sábado, 9 de junio de 2012

Un encuentro con Dios

Aunque no era mi intención, mi editorial del pasado viernes en Baptist Press generó cierto interés en algunos amigos que me han solicitado que amplíe un poco más la idea. Aunque no es mi costumbre, esta vez voy a hacerlo.

Recapitulando un poco lo que dije antes, en Génesis 35 Jacob se encontraba de nuevo en Bethel, donde Dios cambió su nombre por el Israel y le renovó la promesa de entregarle la tierra que le había dado a Abraham y a Isaac. En los vs. 10 y 12 la promesa se entiende hasta los descendientes de Israel. Dios cumplió su promesa, Israel vivió una vida llena de bendiciones, pero esto no se produjo sin que antes hubiera una fuerte lucha…

¿Por qué piensa que Jacob fracasó tantas veces? Simplemente porque no tenía una visión apropiada de Dios. Él carecía de un conocimiento real de la santidad de Dios. Jacob, como la inmensa mayoría de nosotros, quería que la “voluntad de Dios” se moviera de acuerdo a sus deseos y necesidades. Pero eso no “funciona” de esa manera. Solamente cuando llegamos al final de nosotros mismos, es que podemos encontrar el inicio del fresco toque de Dios. Él no comienza a actuar hasta que nosotros no terminamos de actuar por nosotros mismos. Frecuentemente obramos y cuando estamos en medio de nuestro camino, clamamos para que Dios nos lleve hasta donde queremos llegar. Pero ese no es el camino de Dios y el no actúa de esa manera.

El problema es que estamos demasiado ocupados en nosotros mismos, para detenernos y pensar en Dios. Probablemente en su mente va a decirse, yo siempre tengo a Dios presente. No dudo que lo crea. Ahora, ¿es que tiene su plan y a Dios o es que tiene al plan de Dios? Parece lo mismo, pero no es igual. Es por eso que Dios permite que sucedan cosas que tenemos que enfrentar solos, hasta que tenemos que morder el polvo de la derrota y sentir la depresión del fracaso.

Jacob, como la gran mayoría de nosotros, conocía las promesas de Dios y sabía de sus bendiciones, pero no podía ni imaginarse qué era lo que Dios iba a hacer. Y como muchos de nosotros, Jacob no quería esperar por el tiempo de Dios, él quería las cosas resueltas a su manera y cuando él lo deseaba. A lo mejor, Jacob hasta llegó a pensar que la promesa estaba condicionada a algo que él tenía que hacer primero, en lugar de algo que recibiría por la gracia, sabiduría y el amor de Dios. Es difícil imaginar que recibiremos algo grande sin que tengamos que hacer algo para alcanzarlo. Eso es lo que nos ha impuesto la sociedad moderna. El viejo refrán: “Cuídate que yo te cuidaré” no está en la Biblia. Es tiempo de que acabemos de entender que no existe algo que podamos hacer para que la voluntad de Dios deje de ser su voluntad, para que nos sirva a nuestros gustos y caprichos.

Pero Jacob no lo comprendía así, como tampoco nosotros lo comprendemos. De la única manera que él creía que se podían lograr las cosas era tomando él la iniciativa y manteniéndose activamente envuelto en el proceso. Por eso fue que Jacob se robó la primogenitura de su hermano, por eso mintió, por esa razón manipulaba a la gente, por eso hizo muchas cosas malas hasta llegar a enfrentar la pérdida de todo, e incluso la posibilidad de perder la vida, entonces y solo entonces fue que él tuvo un encuentro con Dios.

¡Voy a llegar más lejos! No piense que todos nosotros siquiera pensamos que conocemos a Dios. Jacob tampoco. Él estuvo dispuesto a mandar delante de él todo lo que tenía para tratar de calmar la ira de su hermano. Jacob quiso tantear la situación para ver cómo salía de ella. Pienso que en verdad a Jacob le importaba muy poco lo que le pudiera suceder a todos los demás, con tal de que él pudiera “salvar su pellejo”. Por mucho tiempo, Jacob fue incapaz de comprender. Él estaba convencido de que tenía el control sobre sus propiedades, su familia, su vida y su futuro. Alguien ha escrito que: “Engañar y resistir es una táctica para sobrevivir” y parece que Jacob se creyó esa mentira.

Dios está obligado por Su naturaleza a completar la obra que inició en nosotros. Jacob tenía que enfrentarse, cara a cara, consigo mismo y su mala costumbre de engañar y defraudar a la gente. Dios no podía dejar a Jacob en el mismo lugar en el que lo encontró. La salvación lleva a la santificación. Si vamos a ser usados por Dios, si vamos a ver la vida desde una nueva perspectiva, si vamos a caminar para alcanzar una nueva dimensión en nuestra fe, nosotros tenemos que doblegarnos. Tenemos que CEDER, arrepentirnos y tenemos que rendirnos y entregarnos incondicionalmente a Dios. No estoy diciendo que hay que recibir a Cristo, ese es el primer paso, pero ese es solo el punto de partida. Tal vez tú, como Jacob, te hayas quedado allí. Tienes que buscar tu Penniel y rendirte a Dios y hacer Su voluntad, no tratar de que Dios te ayude a hacer la tuya, porque eso simplemente no va a suceder.

2 comentarios:

  1. Ya había escuchado que este refrán no es bíblico.. aunque nunca mas lo repetí.. es bueno conocer los principios de la Biblia. Gracias por su instrucción...

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  2. Sinceramente a cambiado mi manera de pensar... Gracias por su aporte.

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Le agradezco mucho su comentario.
Oscar