viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Por qué existe la muerte?

Tengo un entrañable amigo que hace unos años se tuvo que someter a una operación de corazón abierto. El jefe para el que trabajaba en aquel entonces, el último día que el trabajó antes de ser sometido a la cirugía se despidió de él con estas palabras: “Bueno Daniel, “Bona sorte o Bona Morte”… Indudablemente este es un chiste “negro”, una bufonada macabra. Sin embargo encierra una terrible verdad. Solo se puede estar o VIVO o MUERTO.

Mi abuelo materno vivió por 111 años y mi abuela materna vivó 109 años. Sin embargo, por mucho que viva una persona, finalmente morirá. Las excepciones son muy raras: en la Biblia encontramos solo los casos de Enoc y Elías y promete esta condición a la generación de cristianos que estarán vivos cuando Cristo vuelva. (Génesis 5.21-24; 2 Reyes 2.11; 1 Tesalonicenses 4.16-17).

El escritor de la epístola a los Hebreos expresó bien claro la certeza de la muerte: “…está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (Hebreos 9.27).
La certeza de la muerte nos enfrenta a otra pregunta: “¿Por qué la vida debe terminar con la muerte?” Algunos líderes religiosos, filósofos y científicos han ofrecido muchas respuestas a esta pregunta desde distintos puntos de vista, pero la Biblia da la respuesta definitiva, y esta respuesta pone de relieve la relación que existe entre el pecado y la muerte. Nuestros padres originales, Adán y Eva, desobedecieron a Dios. Con su pecado, de esta forma trajeron el pecado y la muerte sobre sí mismos y sobre sus descendientes. De esta manera, cada miembro de la raza humana recibió esa terrible herencia. La muerte es universal porque el pecado es universal. Todos somos pecadores y somos culpables delante de nuestro Dios que es Santo (Romanos 3.23; 6.23).

¿Por qué es importante comprender cómo el pecado y la muerte entraron en el “cuadro” de la experiencia humana? Las personas no creerán en Jesús para poder obtener su salvación, si primero no entienden que necesitan ser salvas. En otras palabras, una persona no será salva si antes no reconoce que está perdida. En estos momentos se está exhibiendo en los cines una película llamada “Vidas valientes”. En una de las escenas uno de los personajes le hace la presentación del evangelio a otro de los personajes a partir de explicarle la justeza del juicio de Dios por el pecado.


Génesis 3.1-6

1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;
3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.
4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.

6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

Según la Biblia, que es la más confiable de todas las fuentes, (Juan 17.17; 2 Timoteo 3.16; 2 Pedro 1.20-21) hubo un tiempo en la historia humana en la que el pecado no estaba presente en el mundo. Solo tenemos que leer los titulares de los periódicos para comprender claramente cuánto se han extendido el mal y el pecado. Sin embargo, debemos entender que la generalización del pecado en realidad es una característica del mal en sí mismo. Desde Génesis 6 – 7 ya vemos que Dios trajo un diluvio sobre la tierra (Génesis 6.17) porque “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (v. 5).
El siglo XX vio dos guerras mundiales que produjeron muertes y sufrimientos a escala global. La “guerra fría” duró mucho más que esas dos guerras y como resultado dejó una cantidad inmensurable de muertes y temores, especialmente con la opresión del comunismo en Rusia, Europa Oriental y el Caribe. Incluso, algo útil y de un beneficio potencial como el Internet con rapidez se ha convertido en una fuente que puede ser utilizada para el mal, con sitios web que ofrecen pornografía y promueven la homosexualidad. Me parece que algo anda mal en el mundo

La Biblia enseña que nuestro mundo no siempre fue así. Dios creó a Adán y a Eva, el primer hombre y la primera mujer, en un ambiente perfecto que hizo especialmente para ellos de modo que sus descendientes pudieran disfrutar de una relación con su Creador y se enseñoreasen en la creación que Dios había hecho (Génesis 1.26-28).

Los dos primeros capítulos de Génesis declaran que Dios creó todo el universo en seis días y luego “reposó el día séptimo” (2.2). El sexto día fue muy ocupado. Ese día, Dios creó todos los animales terrestres y las personas (1.24-27).
Dios declaró que no era “bueno” que Adán estuviera “solo”, y decidió hacerle una “ayuda idónea”, es decir, una colaboradora adecuada (2.18). Adán puso nombre a todos los animales (19-20), pero él no encontró ayuda idónea para sí entre los animales, por lo cual Dios lo hizo caer en un sueño profundo y de una de sus costillas creó a una mujer y la llevó ante él (20-22). Génesis 1.27 resume la creación del primer hombre y la primera mujer con las palabras: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Después, “los bendijo” y les ordenó: “Fructificad y multiplicaos” y les dio autoridad para gobernar sobre el resto de la creación (28-30).
Algunas personas creen, equivocadamente, que el trabajo es parte del castigo del hombre por el pecado. Pero en Génesis 2.15 vemos que Dios instituyó el trabajo antes de la caída. No fue el trabajo en sí lo que vino como castigo del hombre, sino la naturaleza fatigosa y laboriosa del trabajo (Génesis 3.17-19).

Adán y Eva, junto con sus descendientes, disfrutarían de esta utopía sin fin si obedecían tan solo un mandamiento: “…del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (17).

Al igual que creó el universo con un orden material (leyes que gobernaban el ámbito físico), Dios creó un orden moral (leyes que gobernaban el ámbito espiritual). La base del orden moral era el carácter de Dios mismo. Tratar de vivir de forma contraria al orden que Dios estableció en el ámbito físico o moral produce consecuencias trágicas; y violar el orden moral divino es un pecado contra Dios que suele dañar a otros, además de a nosotros mismos.

Así que Génesis 2 indica que Adán y Eva fueron colocados en un ambiente perfecto, con solo un mandamiento para obedecer: No comer de la fruta prohibida. ¿Qué iba a suceder cuando la tentación de quebrantar la ley moral de Dios estuviera ante ellos? ¿Obedecerían escrupulosamente la palabra de Dios, sin comer del fruto prohibido, como Él lo había ordenado? ¿O escucharían a otro y se rebelarían en contra de Dios? El triste, pero verídico relato de lo que sucedió, se encuentra en Génesis 3.

La tentación vino a través de la serpiente, uno de los animales que Jehová Dios había hecho. Es notable que la serpiente siguió el patrón de tentación que Satanás usa vez tras vez: arrojar dudas sobre la Palabra de Dios y luego negarla directamente. Está claro que el mismo Satanás tuvo un rol prominente aquí; tanto que la palabra “serpiente” se ha convertido en sinónima de “Satanás” (Apocalipsis 12.9; 20.2).

Primero, arrojó dudas preguntándole a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Es notable que Eva agregó al mandato de Dios diciendo que el árbol que estaba en medio del huerto estaba prohibido, no solo para comer, sino también para tocarlo, algo que la Biblia no menciona que Dios dijera.
Después, la serpiente negó el mandato de Dios, diciendo: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Satanás suele mezclar las mentiras con las verdades. No solo la serpiente negó directamente la revelación divina de que comer del fruto produciría la muerte; también dijo que los ojos de la mujer serían abiertos, ¡como si fuera algo bueno! Sí, sus ojos fueron abiertos (Génesis 3.7), pero de una manera devastadora. Pudo ver el mal; de hecho, se relacionó íntimamente con él. Pero ella y Adán no lograron un estado divino, como la serpiente había prometido. Esto, naturalmente, hubiera sido imposible.

Los primeros pecados humanos se registran en el v. 6, uno por cada uno de nuestros padres originales. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, es decir, que le creyó a la serpiente en lugar de creerle a Dios. Convencida de que la serpiente tenía razón con respecto al árbol, la mujer tomó de su fruto, y comió. El pecado siempre sigue este patrón: negación de la Palabra de Dios, y luego, acciones contrarias a ella. El pecado no es solo una acción; es, básicamente, una actitud de rebelión en contra de Dios. Levanta su horrible cabeza en nuestras vidas cuando insistimos en vivir a nuestra manera y tomar nuestras propias decisiones, a pesar de lo que Dios haya dicho.

Adán siguió el ejemplo de su esposa. Eva dio también a su marido, el cual comió así como ella. El texto deja implícito algo que Pablo afirma: que la serpiente engañó a la mujer, pero no a Adán (1 Timoteo 2.14). Adán sabía exactamente lo que estaba haciendo y lo que iba a suceder, ¡pero de todas formas lo hizo! Este es otro aspecto del pecado: saber lo que Dios dice, pero pasarlo por alto con total desparpajo; algo que seguramente todos hemos hecho en algún momento. La mujer llegó a la conclusión de que Dios estaba equivocado; el hombre llegó a la conclusión de que lo que Dios había ordenado no importaba. Ambas actitudes surgieron de la incredulidad, que es la raíz de todo pecado (Romanos 14.23; Hebreos 11.6).

¿Qué podría ser más escandaloso que mostrarle al omnisciente Dios, por medio de nuestras acciones, que Él no es digno de confianza (como hizo Eva) o mostrarle al omnipotente Dios del universo, por medio de nuestra desobediencia, que lo que Él dice no nos importa (como hizo Adán)? ¡Nada más indigno ni imprudente! Está claro que las acciones de Adán y Eva indicaban su intención de jugar a ser “dios”. Como hemos dicho, su rebelión produjo pecado, muerte y otras terribles consecuencias a toda la raza humana. No hay otra explicación realmente adecuada para la presencia del mal y la muerte en el mundo.

Cada uno de los seres humanos nacido en la superficie de este planeta, excepto Uno, heredó el espíritu de desafío que tenían Adán y Eva. Por naturaleza, pero también por opción, hoy los seres humanos se rebelan en contra de Dios, estableciendo sus propias pautas de comportamiento o siendo selectivos en su moralidad. Eligen “a su gusto” cuáles mandamientos de Dios obedecer y cuáles pasar por alto. Hacen esto por la misma razón que ya hemos mencionado: el pecado va mucho más allá de desobedecer la ley de Dios, lleva implícita una condición en la que el corazón humano está corrompido e inclinado hacia el mal porque las personas, por naturaleza, son pecadoras (Jeremías 17.9).

. El relativismo moral se ha convertido en la religión de muchos en los Estados Unidos. Sus adeptos afirman que no existen los absolutos. Esto nos deja con vidas sin propósito. Nacemos, vivimos y morimos sin estar aferrados a nada más grande que nosotros mismos. Estoy convencido de que una de las razones principales por las que las personas se niegan a aceptar el relato de la creación en Génesis 1-2 es que se niegan a creer en Génesis 3.

Rechazar Génesis 1-3 es la base para rechazar todo lo demás que tiene la Biblia, lo cual incluye la afirmación de Jesús de que Él es Dios y exige: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9.23-24). No obstante, la verdad es la verdad. Si Dios nos creó a su imagen, el relativismo moral es falso, totalmente falso. La complejidad y el orden del universo y todo lo que hay en el mundo señalan a un Creador inteligente, y ante Él somos responsables de todo lo que hacemos.

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Oscar