viernes, 18 de noviembre de 2011

Debemos ofrecer consuelo mediante la oración

Si usted es como yo, probablemente ha tenido que enfrentar muchas situaciones en las cuales la única opción posible es la oración. No me refiero a aquellas oportunidades en las cuales uno debe orar antes de tomar una decisión, sino a esas otras en las cuales no hay otra cosa que se pueda hacer.
Cuando estamos en una situación así es muy reconfortante y estimulante que un hermano se nos acerque y nos tire un brazo sobre nuestros hombros y nos diga: ¡ Estoy orando por ti!

Eso es bíblico. Eso es lo que Dios que espera que hagamos los unos por los otros. Pero que triste y hasta cerca de la blasfemia resulta cuando esto es una simple fórmula social que se dice sin que en verdad tenga algún sentido genuino ni siquiera responda a la verdad. Espero que usted nunca haya hecho semejante cosa. Hace unos años me tuve que someter a una cirugía para extirpar unos tumores cancerosos. Muchos amigos estuvieron orando fielmente por mí y sentí esas oraciones. Pero tristemente otros, hasta olvidaron que me había operado. Recuerdo un caso de alguien que me había dicho que estaría orando, que cuando me vio de nuevo me preguntó: ¿Y dónde andabas? Yo pensé que estaba bromeando y siguiéndole la corriente le dije: De vacaciones. Pensé que se ofendería, pero me sorprendí mucho cuando me dijo: ¿Y fuiste a Europa? ¿Cómo podía haber estado orando por mí, si ni siquiera se acordaba que yo me había sometido a una operación muy delicada un mes antes?

El apóstol Pablo llamó la atención de los cristianos de la iglesia de Corinto de esta manera:

2 Corintios 1.8-11

8 Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida.
9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos;
10 el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte;
11 cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos.


Aquí, Pablo nos da un ejemplo más específico de la tribulación (2 Corintios 1.4) que había sufrido en Asia. Esta era la provincia romana que cubría un área que rodeaba la capital provincial de Éfeso y se extendía a Licia, Galacia y Bitinia.

Los eruditos suelen referirse a esta área como el “Asia Menor” y estaba ubicada en la región que hoy conocemos como Turquía. No se sabe cuál es la tribulación específica a la que Pablo se refiere aquí; sin embargo, algunos creen que se trata de los hechos relacionados con la persecución de parte de los plateros de Éfeso (Hechos 19.23-41). Otros creen que se trata de hechos que el Nuevo Testamento no registra.

Sea cual haya sido la persecución y el lugar donde haya ocurrido, al parecer, era una situación muy grave y estresante. Pablo habla de ella como de un tiempo en que él y sus compañeros fueron abrumados sobremanera más allá de sus fuerzas, llegando a sentirse totalmente agobiados. Pablo pensó que iban a morir: aun perdimos la esperanza de conservar la vida.

Algunas veces los cristianos imaginan que aquellos a quienes Dios libró en los tiempos bíblicos sabían de antemano lo que iba a suceder. Daniel no sabía si Dios lo iba a rescatar o si permitiría que muriera en el foso de los leones hambrientos del palacio, pero de todos modos, oró a pesar de las orden del rey (Daniel 6) porque estaba decidido a obedecer al Señor antes que a los hombres.

Dado que no siempre podemos conocer los detalles del plan divino, nosotros también debemos vivir por fe y estar preparados para pagar un alto precio, si fuera necesario, por defender nuestras creencias y convicciones. Pablo declaró que él había puesto su fe en Dios que resucita a los muertos. Estaba dispuesto a morir, pero al mismo tiempo pedía que lo liberara. En este caso, Dios libró a Pablo de tan gran muerte.

Pablo no escribía acerca del sufrimiento desde un punto de vista teórico. Su experiencia le daba autoridad para hablar de confiar en Dios en medio de las dificultades de la vida y el ministerio. Aunque había sufrido muchos problemas, sabía que no podía enfrentarlos sin la ayuda de la comunidad cristiana.

Pablo animó a los corintios a ayudarlo con la oración. Nadie puede experimentar todos los tipos de sufrimiento que existen. El hecho de que no hayamos sufrido exactamente lo mismo que otra persona que tenemos oportunidad de consolar no significa que nuestros esfuerzos por consolarla no serán útiles.

En esos casos, debemos ser sinceros y admitir que no conocemos, ni podemos entender totalmente la profundidad del dolor que la persona sufre. Pero podemos llevar sus necesidades a Dios en oración. La oración intercesora lleva los recursos de Dios a quienes sufren.

La oración también es importante cuando no podemos estar presentes para consolar a otro de una manera directa y personal. La persona necesitada puede ser un ser querido o un extraño, y nuestras oraciones ayudan. La oración surte efecto porque Dios responde a los pedidos de Sus hijos.

No sé en qué situación se encuentra usted actualmente. Quizá hace poco tiempo haya sufrido una pérdida muy grave. Quizá esté en una situación dolorosa. Quizá deba enfrentar una lucha prolongada, aparentemente inacabable. Esté donde esté, sea lo que sea que está viviendo, “el Dios de toda consolación” (2 Corintios 1.3) está dispuesto a responderle. Él usará Su Palabra, al Espíritu Santo y a creyentes fieles para ministrarle. Él quiere sanar su corazón herido y capacitarle para ayudar a otros que tienen necesidad. Y quiere que todos oremos unos por otros y sobrellevemos “los unos las cargas de los otros”, para así cumplir “la ley de Cristo” (Gálatas 6.2).

Como he señalado antes, la persecución contra los cristianos aumenta en una sociedad que está cada vez más secularizada. Quienes tratan de vivir vidas de acuerdo a las enseñanzas de Jesucristo serán perseguidos (2 Timoteo 3.12).
Quienes sean perseguidos por su fe, quizá serán ridiculizados, pierdan las amistades y se les negarán las oportunidades de progresar, deberán soportar las críticas, perderán su trabajo, o tal vez tengan que enfrentar cosas peores. Justo ahora mismo en la Isla de Cuba hay algunos pastores y cristianos que están siendo perseguido y hostigados por el régimen comunista que controla el país y su gobierno.

Pero, contrario a lo que considera la sabiduría popular, la oportunidad de sufrir por ser fiel a Cristo es un privilegio. Solo quienes han sido salvados y transformados por el poder del Espíritu Santo tienen el privilegio de sufrir por Cristo. Debemos “tener por gozo” el hecho de sufrir, sabiendo que esto produce paciencia y madurez espiritual (Santiago 1.2-4).

Piense en alguien que usted conoce que esté pasando por una situación difícil, bien sea por una enfermedad, por haber perdido su empleo, o por cualquier otra situación dolorosa. Ore por esa persona y comience a orar cada día por ella. Dígale, la próxima vez que la vea que usted está orando por ella o mándele una nota por correos dándole a conocer su decisión de orar por ella. Se va a sorprender por la manera en que Dios obra…

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Oscar