viernes, 13 de abril de 2012

¿De qué clase es usted?

No me resulta difícil extraviarme, incluso dentro de mi propia casa, por lo que la popularización de los sistemas de GPS vino a prestarme una gran ayuda. A lo menos eso pensé al principio. Mi primer GPS fue un Garmin que me “regalé yo mismo” como regalo de Navidad. Muy pronto comencé a frustrarme con el instrumento de localización, ya que en múltiples ocasiones me decía que había llegado a mi destino, y me encontraba, sin embargo, en el medio de la nada.

Luego de incontables esfuerzos por obtener ayuda del departamento de ayuda al cliente, un “ayudador” me dijo que lo que tenía que hacer era actualizar los mapas. Por lo que de inmediato pedí que lo hiciera, pero entonces me dijo que tenía que pagar por los mapas ya que habían pasado 90 días desde la adquisición del equipo. Pero mi gran sorpresa vino al descubrir que el importe de la compra de los mapas, era casi igual al valor del equipo, por lo que me resigné a seguir usando mapas impresos por mi computadora de Google.

El año pasado en nuestro viaje a España renté un auto que tenía un GPS marca TomTom que trabajó a las mil maravillas. De regreso a casa, buscando entre mis cosas, encontré un folleto de una compañía de tarjetas de crédito que da puntos con cada compra que uno hace que tenían GPS marca TomTom y que yo tenía acumulados los puntos necesarios para adquirir ese GPS, por lo que decidí hacerme otro “regalito de Navidad”.

El asunto se complicó hace unas semanas cuando trataba de dirigirme al servicio fúnebre de la hermana de una compañera de trabajo. Salí al estacionamiento y puse la dirección en mi GPS marca TomTom y observé cómo en la pantalla del equipo, comenzó a girar un símbolo con un mensaje que decía: “Estoy buscando establecer comunicación con los satélites”. Solo que luego de manejar por 15 minutos, sin saber a dónde ir, decidí regresar. Mi GPS nunca más logró encontrar a los satélites.

Pero haciendo honor a la verdad, en esta ocasión al comunicarme con el servicio de atención al cliente recibí la atención que en verdad no merecía. Luego de darme muchas posibilidades y soluciones y comprobar que ninguna trabajaba, me enviaron un correo electrónico, pues se había detectado una especie de virus que producía ese problema. Me enviaron un enlace y conectando mi equipo a mi computadora en diez minutos quedó resuelto el problema. No obstante, me dijeron que si no estaba conforme, que pusiera el GPS en su caja y lo enviara que ellos lo repararían sin costo alguno.

Este es un asunto trivial de la vida cotidiana. Tal vez le resulte aburrido y tonto. No pretendo en manera alguna que no lo sea. Pero quizás le pudiera ayudar a reflexionar, como a mí, acerca de muchos miles de personas que andan por el mundo, completamente perdidos y desorientados ya que han desconectado su GPS espiritual o este no funciona, o el “virus del pecado” los ha minado de tal manera que ha cerrado sus ojos para que no vean. De tanto en tanto, tratan de buscar respuesta a su situación y a sus problemas. Pero la mayoría no sabe a dónde acudir.

De tanto en tanto, Dios enviará a alguno de ellos para que se encuentre con usted. ¿Qué clase de “ayuda al cliente” será en ese caso? ¿Como el de la primera compañía que no se preocupó ni prestó atención a mi problema, o como el de la segunda? De nosotros depende. Tal vez se trate de ese vecino que tantas veces hemos deseado que se mude por molesto. A lo mejor es ese compañero de la oficina que se burla de usted porque es cristiano. Quién sabe si se trate de una persona que le ha combatido y ha tratado de hacerle daño. Pudiera ser esa persona chismosa que inventó una historia o exageró un hecho para desacreditarle. O a lo mejor se trate de un enemigo que nos ha estado atacando con furia. Hasta pudiera ser alguien que trató o logró destruir a su familia.

¿Qué va a hacer? Déjeme comenzar por decirle algo que descubrí hace muchos, muchos, años: ¡Cristo murió también por ellos, y Dios los ama de la misma manera que le ama a usted! Y déjeme decirle algo más: ante los ojos de Dios, no hay diferencia alguna entre usted y esa persona. Para Dios todos los seres humanos somos igualmente despreciables por nuestros pecados. Solo gracias a la sangre preciosa de Cristo es que podemos ser aceptables a Él. Y justo, es Dios quien está poniendo en su camino a ese “pecador empedernido” para que sea precisamente usted, la luz que le ayude a salir de sus pecados y llegar a reconciliarse con Dios, por medio de Jesucristo.

Pero de nuevo, eso depende de nosotros. ¿Vamos a ayudar con el amor de Dios, o vamos a justificarnos, con todas las justificaciones que podemos tener o fabricar, para ignorar a esas personas que andan buscando a Dios, tal vez sin saberlo?

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Oscar