lunes, 21 de mayo de 2012

Amémonos unos a otros

Por Dr. Oscar J Fernandez y el Dr. Claude V King, publicado originalmente en el libro: El llamado del Maestro, LifeWay Press, Usado con permiso.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros
(Juan 13.34).
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos (1 Juan 3.16).



Hace poco más de un año, uno de los jóvenes de la congregación hispana de nuestra iglesia tuvo un cáncer que luego de permanecer dormido alrededor de tres años, regresó con mucha agresividad.
La esposa tuvo que renunciar a su trabajo para dedicarse a atenderlo, primero en el hospital, luego en la casa y finalmente en el hospicio hasta que él partió a la presencia del Señor. No fue un tiempo muy largo, pero sí fue muy intenso y lleno de grandes emociones.
Una familia, hermanos de la iglesia, se hizo cargo de cuidar a los niños, llevándoselos a vivir con ellos. Diariamente los llevaban a la escuela y cuidaban de la más pequeñita. Otro hermano se brindó para atender el jardín y cortar el césped. Un grupo de hermanas y hermanos fueron a la casa a limpiarla y organizarla. Por su parte, el hermano que está al frente del ministerio hispano se ocupó de gestionar con la iglesia madre que nada material le faltara a esta familia en este tiempo de tantas necesidades.

Muchas veces me pregunté por qué Dios le había dado a esta congregación tan joven la oportunidad de amar tan profundamente. Estoy convencido de que Él quería enseñarnos y ampliar nuestra capacidad de amar y así prepararnos para enfrentar otros nuevos retos en el futuro.

Una tarde en la que visitaba a este hermano en su casa, vino un vecino no creyente y nos abrazó llorando a mi esposa y a mí. Él estaba muy impresionado por el testimonio del moribundo y por las muestras de amor que había visto expresar a algunos miembros del grupo hispano de nuestra iglesia. Sin dudas, Dios estaba usando a muchos de nuestros hermanos, que en su mayoría eran nuevos en la fe, para mostrar un amor y compasión semejantes a las de Cristo, y esto no pasó inadvertido a los vecinos no creyentes.
El amor no fingido y sin buscar algo a cambio es una señal que identifica a aquellos que han elegido seguir a Cristo. Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (1 Juan 13.35).

Un amor semejante al de Cristo busca el bienestar ajeno, yno se basa en la importancia o los méritos de la persona a quien se ama, ni se le pide algo a cambio. Nace dentro del que ama. No es un producto de la emoción ni de los sentimientos. El amor verdadero es el producto de una decisión que tomamos. Decidimos obedecer a Cristo y amar a nuestros hermanos, incluso aquellos que son difíciles de soportar. Ese amor es un fruto del Espíritu Santo que vive en nosotros. Usted no es más que un canal del amor de Dios que debe fluir por medio de usted.

Dios amó al mundo y envió a su Hijo para pagar el castigo por nuestros pecados. Jesús nos mostró toda la extensión de su amor cuando puso su vida por nosotros en la cruz. Así es como nosotros llegamos a conocer lo que es el amor. En “El mensaje de Dios” leemos en 1 Juan 3.16 que nosotros también debemos poner nuestra vida por nuestros hermanos. Esa es una petición difícil de cumplir, ¿no es cierto? Algunas personas ponen su vida por otros, aunque a la mayoría de nosotros no se nos va pedir que hagamos algo así. Pero no hay que llegar tan lejos, tome un momento para pensar qué cosas podría usted entregar por amor a sus hermanos y hermanas en Cristo en su grupo pequeño y en su iglesia.






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Oscar