sábado, 9 de junio de 2012

La Perseverancia Final de los Santos, I Parte

Por Charles H. Spurgeon

No obstante, proseguirá el justo su camino”. Job 17:9

El hombre que es justo ante Dios tiene un camino propio. No es el camino de la carne, ni tampoco es el camino del mundo; es un camino que el mandato divino le ha señalado, y en el que él camina por fe. Es la calzada del Rey de la santidad, y el impío no transitará por ella: sólo los que son rescatados por el Señor caminarán por esa calzada, y éstos descubrirán que es un sendero de separación del mundo.

Una vez que ha entrado en el camino de vida, el peregrino debe perseverar en él o perecer, pues así ha dicho el Señor: “Y si retrocediere, no agradará a mi alma.” La perseverancia en el camino de fe y santidad es una necesidad del cristiano, pues solamente “el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” Sería en vano brotar rápidamente como la semilla que es sembrada sobre la roca, para luego secarse rápidamente cuando el sol está en lo alto; eso solamente demostraría que una planta así no tiene raíces, pero “Se llenan de savia los árboles de Jehová,” y permanecen y continúan y dan fruto, aun en su ancianidad, para demostrar que el Señor es recto.

Hay una gran diferencia entre el cristianismo nominal y el cristianismo real, y esto generalmente se puede comprobar en el fracaso de uno y en la perseverancia del otro. Ahora, la declaración del texto es que el hombre verdaderamente justo proseguirá su camino; no regresará, no saltará los vallados ni se desviará a la derecha ni a la izquierda, no descansará quedándose sin hacer nada, ni tampoco desmayará ni dejará de andar su camino; sino que él “proseguirá su camino.”

Frecuentemente le resultará muy difícil hacerlo, pero él tendrá tal resolución, tal poder de gracia interna que le ha sido otorgado, que él “proseguirá su camino,” con firme determinación, como si se sostuviera con sus dientes y no esté dispuesto a soltarse.

Es posible que no siempre viaje a la misma velocidad; no se dice que mantendrá su paso, sino que él proseguirá su camino. Hay momentos en los que corremos sin cansarnos, pero a menudo simplemente caminamos y estamos muy agradecidos porque no nos desmayamos; ay, y hay períodos cuando estamos contentos con gatear como un bebé y arrastrarnos hacia arriba con dolor; pero aun así demostramos que “proseguirá el justo su camino.” Bajo toda clase de dificultades el rostro del hombre a quien Dios ha justificado, está firmemente orientado hacia Jerusalén; y él no se desviará hasta que sus ojos hayan visto al Rey en Su belleza.

Esta es una gran maravilla. Es algo maravilloso simplemente que un hombre sea cristiano, y una maravilla aun mayor que continúe siéndolo. Consideren la debilidad de la carne, la fuerza de la corrupción interna, la furia de la tentación satánica, las seducciones de las riquezas y el orgullo de la vida, el mundo y sus caminos: todas estas cosas están en contra nuestra, y sin embargo, he aquí, “es más grande Quien está a favor nuestro que todos los que están en contra,” y desafiando al pecado, y a Satanás, y a la muerte, y al infierno, el justo prosigue su camino.

Yo interpreto que nuestro texto declara con precisión la doctrina de la perseverancia final de los santos. “No obstante, proseguirá el justo su camino.” Hace años, cuando hubo una encendida y amarga controversia entre calvinistas y arminianos, cada uno de los bandos tenía la costumbre de caricaturizar al otro bando. Mucho del peso de los argumentos no estaba orientado en contra del sentir real del bando opuesto, sino más bien en contra de lo que se le atribuía. Hicieron un muñeco de paja, y luego lo quemaron, cosa muy fácil de hacer, pero yo confío que este tipo de cosas ha quedado completamente atrás.

La gloriosa verdad de la perseverancia final de los santos ha sobrevivido la controversia, y de una forma u otra es una apreciada creencia de los hijos de Dios. Sin embargo, pongan mucho interés en entender en qué consiste. La Escritura no enseña que un hombre llegará al final de su jornada sin que continúe viajando a lo largo del camino; no es cierto que un acto de fe sea todo, y que no se requiera de fe, de oración, y de vigilancia cada día. Nuestra doctrina es exactamente lo opuesto a eso, es decir, que el justo proseguirá su camino; o, en otras palabras, continuará en fe, en arrepentimiento, en oración, y bajo la influencia de la gracia de Dios.

Nosotros no creemos en la salvación como una fuerza física que trata al hombre como un tronco muerto, y que lo transporta al cielo, ya sea contando con su aprobación o sin contar con ella. No, “él prosigue,” él está activamente involucrado en el asunto, y camina pesadamente cuesta arriba y luego desciende al valle hasta que llega al fin de su jornada.

Nunca hemos pensado, ni mucho menos hemos soñado, que simplemente porque un hombre supone que ha entrado alguna vez en este camino puede consecuentemente concluir que él tiene certeza de la salvación, aunque deje el camino inmediatamente después. No, sino que nosotros afirmamos que quien verdaderamente recibe el Espíritu Santo, de tal forma que cree en el Señor Jesucristo, no regresará, sino que perseverará en el camino de la fe.

Está escrito: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo,” y no podría ser salvo si se le permitiera que regresara y se deleitara en el pecado como lo hacía antes; y, por tanto, él será guardado por el poder de Dios a través de la fe para salvación. Aunque el creyente cometerá todavía muchos pecados, para su congoja, sin embargo el tenor de su vida será la santidad para Dios, y proseguirá en el camino de obediencia.

Nosotros detestamos la doctrina que establece que un hombre que alguna vez creyó en Jesús será salvo a pesar de haber abandonado el sendero de la obediencia. Nosotros negamos que tal desviación sea posible para el verdadero creyente, y por lo tanto la idea que nos ha imputado nuestro adversario es claramente una invención. No, amados hermanos, un hombre, si es verdaderamente un creyente en Cristo, no vivirá según la voluntad de la carne. Cuando en efecto cae en pecado, sentirá dolor y miseria, y no descansará nunca hasta que es lavado de la culpa; pero voy a afirmar esto acerca del creyente, que si él pudiera vivir como él quisiera vivir, entonces llevaría una vida perfecta.

Si le preguntaras, después que ha creído, si podría vivir como él quisiera, él respondería: “Quiera Dios que yo pudiera vivir como yo quisiera, pues deseo vivir completamente sin pecado. Quisiera ser perfecto, así como mi Padre celestial es perfecto.” Esta doctrina no es la idea licenciosa que un creyente puede vivir en pecado, sino que no puede ni quiere hacerlo.

Esta es la doctrina, y en primer lugar vamos a demostrarla; y en segundo lugar, en el sentido puritano de la palabra, vamos a aplicarla de manera breve, al extraer dos lecciones espirituales de ella.

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Oscar