sábado, 14 de abril de 2012

¿Cómo es Dios?

Estoy enseñando algunos principios teológicos elementales en mi “Lifegroup” los domingos en la mañana en mi iglesia. Brentwood Baptist Church, 7777 Concord Road, Brentwood, TN. Proveemos un culto de adoración con traducción simultanea al español a las 9:30 AM y Lifegroups disponibles en español a las 11:00. Si está en la zona le invito a que nos visite.

"Este domingo seguiremos estudiando acerca de Dios en la serie que he titulado: “Conozcamos a Dios”. He considerado que será de ayuda a los miembros de mi grupo leer este fragmento de un trabajo más extenso de C.H. Spurgeon.


“Dios es Jehová y que Él no cambia en Su esencia. No podemos decirles qué es la Deidad. No sabemos qué sustancia es esa que llamamos Dios. Es una existencia, es un Ser. Pero no sabemos qué es eso. Sin embargo, cualquier cosa que eso sea, nosotros la llamamos Su esencia y esa esencia nunca cambia. La sustancia de las cosas mortales siempre está cambiando. Las montañas cubiertas de coronas de blanca nieve se deshacen de sus viejas diademas durante el verano, en ríos que se deslizan por sus costados, mientras la nube de tormenta les da una nueva corona. El océano, con sus poderosas corrientes, pierde agua cuando los rayos del sol besan las olas que disuelven en una espuma que se eleva al cielo. Aun el propio sol requiere de combustible fresco de la mano del Infinito Todopoderoso para alimentar su horno ardiente.

Todas las criaturas cambian. El hombre, especialmente en lo relacionado a su cuerpo, siempre está experimentando una revolución. Probablemente no hay una sola partícula en mi cuerpo que haya estado allí hace unos pocos años. Esta estructura ha sido desgastada por la actividad, sus átomos eliminados por la fricción, partículas frescas de materia se han acumulado constantemente en mi cuerpo y así ha sido renovado. Su sustancia ha cambiado. Este mundo está hecho de un material que siempre está discurriendo como un arroyo. Unas gotas están huyendo mientras otras las están persiguiendo, manteniendo siempre lleno el arroyo, pero siempre cambiando en sus elementos.

Pero Dios es perpetuamente el mismo. No está hecho de ninguna sustancia o materia, sino que es puro espíritu, un espíritu esencial y etéreo y, por tanto, Él es inmutable. Él permanece por siempre el mismo. No hay arrugas en Su frente eterna. La edad no lo ha debilitado ni los años lo han marcado con los recuerdos de su vuelo. Él ve que pasan las edades, pero en lo que a Él concierne, es siempre ahora. Él es el gran Yo Soy, el Gran Inmutable. Observen que Su esencia no sufrió un cambio cuando se unió con la naturaleza humana. Cuando Cristo en años pasados Se vistió con un cuerpo mortal, la esencia de Su divinidad no fue cambiada. La carne no se volvió Dios, ni Dios se volvió carne por medio de un cambio real de naturaleza.

Las dos naturalezas fueron unidas en una unión hipostática, pero la Deidad permaneció siendo la misma. Era la misma cuando Él era un bebé en el pesebre, como era la misma cuando extendió las cortinas del cielo. Era el mismo Dios que colgó de la Cruz y cuya sangre se derramó en un torrente púrpura. El mismo Dios que sostiene al mundo sobre Sus sempiternos hombros, sostiene en Sus manos las llaves de la muerte y del infierno. Nunca ha sufrido cambios en Su esencia, ni siquiera en Su encarnación. Él permanece para siempre, eternamente, como el único Dios inmutable, el Padre de las luces, en quien no hay variabilidad, ni siquiera la sombra de un cambio.

Él no cambia en Sus atributos. Cualesquiera que hayan sido los atributos de Dios en el pasado, son los mismos atributos ahora. Y podemos cantar acerca de cada uno de ellos: Como era en el principio, es ahora y será por siempre, mundo sin término, Amén. ¿Era Él poderoso? ¿Era Él el poderoso Dios cuando con Su voz mandó que se hiciera el mundo desde el vientre de la no-existencia? ¿Era Él el omnipotente cuando encumbró las montañas y excavó las cavernas del profundo océano? Sí, era poderoso entonces y Su brazo no se ha debilitado ahora. Él es el mismo gigante con todo Su poder. La savia de Su alimento aún está húmeda y la fortaleza de Su alma permanece firme para siempre.

¿Era Él sabio cuando constituyó este poderoso globo, cuando puso los cimientos del universo? ¿Tenía sabiduría cuando planeó el camino de nuestra salvación y cuando desde toda la eternidad Él diseñó Sus tremendos planes? Sí, y Él es sabio ahora. Él no es menos hábil, Él no tiene un menor conocimiento. Sus ojos que ven todas las cosas no se han debilitado. Sus oídos que oyen todas las exclamaciones, suspiros, sollozos y gemidos de Su pueblo, no se han endurecido con los años que Él ha escuchado todas sus plegarias. Él es inmutable en Su sabiduría. Sabe tanto ahora como siempre, ni más ni menos. Tiene la misma habilidad consumada, y la misma previsión infinita.

Él es inmutable, bendito sea su nombre, en su justicia. Justo y santo fue Él en el pasado. Justo y santo es Él ahora. Él es inmutable en Su verdad. Él lo ha prometido y Su promesa se ha convertido en realidad. Él lo ha dicho, y se hará. Él no cambia en la bondad y generosidad y benevolencia de Su naturaleza. No se ha convertido en un tirano Todopoderoso después de haber sido un Padre Todopoderoso. Su amor poderoso permanece firme como una roca de granito, inconmovible ante los huracanes de nuestra iniquidad. Y bendito sea Su amado nombre, Él es inmutable en Su amor. Cuando al principio escribió su Pacto, cuán lleno de afecto estaba Su corazón hacia Su pueblo. Sabía que su Hijo debía morir para ratificar los artículos de ese acuerdo. Sabía muy bien que debía arrancar de Sus entrañas a Su bien amado a fin de enviarlo a la tierra para que se desangrara y muriera.

No dudó en firmar ese poderoso pacto. Ni se evadió de su cumplimiento. Él ama tanto ahora como amó entonces. Y cuando los soles dejen de brillar y las lunas cesen de mostrar su tenue luz, Él todavía amará por toda la eternidad. Tomen cualquier atributo de Dios, y yo voy a escribir semper idem sobre ese atributo, es decir, siempre igual. Tomen cualquier cosa que puedan decir de Dios ahora, y esto puede decirse no solamente en el oscuro pasado, sino que también en el brillante futuro. Siempre será lo mismo: “Porque yo Jehová no cambio”.

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Oscar