de esa oración modelo, pero esta no termina como pudiéramos esperar. Jesús termina con una bendición que nos recuerda a la que aparece en 1 Crónicas 29.11 que dice: “Tuya es, oh Señor, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas”. ¿Se había fijado en la semejanza con la última parte de Mateo 6.13? “…porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”. ¿Por qué terminaría Jesús der esta manera la oración?

Con mucha frecuencia Jesús citaba las Escrituras cuando hablaba. ¿Pero, por qué terminaría con esta alabanza? ¿Se da cuenta que se puede memorizar muy fácilmente? Sale con facilidad de nuestros labios, sin embargo, su contenido no se asimila con tanta facilidad. Observe esto que le voy a decir. Este final nos da la seguridad y la confianza que necesitamos para enfrentar cada una de las situaciones que se nos presentan a diario, bien sea: ir a una entrevista de trabajo, ir a la consulta del médico, buscar el resultado de una biopsia, sentarse a hablar con un familiar difícil, analizar el chisme que han lanzado a nuestras espaldas, sentarse a hablar con el jefe al que no le agradamos, relacionarnos con el compañero de trabajo que esta aspirando a ocupar nuestro puesto y la lista es interminable. Sin embargo la seguridad es la misma:

No tenemos por qué tener miedo, porque: TUYO ES EL REINO
Él puede hacer lo que parece imposible, porque tiene: EL PODER
Él hará que su Gloria brille al solucionar nuestra situación, porque de Él es: LA GLORIA

Lo único que hay que hacer es CONFIAR en Él. Tenga la SEGURIDAD que este Padre que nos ama más allá de nuestro entendimiento, tiene el poder y la autoridad divina para sacarnos de cualquier situación o dificultad que se nos pueda presentar en la vida. Cuando somos capaces de aferrarnos a Él con alabanzas y adoración, concentrándonos en Él, y no en el QUÉ, CUÁNDO, POR QUÉ, o DÓNDE entonces Él nos recompensa con la seguridad de que confiando en Él, hay una provisión completa que satisface TODAS y cada una de nuestras necesidades. ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya!

Cuando ayer escribí este estudio, no tenía idea del mensaje que se predicaría hoy en nuestra iglesia. El hecho de que el tema sea el mismo, no es una casualidad. Hay entre nosotros personas que están dolidas, heridas, dañadas, sin respuesta, preguntándose por qué les pasa esto a ellos. Y Dios les está enviando su Palabra de aliento, fe y esperanza por todos los medios posibles. Tal vez sea inapropiado decir que un cáncer puede estar en los planes de Dios para su vida, pero yo puedo testificar que en mi caso lo fue. No se pregunte por qué. Aférrese a la mano de su Padre que quiere que su nombre sea glorificado POR MEDIO DE ESA SITUACIÓN QUE USTED HOY ENFRENTA. Voy a ir más lejos. No juzgues a tu hermano que enfrenta una necesidad, no emitas tu opinión ni siquiera en forma de broma, asumiendo que se está aprovechando de su situación. Si lo está haciendo, allá él con Dios. Cuidado no sea que estés juzgando la manera de obrar de Dios que pudiera haber permitido que esa persona estuviera en esa situación, para darte a ti la oportunidad de obrar como un hijo del Rey. Dios no envía ninguna cosa mala a sus hijos. Dice la Escritura que TODA BUENA DÁDIVA Y TODO DON PERFECTO VIENE DE DIOS. Pero Él puede permitir que enfrentemos dificultades, para que nuestra fe salga fortalecida y para que su Nombre sea glorificado.

Cierre los ojos un momento y piense en esto que le voy a decir: Usted no está aquí por casualidad, no es el producto de una “combinación” o evolución de la naturaleza. Usted está aquí por la voluntad y el designio del Dios creador del universo. Él le ha creado con un plan y un propósito. Cuando nosotros logramos entender esto, entonces cambia la perspectiva que tenemos de la vida.

Es importante que trate de conocer bien al Padre, esto aumentará su fe y le dará seguridad. Conozco a una persona que siempre dice: “Sí, pero Dios necesita que le demos una ayudita”. Aunque aparentemente lo dice en tono de broma, en verdad lo que está haciendo en mostrando su falta de fe. Mire, métase esto en su cabeza: ¡Dios no necesita que usted le ayude para hacer lo que va a hacer! Cuando usted TRATA de ayudar a Dios, por lo general lo que hace es TRATAR de hacer su propia voluntad, y si esta coincide con la de Dios, bien, pero si no, usted va a seguir adelante. Claro está que al final, terminará enredado en un problema mayor y entonces comenzará a orar, para que Dios le saque del problema en el que usted, por su propia voluntad se metió. Es posible que Dios le deje para que aprenda la lección, o tal vez lo que está pidiendo no esté de acuerdo con la voluntad de Él; en ese caso le va a dar la impresión de que Dios no oye sus oraciones, porque usted no va a recibir lo que quiere. Dios sabe lo que usted necesita y está dispuesto a dárselo, pero no le dará algo que no esté de acuerdo con sus planes para usted. Tenga presente que Dios no obliga a nadie, así que si usted quiere ir por su propio camino, con dolor le dejará ir en esa dirección, hasta que los golpes le hagan detenerse. No somos títeres ni robots. Dios al crearnos nos dotó del libre albedrio. Lo dije una vez y ahora se lo repito, lo hizo para que le adoremos. Al tener libre albedrío usted no está OBLIGADO a adorar a Dios, usted lo hace cuando su corazón se entrega a Él y decide hacerlo por su propia voluntad. De igual manera usted puede rechazar a Dios en lugar de adorarlo, lamentablemente con trágicas consecuencias.

¿Se ha puesto a pensar en el privilegio que tiene, como hijo de Dios, para unirse a Él para trabajar en y por su reino? Él es el Rey y nosotros tenemos el privilegio de servirle. ¿Se da cuenta de lo que esto significa? Cuando estaba terminando el doctorado en el Seminario, tuve una compañera de estudios que era una especia de “celebridad”. El motivo por el cual era tan popular era que ella había trabajado para el Servicio Secreto de los Estados Unidos y había servido como asistente del Presidente George Bush, padre. Estar cerca de un personaje importante, nos concede cierta “credibilidad”. Pues piense de nuevo, usted SIRVE al Rey de reyes y al Señor de señores. Él nos garantiza TODO lo necesario para llevar una vida victoriosa. De manera que todas nuestras peticiones son puestas de acuerdo a los propósitos de Dios, su voluntad y su Reino para SER RESPONDIDAS.

Cuando logremos poner a Dios en el primer lugar de nuestras vidas, entonces nos encargaremos de “hacer tesoros en el cielo”: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Mateo 6.19-21). Cuando entendamos esta verdad, esto hará que nuestras vidas cobren un nuevo sentido y que dejemos de sentir estrés y ansiedad pues tendremos la seguridad de que no tenemos que temer el mañana porque el Señor ha prometido y nos ha dicho: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” Filipenses 4.6-7.

Déjeme parafrasear la última parte. La tranquilidad de Dios, la confianza que produce Dios, la seguridad que Dios confiere, que es más grande de lo que nosotros por nuestra limitación humana podamos entender, hará que depositemos nuestras angustias y que solo nos ocupemos en pensar y agradar a nuestro Rey. ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!

Hoy debemos orar por lo que necesitamos hoy, ayer lo hicimos por lo que necesitábamos y mañana lo haremos por lo que vamos a necesitar. Dice el Señor: ¡bástale a cada día su afán! Le voy a invitar a que haga un ejercicio. Tome una hoja de papel y anote todas las peticiones que recuerde que hizo en sus oraciones en el día de ayer. Tal vez al terminar le sorprenda descubrir que la mayoría de las cosas que probablemente pidió son cosas TEMPORALES. Vuelva a leer Mateo 6.19-21. Es posible que tenga que reordenar sus pensamientos para comenzarse a concentrarse más en las cosas eternas.

Una vez más quiero insistir en que hay sucesos que ocurren para los cuales no tenemos explicación. Nos sentimos débiles y sin fuerzas para enfrentar la situación. Hay ocasiones en las que todo parece dar la impresión de que el diablo y sus agentes son los que están en control de nuestras circunstancias. ¿Cómo podemos entender que tengamos que enfrentar cosas malas? En 2 Corintios 4:7-11 Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Profundo, ¿verdad? ¡Muy profundo pensamiento! Estoy convencido de que tenemos que llevar el privilegio de ser hijos de Dios, con ciertas LIMITACIONES, para evitar que nos ENVANEZCAMOS. ¿Explica esto el asunto? No lo creo, pero me permite tener la seguridad y la confianza de que cuando suceden cosas malas, ni siquiera eso que parece “irracional” esta fuera del CONTROL de Dios, porque Él tiene el PODER. ¿Le parece imposible? ¿Se acuerda de José? ¿Qué cosa peor puede existir que ser odiado por sus hermanos y ser vendido como esclavo? Mire lo que dice Génesis 50.20: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo”. Cuando ponemos en primer lugar el Reino, hasta las cosas más terribles obran para el bien. Lo malo resulta bueno. Las lágrimas se hacen risas. El dolor produce placer. El miedo se convierte en valor. El diablo tiene que rabiar, porque no puede lograr que dudemos del amor que Dios tiene por nosotros ni puede hacer que temblemos de miedo y salgamos a “hacer becerros de oro” para que nos protejan del mal. No señor Lucifer, su causa está perdida. Debemos comenzar pidiendo a Dios que su Reino venga, que en otras palabras significa centrar nuestro pensamiento y acciones, incluyendo nuestras peticiones en el Reino de Dios y terminar dando a Dios TODA la GLORIA.

Pero espere un momento. Tal vez no se haya percatado. GLORIA es la palabra más grande de la Biblia. Se refiere al hecho de hacer manifiesta la presencia de Dios en la tierra. ¡Eso es lo que implica la gloria de Dios! ¿Recuerda el Tabernáculo? (Puede consultar mis estudios sobre el tabernáculo en los archivos de este blog.) En los tiempos del Antiguo Testamento la gloria de Dios se hizo manifiesta por medio de hechos sobrenaturales y espectaculares como la zarza que ardía y no se consumía, la columna de fuego y de nube que reposando sobre el arca del pacto en el lugar santísimo del tabernáculo sirvió para guiar al pueblo de Israel en los cuarenta años de su peregrinar por el desierto. En el Nuevo Testamento Dios se glorificó mediante su Hijo Jesús, dice Juan 1.14: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Cuando visité Israel al año pasado, una de las primeras ciudades que visitamos fue Caná de Galilea. Mientras que la mayoría de nuestros compañeros de viaje se afanaban en comprar recuerdos y en probar el vino de Caná de Galilea, mi mente voló al primer milagro de nuestro Señor Jesucristo que se realizó en esa misma ciudad hace casi dos mil años. Se celebraba una boda (puede chequear el estudio que hice de este milagro en los archivos de este blog) y el vino se terminó, y Jesús convirtió el agua en vino. Juan explica el motivo en Juan 2.11: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él”. ¿Y recuerdan cuando Lázaro, el amigo de Jesús, murió? (Puede ver el estudio que hice de este milagro en los archivos de este blog) En relación con este hecho dice Juan 11.4: “Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. ¿Y en el monte de la Transfiguración? Su rostro, sus cabellos, sus ropas resplandecían mostrando un leve reflejo del esplendor de los cielos, y los discípulos con el rostro inclinado al suelo temblaban ante la asombrosa manifestación de Su santidad. ¿Y recuerda que Moisés a pesar de inclinar su rostro a tierra al estar en la presencia de la gloria de Dios su rostro al bajar resplandecía como latón refulgente?

¡Óigalo bien, ese es el Dios en quien hemos creído! Su PRESENCIA quita el aliento, nos hace bajar el rostro, nos hace temblar. En ningún lugar de la Biblia la gloria de Dios resulta más evidente que cuando Jesús estaba caminando hacia la cruz. Cuando visitaba el Huerto de Getsemaní las palabras de Juan 17.4-5 vinieron a mi mente: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Jesús lo había hecho todo de manera PERFECTA, de acuerdo a lo que el Padre le había dicho que hiciera. Su misión redentora estaba por cumplirse en pocas horas, y derramaría su sangre para pagar por los pecados del mundo. Pero estando al final de su misión terrenal, su vista estaba más allá de la cruz y los clavos. ¡El Getsemaní es un lugar bello, pero el Monte Calvario es un lugar feo! Jesús sobrepasó el Gólgota y estando casi a punto de tener que sentir la humillación del pecado, las torturas, las burlas, las carcajadas de Satanás que creyó haber ganado la batalla, Él, rompiendo la cortina del tiempo, antes de partir el velo de Templo en dos, oró al Padre, por usted y por mí. Escuche lo que Jesús le pidió al Padre para usted: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno”. Juan 17.22. Pero hay mucho más, mire lo que dice Juan 17.24: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. ¡Guao! Jesús le pide al Padre, antes de terminar su misión en la tierra, justo antes de enfrentar la peor parte de su misión, que usted y yo podamos estar con Él, para ver su gloria.

No deje que el diablo le engañe. No permita que le siembre dudas en su cabeza. No se deje confundir por las dificultades que tal vez pudiera estar enfrentando en este momento, de cualquier tipo que sean: enfermedad, soledad, trabajo, dinero, prestigio, envidias, rencores, chismes, abandono, ingratitud, o cualquier otra cosa. Esta es SU PROMESA: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Justificados por la fe en Cristo, tenemos paz para con Dios y somos GLORIFICADOS, que quiere decir que tenemos su presencia. Los que tenemos una relación de salvación con Jesucristo tenemos esta promesa que quita el aliento y nos da fuerzas para vivir nuestra ordinaria vida de cada día.

Mire usted si la gloria de Dios es algo grande que dice en Apocalipsis 21.23: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”. Déjeme decirle algo más: Hoy, cuando el petróleo que hace más de cuatro semanas que sale del fondo del océano amenaza con contaminar la costa este de los Estados Unidos, hoy, cuando la peor crisis económica que recuerda la historia ha privado de trabajo a varios millones de norteamericanos, justo hoy, cuando las banderas del racismo vuelven a surgir en nuestro país y se vuelcan contra los inmigrantes “ilegales”, llegando a hacer que muchos inmigrantes “legales” se vuelvan contra ellos, hoy cuando el concepto del pecado se mira para afuera y no se mira primero para adentro, hoy cuando el furor contra Israel hace temer un nuevo holocausto, justo hoy, cuando el pecado prolifera y el diablo y sus huestes están de fiesta; justo HOY podemos experimentar la GLORIA de Dios, en la tierra como en el cielo. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros. Esto quiere decir, que Dios ESTÁ con nosotros, viviendo DENTRO de nosotros. Podemos experimentamos la gloria de Dios. Podemos dejar que su gloria ilumine nuestras vidas. Podemos brillar en medio de las tinieblas que envuelven al mundo para que otros puedan venir a Luz admirable. Por eso Jesús dijo que la luz no se esconde. Déjame terminar el estudio de hoy diciéndole que donde está el pueblo de Dios, la luz de la gloria de Dios brilla. ¡Estamos llamados a reflejar la gloria de Dios! Si buscamos primeramente el Reino, nuestras vidas podrán ser instrumentos para reflejar la gloria de Dios, gracias al poder de nuestro Rey. Si estamos dispuestos, seremos instrumentos para llevar su luz a las tinieblas que nos rodean, si decimos lo que Él nos manda que digamos y hacemos lo que Él nos pide que hagamos.

¡Gloria a Dios! ¡Aleluya! Por los siglos de los siglos, amén.

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Oscar