Escuché en una ocasión una acalorada
discusión en la cual uno de los participantes de dijo al otro: “Lo que haces
habla tan fuerte, que no puedo escuchar lo que dices”. Este es un dicho
antiguo, pero es muy cierto, de manera especial en lo que respecta a los
líderes.
Recuerdo a un predicador que dijo que
con frecuencia algunos pastores fallan cuando logran el punto más alto en sus
ministerios, precisamente porque esos ministerios tienen éxito. A veces, cuando
un líder es orgulloso para reconocer que su ministerio ha crecido y que ya no
puede manejarlo, comienza a “tomar atajos” que por lo general lo apartan del
camino correcto. Algunos no
quieren compartir las responsabilidades para no perder el control ni permitir
que otros pueden ejercer alguna influencia. Tarde o temprano, las cosas terminen en el desastre y lo
triste es ver la cantidad de personas que resultan afectadas.
Algunos llegan a enamorarse de su poder
y comienzan a cometer indiscreciones y errores éticos y hasta morales,
simplemente porque creen que siempre pueden “salirse con la suya”. Cuando los
líderes comienzan a perder su credibilidad e integridad, no pueden ejercer un
liderazgo espiritual efectivo. El daño que se hace es muy grande cuando se
descubre que la vida de un líder no se corresponde con lo que dice, ni con la
fachada que presenta públicamente.
Esdras fue un sacerdote y escriba que
guió al pueblo de Dios en un momento importante de la historia de Israel. Dios
levantó a Esdras en un tiempo en el que Su pueblo estaba muy necesitado de un
líder espiritual de calidad. Tres características marcaron el liderazgo de
Esdras y contribuyeron a su éxito espiritual. Primero, Esdras amaba a Dios.
Segundo, mostró una reputación de integridad. Tercero, se identificó con el
pueblo a quien dirigía.
El rey Ciro, primer rey de Persia (559 –
530 a.C.), conquistó a Babilonia en 539 a.C. En el primer año después de su
conquista, Ciro autorizó que los judíos regresaran a su tierra natal (Esdras
1.1-4). El rey también devolvió a los judíos los artículos de oro y plata del
templo de Jerusalén que el rey Nabucodonosor había tomado cuando Jerusalén
cayó, en 587 – 586 a.C.
Un grupo de unas 50,000 personas,
comenzó el viaje de regreso a Judá (Esdras 2.1-67). Los líderes de Judá eran
Zorobabel, descendiente del rey David, y Jesúa, el sumo sacerdote (Esdras 3.2,
“Jesúa”, y en Zacarías 3.1 se le llama, “Josué”). El pueblo de Dios comenzó a
reconstruir el templo y terminó de echar los cimientos alrededor del año 536
a.C. (Esdras 3.8-11).
Pero como los vecinos de Judá se oponían
a la obra, finalmente la construcción se detuvo durante unos 15 años, hasta el
segundo año del reinado de Darío en Persia (522–486 a.C.). Entonces, Dios envió
a los profetas Hageo y Zacarías para movilizar nuevamente los corazones del pueblo
para trabajar (vea 5.1-2).
Después de interrogar a los judíos, los
líderes regionales escribieron una carta a Darío informándole los
acontecimientos en Judá y la respuesta de los judíos. Al buscar en los archivos
reales, se comprobó la veracidad de las afirmaciones de los judíos, y Darío
decretó que las obras del templo debían continuar con pleno apoyo del gobierno
(Esdras 6.1-12). Por consiguiente, el pueblo de Dios completó el templo
alrededor del año 516 a.C. Esdras llegó unos sesenta años después de estos
hechos, en el reinado de Artajerjes que reinó desde 465
– 424 a.C. y fue el quinto rey de Persia. Durante su reinado Esdras y Nehemías
desarrollaron sus ministerios (Nehemías 2.1). Jerjes, el padre de Artajerjes,
(486 – 465 a.C.), llamado Asuero en la Biblia, tomó a Ester como reina (Ester
2.17).
Esdras subió de
Babilonia en el año 458 a.C. Nació en el exilio y los conquistadores
babilonios llevaron a sus antepasados a Babilonia. Esdras 7.1-5 muestra que la
genealogía de Esdras se remonta a Aarón, el primer sumo sacerdote de Israel.
Esdras, al mismo tiempo, era un escriba diligente,
versado en la ley de Moisés.
A Esdras, le concedió
el rey todo lo que pidió para su viaje de Babilonia a Judá. Este favor
no se produjo porque Esdras mereciera la bendición del rey, sino porque la mano de Jehová su Dios estaba sobre Esdras. Quizá
Artajerjes reconoció que Esdras amaba a Dios.
Muchos israelitas, aquí llamados hijos de Israel, acompañaron a Esdras a
Jerusalén para repoblar su tierra. Entre ellos había sacerdotes,
levitas, cantores, porteros y sirvientes del templo. La referencia al séptimo año del rey Artajerjes fija el año en 458 a.C. Habían
pasado 80 años desde que Ciro autorizara por primera vez el regreso del pueblo
judío a su tierra (Esdras 1.1-4).
El viaje desde Babilonia
tomó unos cuatro meses pues probablemente eran unas 5000 personas, incluidos
mujeres y niños que constituían la delegación de Esdras e hicieron el viaje sin
ninguna protección del rey. Si Esdras, hubiera pedido protección hubiera indicado
falta de fe en Dios.. Esdras era un buen líder, pero, a
fin de cuentas, su éxito se debía a la bendición de Dios.
Los líderes espirituales deben hacer que
el estudio personal de la Palabra de Dios sea algo esencial y una norma
inviolable en su vida. No se puede ser un buen líder espiritual leyendo los
Salmos o las revistas devocionales. Además de ser un mandato de Dios, TIENE que
ser una prioridad. Si no lo hacen, NO PODRÁN enseñar con eficiencia la Palabra
de Dios a otros. ¿Cómo van a enseñar
lo que no conocen? No es posible llevar a las personas a tener una relación con
Dios, más profunda que la que nosotros mismos tenemos.
Esdras sabía que para tener un
ministerio eficiente en el pueblo de Dios debía tener un andar profundo, íntimo
y personal con el Señor. Los líderes espirituales de hoy deben tener ese mismo convencimiento
y esa misma pasión por andar con Dios y conocer Su Palabra. Cualquier otra cosa es una hipocresía y una falta de integridad.
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Oscar