martes, 20 de diciembre de 2011

¿Por fin, cómo es?


La semana pasada asistí con mi esposa a la última presentación de la temporada del “Cascanueces” interpretado por la Orquesta Sinfónica y el Ballet de Nashville. Al terminar la función, me sorprendió ver a un empleado risueño y amable despidiendo a los asistentes con un sonoro: “Feliz Navidad”. Y aunque esto es lo normal, ¡ahora resulta extraño!

Muchos de los asistentes reventamos de gozo y claro está que respondimos a este saludo con otro: ¡Feliz Navidad! Pero algunos, tal vez los más decentes, respondieron con un: “Felices fiestas” y otros tantos, respondieron con un rostro huraño y lleno de odio. ¿Qué está pasando en nuestro país? ¿Es que la influencia de la cultura postmodernista está empujando a cambiar hasta las fechas?

Sin hacer comparaciones, pues no tiene algo que ver, recuerdo cuando en Cuba, el dictador Fidel Castro decidió cambiar la celebración de la “Noche Buena” del 24 de diciembre al 26 de Julio. Claro está que cuando un sistema comunista está en el poder puede hacer muchas cosas horribles, como por ejemplo enviar a los empleados públicos y estudiantes (y vale decir que en Cuba en aquel entonces, el 75% de la población estaba en esta categoría y el resto eran amas de casa, jubilados y desempleados) a hacer “trabajo voluntario” a los campos el día 24 de diciembre). Claro, el 26 de julio se celebraba el ataque contra un cuartel del ejército, acción que fue dirigida por el señor Castro, que al parecer en su enajenado y enfermizo cerebro, alguna vez llegó a pensar que era igual o superior a Dios.

En Cuba en aquel tiempo no había manera de obtener decoraciones para armar un árbol de navidad, pero recuerdo que yo solía salir con mi hijo pequeño a buscar una ramita de un pino y mi esposa hacía decoraciones con papelitos de colores para cada año armar nuestro arbolito de Navidad. En nuestra iglesia hacíamos una gran fiesta. No teníamos la “comida tradicional de la Navidad cubana”, pero todos los miembros de la iglesia traían algo de los alimentos que le vendían por la tarjeta de racionamiento y se hacía una gran celebración con una cena. Durante muchas semanas el coro de nuestra iglesia ensayaba, y teníamos una Cantata de Navidad. Recuerdo los rostros huraños de los “vecinos comunistas” que de católicos ahora eran ateos, mirando por las ventanas abiertas de nuestro templo. A propósito, la mayoría de aquella gente de rostros amargados, hoy vive en los Estados Unidos de América sin que nadie les moleste, y al parecer se ha olvidado de aquellos tiempos.

¿Si tomaban represalias en contra de los cristianos? Claro que sí. Se aplicaban muchas formar de presión social. Y eso es lo que viene a mi mente cuando oigo decir “felices fiestas” en lugar de “Feliz Navidad”. Es tratar de negar el hecho que la historia confirma: El nacimiento virginal milagroso del Redentor del mundo. El cumplimiento de la profecía dada al pueblo escogido de Israel. La llegada de Emanuel, que traducido es, ¡Dios con nosotros! El Hijo de Dios, nacido de una virgen desposada con un carpintero descendiente de la tribu de David. Nacido en un pequeño pueblito perdido en lo desconocido, llamado Belén, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta.

Siendo Rey, nació en un lugar humilde con un gran propósito: ¡La salvación del mundo! Hubo regocijo en los cielos y las huestes celestiales descendieron hasta la tierra de Judea para rendir homenaje a la llegada del Rey de reyes, pero entonces hubo hombres malvados que desconocieron los hechos. Aquel Niño santo nació bajo la sombra de una cruz. La crucifixión del Cristo no fue un accidente, fue la consumación del plan redentor de Dios para la humanidad.

He visitado un par de veces la ciudad de Belén en territorio ocupado por los palestinos, y claro está la cueva donde la tradición dice que nació Jesús. Siempre alguien en el grupo ha puesto en dudas que ese sea el verdadero lugar del nacimiento. Yo siempre he pensado y he dicho lo mismo: No importa si fue aquí o en otro lugar cercano. Lo más importante es que Jesús nació en esta ciudad, por estos campos y que hasta estos jurados enemigos del pueblo de Israel, seguidores de otra creencia religiosa que se opone y combate el cristianismo, tiene este lugar como un “lugar sagrado” que ellos respetan.

Y es que el nacimiento de Jesús y su vida, muerte y resurrección de los muertos no se pueden ocultar tras el manto tenebroso de una frase. Igual que hubo gozo en los cielos el día que Jesús nació en Belén de Judea hay gozo hoy en nuestros corazones por celebrar el nacimiento de nuestro Salvador y por eso decimos: ¡Feliz Navidad! ¿Qué hay fiesta? ¡Claro que sí! Y la hay porque hay gozo en nuestros corazones por haber conocido al salvador y Redentor del mundo. Usemos esta ocasión para testificar al mundo de nuestra fe. Vivamos esta Navidad mirando al rostro de nuestro Rey para tratar de ser más semejantes a Él. No dejemos que los regalos y el fulgor de la luces de colores oculten lo más bello de la Navidad: La luz salvadora de Cristo. Y elevemos una oración por aquellos cristianos que en muchos lugares del mundo, tendrán que celebrar escondidos esta fecha por vivir en lugares donde son perseguidos por tener a Cristo como Señor y Salvador.

En nuestro país la gente tiene la posibilidad de NO creer y criticar a los que creemos, pero hay lugares en los que esa gente incrédula persigue, encarcela y mata a los cristianos.

Con mi corazón rebozando de alegría y mis labios con un cántico de alabanza les deseo una muy: ¡Feliz Navidad! Y elevo una oración por todos aquellos que hoy sufren persecución por causa de su fe en Cristo. Sí, es feliz Navidad, no felices fiestas…

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Oscar