sábado, 10 de septiembre de 2011

Una práctica necesaria

No me gusta justificar las malas acciones y actitudes con la sociedad y los tiempos. es como tratar de evadir la responsabilidad. A lo menos de esa manera lo veo yo. En ocasiones escucho a algunas personas lamentarse y decir que antes las cosas eran diferentes y la gente "mejor". Sin entrar en discusiones, el asunto tal vez se deba a las circunstancias. En mi país natal, el pastorado era un verdadero llamado al sacrificio. Cuando quedaba pulpitos vacíos, no se enviaban solicitudes ni resumes.

Al contrario, las iglesias que necesitaban un pastor se ponían en oración y ofrecían el púlpito al candidato que Dios ponía en sus corazones. Al seminario no se entraba a estudiar "una carrera" si no se seguía un llamado, y la Facultad seleccionaba a un número reducido de aspirantes cada año. Cuando se graduaba un seminarista sabía que iría a servir en alguna iglesia pequeña generalmente bien alejado de la civilización. El sueldo pastoral era modesto y los pastores generalmente vivían en casas que eran propiedad de la iglesia. Yo recuerdo que comencé a predicar cuando tenía unos trece años. Prediqué en muchas iglesias, parques, hospitales y en cuanto lugar pudiera imaginar. Participé de cruzadas estudiantiles evangelísticas y cuando en mi país de origen el gobierno encarcelo al 80 5 de los pastores, al igual que un grupo de estudiantes universitarios asumí la responsabilidad del púlpito de una iglesia. Nadie alguna vez me pagó un centavo y yo aunque tenía necesidades económicas, jamás espere ni pensé ser remunerado por mi trabajo por el Señor.

No porque yo fuera mejor que muchos cientos, por no decir miles de cristianos en mi país. Simplemente, las cosas se hacían de esa manera. Claro está que el obrero es digno de su salario, y los pastores cobraban un salario modesto. Pero los laicos servíamos por amor, no por interés. Me sacudió y me hizo sentir muy mal la primera vez que predique como laico en los Estados Unido y al terminar me entregaron un sobre con un cheque. Con dolor tengo que decir que conozco personas que cada domingo andan de iglesia en iglesia predicando, muchas veces el mismo “viejo sermón” para ganarse unos dólares adicionales.

Me contaron de una iglesia que estaba teniendo una reunión para seleccionar a un grupo de líderes laicos para llevar adelante una tarea de reorganización y uno de los laicos “que dice estar llamado al ministerio” preguntó cuánto pagaban. La “metalización” del evangelio es una de las grandes calamidades de esta sociedad. Ya resulta extraño encontrar personas que sirvan de gratis, y eso es una tragedia. Con las ganancias surge el “interés material” y se olvida la compasión y el interés por las almas.

En 1 Tesalonicenses 2.7-12 el apóstol Pablo nos deja una bella lección que quisiera que estudiáramos hoy:


7 Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos.
8 Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.
9 Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.
10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes;
11 así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros,

12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.

Pablo visitó Tesalónica y predicó allí por primera vez en su segundo viaje misionero (Hechos 17.1-3). Esta ciudad era un gran centro comercial y la capital de Macedonia que era la parte norte de Grecia. Muchos gentiles y judíos respondieron allí a la predicación de Pablo; sin embargo, sus oponentes lograron obligar a Pablo y a Silas a salir de la ciudad (vv. 4-10). Los eruditos bíblicos consideran que Pablo escribió 1 Tesalonicenses alrededor del año 50.

Los creyentes tesalonicenses servían como ejemplo a todos los creyentes de la región (1 Tesalonicenses 1.7). Pablo les recuerda los buenos resultados que se produjeron en Tesalónica después que él y los discípulos sufrieron un trato injusto en Filipos (2.1-2; Hechos 16.12-39). También le asegura a la iglesia que su grupo tenía motivos sanos para llevarles el evangelio. El único deseo de Pablo era agradar a Dios, porque Dios examina tanto los motivos como los hechos. El apóstol no deseaba ganar a las personas con palabras aduladoras, ni tampoco buscaba ganancia económica en su trato con los tesalonicenses (1 Tesalonicenses 2.3-6).

Pablo enfatiza que él y su grupo, como “apóstoles de Cristo”, podían haber sido una “carga” para ellos (v. 6). Pablo había sugerido a los cristianos corintios que era correcto que aquellos a quienes él había sembrado “lo espiritual” lo apoyaran económicamente (1 Corintios 9.11-14). No obstante, Pablo y sus colaboradores no habían aprovechado nada de eso (los vv. 15-18) para que sus opositores no pudieran acusarlos de predicar el evangelio por dinero. ¿Alguna vez alguien ha pensado que usted trabaja en la obra del Señor por dinero? Aunque le paguen lo que merece, lo que quiero decir es si alguien ha pensado que solo lo hace por dinero…

El apóstol les dice: Antes fuimos tiernos entre vosotros, a los cristianos tesalonicenses. La palabra que se traduce “tierno” es muy similar a la que significa “infante”. Ambos significados son adecuados en este contexto. La traducción “tiernos” es más plausible y se acomoda al significado de la nodriza o la madre que cuida con ternura a sus propios hijos. Es claro que Pablo y quienes trabajaban con él trataron de servir a la iglesia con ternura y amor en lugar de imponerse por la fuerza.

Las palabras de Pablo: Tan grande es nuestro afecto por vosotros reiteran el gozo y la profunda emoción que ya había expresado anteriormente en sus palabras introductorias (1 Tesalonicenses 1.2-7). Dios les había dado a Pablo y a sus compañeros amor por las personas. Llevar el nombre de Cristo a otros no era una carga para ellos sino más bien un privilegio. Estaban felices de haberles entregado a los ciudadanos de Tesalónica el evangelio de Dios. Más aun, Pablo dice que también les habían compartido sus propias vidas. Los vv. 7 y 8 destacan algunos contrastes muy marcados. Ambos versículos tienen la palabra griega alla, un adversativo fuerte que se traduce “Antes” en el v. 7 y “sino” en el v. 8. El grupo de Pablo podía haber sido una carga, pero habían sido tiernos como una madre. Y podían haber ofrecido solo el evangelio, pero habían ofrecido sus propias vidas.

Los creyentes de hoy también deben amar a los demás. El amor por los demás es una de las grandes motivaciones para llevar nuestra fe. La palabra queridos puede significar “amados” y está relacionada con la palabra ágape, que hace referencia al amor incondicional que se expresa en un compromiso en el cual quien ama se niega a sí mismo. Los tesalonicenses eran objeto de esa clase de amor, primero de parte de Dios, pero también de Pablo, porque Pablo permitía que el amor de Dios fluyera a través de él.

Nunca debemos olvidar que las personas son las que forman la iglesia, no una institución. Cuando las iglesias crecen mucho y necesitan más edificios, es fácil dejar que pagar las cuentas y mantener los programas lleguen a ser más importantes que ministrar a las personas. Debemos evitar esta trampa.

Pablo quería asegurarse de que los cristianos tesalonicenses recordaran su trabajo y fatiga entre ellos. Él y sus colaboradores habían estado trabajando de noche y de día en la comunidad para sufragar sus propios gastos. No querían que la iglesia tuviera que pagarles para que le predicaran el evangelio de Dios. Una vez más, Pablo no estaba diciendo que esté mal que una iglesia le pague a sus ministros, pero él no quería pedirles a aquellos a quienes les ministraba que pagaran sus gastos.

Vosotros sois testigos, y Dios también, dice Pablo, poniendo de relieve una vez más su deseo de que los tesalonicenses entendieran que él era una persona de integridad, que amaba a la iglesia. Él y su grupo habían vivido santa, justa e irreprensiblemente entre los creyentes de allí. Se habían sacrificado para beneficio de aquellos a quienes lideraban. Hoy, también, los creyentes que son líderes espirituales deben estar dispuestos a darse a sí mismos, con sacrificio, por aquellos a quienes lideran. Nuestra sociedad hace énfasis en los derechos individuales, pero la Biblia nos anima a poner las necesidades de los demás antes que las propias (vea Filipenses 2.3-4). La Biblia no nos llama a consumirnos en el ministerio, pero sí a vivir sacrificadamente para edificación de la iglesia. Pablo describe su relación con la iglesia como la de un padre que aconseja y consuela a sus hijos. Salmo 103.13 utiliza imágenes similares en relación con Dios y Su pueblo. La palabra que se traduce exhortábamos significa literalmente “llamar al lado”. Su forma sustantiva se utiliza en relación con el Espíritu Santo, que viene a nuestro lado como “Consolador” y “abogado” (Juan 14.26; 1 Juan 2.1). Pablo dice que él y su equipo consolaban a los creyentes tesalonicenses cuando la iglesia sufría “tribulación” (1 Tesalonicenses 1.6). La palabra que se traduce encargábamos también puede significar “dábamos testimonio” y subraya la preocupación de Pablo por la iglesia.

Pablo deseaba que todos los que pertenecían a la iglesia anduvieran como es digno de Dios. Sus palabras son semejantes a las de su oración por los creyentes colosenses en una carta que iba a escribir aproximadamente diez años después (Colosenses 1.10).

El verbo llamó denota la invitación especial de Dios a que entreguemos nuestra vida a Cristo (1 Corintios 1.24). El reino de Dios es una referencia al gobierno de Dios; es decir, Dios llama a las personas de todas partes a reconocer Su gobierno en el mundo y someterse a él. Quienes se someten a Su propósito en el reinado, naturalmente, se encuentran siguiendo Sus planes. Dado que este es el propósito que Dios nos ha dado para esta vida, sentimos una paz y una realización que no pueden provenir de ninguna otra parte (Juan 14.27). Una y otra vez la Biblia recalca que Dios está guiando la historia, y nos invita a Su reino para seguir Sus grandes planes con Él. Hacerlo le da a Él gloria y honor, que es la meta de toda la creación (Efesios 1.5-6, 14; Apocalipsis 5.11-14).

Pablo y sus colaboradores eran ejemplo de la clase de vida que esperaban que vivieran aquellos a quienes lideraban. Nosotros hoy debemos hacer lo mismo. Podemos vivir en la práctica nuestra devoción a la iglesia de Cristo amándonos unos a otros y dando de nosotros sacrificadamente para los demás. Cuando los líderes espirituales se conducen de una manera que edifica a la iglesia, también guían a otros creyentes a un andar más firme con Dios.
¿Qué debe hacer una iglesia para producir buenos líderes?
¿Cuál de las siguientes expresiones refleja mejor la forma en que usted vive en la práctica su devoción a la iglesia de Jesucristo?
Como un honor y un privilegio, como un trabajo de amor. No tengo nada mejor que hacer. Cumplo con mi obligación

La Biblia nos llama a seguir los planes de Dios. Dios creó el mundo, lo sostiene por Su gracia, y guía la historia según Su grandioso propósito. Al cumplir Sus planes en la Tierra, Dios invita a todas las personas de todo lugar a seguirlos con Él. Quienes son líderes deben comunicar los planes de Dios de manera clara y frecuente. Debemos vivir en la práctica nuestra devoción a la iglesia. Cuando mostramos amor e interés por las personas y su crecimiento espiritual, vemos avanzar la obra de Dios. El mundo actual habla mucho de la “realización personal”, pero la Biblia afirma que solo encontramos satisfacción real y duradera cuando seguimos los planes de Dios.

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Oscar