jueves, 21 de junio de 2012

Una caja de huesos importantes

Como sabemos, la arqueología es una ciencia que se dedica a reconstruir la historia a partir de los restos materiales de las civilizaciones que existieron antes que nosotros. Como toda ciencia, hay métodos y procedimientos científicos que se usan a fin de tratar de obtener la mayor exactitud y veracidad como resultado de los trabajos de campo.

Sin embargo, el atractivo de las antigüedades y su valor comercial ha hecho que durante muchos siglos los arqueólogos hayamos tenido que combatir a los robadores de riquezas arqueológicas, no solo por el delito de tomar lo que no es suyo, sino por el daño que ocasionan a los sitios arqueológicos que en muchas ocasiones son destruidos.

Desafortunadamente la mayoría de los grandes descubrimientos de la antigüedad, no han sido hallados por métodos científicos, sino por los robadores de tumbas. De ahí que los arqueólogos profesionales se resistan a aceptar fácilmente la autenticidad de reliquias y restos arqueológicos cuando estos no fueron obtenidos por los métodos científicos de esta disciplina.

Dicho esto, podemos entender mejor lo que me atrevo a calificar como el “caso arqueológico del siglo”. En el año 2002, el investigador francés de la Universidad de La Sorbona, André Lemaire escribió un artículo dando a conocer al mundo la existencia de un osario con una inscripción en arameo que identificaba el objeto como perteneciente a Santiago. Lemaire y la también paleógrafa de la Universidad de Hebrea, Ada Yardeni aseguraron que basándose en la evidencias que mostraba la escritura la misma era auténtica.

El osario de referencia fue mostrado al público por primera vez en el año 2002 en el Royal Museum de Ontario, en Canadá. La exhibición fue preparada para que los arqueólogos bíblicos e investigadores bíblicos que asistían a su reunión anual, pudieran ver esta pieza. Joseph Fitzmkyer de la Universidad Católica de América, reconocido como uno de los mejores expertos en escritura aramea del mundo, examinó y certificó que la inscripción del osario era autentica.
Desde los primeros momentos, el investigador y profesor Eric Meyers, de la Duke University fue un crítico escéptico sobra la autenticidad del osario. Él nunca ha podido aportar alguna prueba en contra de la autenticidad y fundamentalmente basa sus dudas en el hecho de que el osario no fue descubierto siguiendo los métodos científicos establecidos por la arqueología.

El propietario del osario es el Señor Oded Golán quien solicitó autorización a las autoridades de Israel para llevar el osario a Canadá y exhibirlo en el año 2002. El señor Golán aseguró la pieza en un millón de dólares y fue a Canadá. Fue entonces cuando el IAA (Israel Antiquities Authority (Autoridad en Antigüedades de Israel) a pesar de haber dado el permiso estalló y acusó al señor Golán de “fraude y engaño” aduciendo que el osario y su inscripción eran falsos.

La discusión ha tomado siete años y todavía no termina, pero un tribunal de Jerusalén que juzgó el caso declaró inocente al señor Golán. La más encarnizada lucha se ha producido entre lo que pudiéramos llamar la Escuela de Arqueología Bíblica Norteamericana y la Escuela de Arqueología Bíblica de Israel, a pesar de que esta última ha fallado en proveer alguna prueba o elemento que justifique su renuencia a aceptar la autenticidad del osario.

¿Qué hay detrás de todo esto? La inscripción del osario dice en arameo: “Santiago, hijo de José y hermano de Jesús”. Desde el inicio las autoridades académicas israelíes, lideradas por el investigador de la Universidad de Tel Aviv, Yuval Goren, han negado que la última parte de la escritura sea autentica, es decir: “hermano de Jesús”. Sin embargo, en el juicio celebrado recientemente, el señor Goren tuvo que reconocer que la pátina de la última parte de la inscripción muestra la misma antigüedad del resto.

¿Cómo comenzó la historia de la duda israelí? Joe Zias trabajó en un tiempo para el IAA y cuando se dio a conocer el osario al mundo él afirmó haber visto el osario en una tienda de antigüedades de Israel sin la última parte de la escritura. Como se podara suponer este fue el inicio del la tormenta. Pero unos meses antes de finalizar el juicio, el señor Joe le confesó a unos amigos que él solo estaba bromeando cuando hizo el comentario que generó este problema.

Lo más interesante del caso es que el señor Zias, al testificar en el juicio dijo que él nunca había visto el osario y que si lo hubiera visto, no hubiera notado la diferencia pues él no puede leer hebreo antiguo o arameo… La tienda de antigüedades en la que supuestamente Zias había visto el osario está en Jerusalén y pertenece a Mahmoud Abushakra quien testificó en el juicio que era imposible que Zias hubiera visto ese osario en su tienda, pues él nunca ha tenido allí ese osario.
¿Qué importancia tiene todo esto? En mi opinión es una forma más en la que las evidencias científicas corroboran la autenticidad y veracidad de la Biblia.

Dr. Oscar J Fernández es miembro de la Biblical Archaeological Society y de la American Archaeological Society, y es arqueólogo e investigador bíblico independiente.

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Oscar