sábado, 23 de agosto de 2014

Nuevos cielos y una nueva tierra

El profeta Isaías anticipó la creación de los cielos nuevos y la nueva tierra (65:17; 66:22). Esos capítulos de Isaías enfocan la venida del Mesías, el juicio y las condiciones gloriosas del reino, pero dejan de lado la esperanza de cambios aún más grandes. Dios hizo la tierra para ser la habitación perfecta de los seres humanos que creó a su imagen. Pero Satanás, el pecado y la muerte entraron y trajeron distanciamiento y sufrimiento, haciendo que la tierra fuera el territorio ocupado por el enemigo. Sin embargo, Dios obró en la historia para vencer a Satanás, el mal y sus consecuencias, así como para liberar a la tierra y el cielo de la esclavitud de la corrupción (Romanos 8:21).
Pedro escribió acerca de la destrucción de la tierra y los cielos por fuego y dice que después, habrá “cielos nuevos y tierra nueva” (2 Pedro 3:10–13). Aquí, Juan dice que “el primer cielo y la primera tierra pasaron” y que Dios hará “un cielo nuevo y una tierra nueva”. La palabra nuevo significa nuevo en calidad, un mundo fresco. Sin duda, el mundo será cambiado materialmente, pero las características más importantes son espirituales y morales. El Dios que es santo morará con el pueblo que él ha redimido, regenerado y glorificado. Así será el estado eterno que vendrá después del reino milenial y del juicio de 20:11–15.
En 21:1, Juan presencia una hermosa ciudad que va descendiendo del cielo, “la nueva Jerusalén”, bella y pura como una novia preparada para su marido. Los vv. 2–8 introducen la visión de la ciudad con sus características generales. Después, de 21:9 hasta 22:5, la descripción incluye más detalles.
Algunos ubican la nueva Jerusalén en el reino milenial. Sin embargo, el pasaje provee muchas evidencias de que esa ciudad caracteriza el estado eterno. En el orden de los párrafos, la nueva Jerusalén viene después del reino, de la última rebelión y castigo de Satanás, del juicio de los no creyentes y del anuncio del cielo nuevo y la tierra nueva. No habrá mar en el mundo y la ciudad tiene características físicas que no caben dentro del actual territorio de Palestina. La muerte, el dolor, los no creyentes, el pecado y el templo existirán todavía en el milenio, pero no en la nueva Jerusalén.
Como en la cena de las bodas del Cordero, creemos que la esposa incluye a todos los creyentes de todos los tiempos. Las doce tribus de Israel, así como los doce apóstoles de la iglesia, son recordados y honrados en las puertas y cimientos de la nueva Jerusalén.
Lo más sobresaliente de la descripción es la relación de Dios con su pueblo: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres y él morará con ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (21:3). El desastre del pecado rompió la relación, la comunión del hombre con su Creador, que lo hizo a su imagen para tener eterna comunión con él. La muerte del unigénito del Padre fue necesaria para destruir la barrera y restaurar esa relación. La maravillosa presencia de Cristo por el Espíritu Santo que mora en el creyente, es la primicia de una eternidad de unión y comunión con Dios (Romanos 8:9, 23; Colosenses 1:27).
Para los santos sufridos a través de la historia y, especialmente en la tribulación, Juan asegura que no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor “porque las primeras cosas pasaron” (21:4–5). Será un nuevo mundo.
Para el hombre o mujer que en cualquier época pregunte: “¿Qué debo hacer con Jesucristo?”, los vv. 6–8 le recuerdan las dos opciones. Cristo le invita: “Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. Si acepta el agua como un vencedor, “yo seré su Dios, y él será mi hijo”. Pero el que no confía en el Salvador será contado con los que “tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (comp. 20:14–15). La mención de los cobardes recuerda que en muchos lugares y tiempos, como en la tribulación, se requiere de mucho valor para escoger a Dios y arriesgarse a sufrir las consecuencias (Mateo 13:20–21; 24:9–10, 13). Todavía en el próximo capítulo, Dios presentará la elección que cada persona tiene que hacer. Así, en los últimos dos capítulos de la palabra de Dios, él sigue ofreciendo la posibilidad de tener una relación con él a través de su maravillosa gracia.


LA NUEVA TIERRA
     1. Dios y Cristo estarán con los hombres
     2. Dios y Cristo reinarán
     3. Serviremos a Dios y a Cristo
     4. Dios y Cristo la alumbrarán
     5. No habrá mar ni noche
     6. No habrá dolor ni muerte
     7. No habrá pecado ni pecadores
     8. La naturaleza será perfecta


El que tiene sed puede tomar del agua de la vida 22:16–17
El Señor, el Mesías, el hijo de David autentica de nuevo la veracidad del testimonio del ángel en este libro. También él recuerda a los lectores que el mensaje de Apocalipsis es para las iglesias. Los creyentes deben comunicar fielmente en las iglesias de todo tiempo el mensaje de fe, fidelidad, valor, adoración, pureza y esperanza. Las iglesias deben ver al Dios de autoridad y poder, de pureza y luz, de juicio y misericordia, y de victoria y justicia. “Estas cosas” incluyen los dos caminos de los vv. 14–15, el que es la entrada y el que excluye de la ciudad. Es un mensaje para las iglesias, porque Cristo sabe que hay muchos que sólo profesan ser de él. El v. 17 contiene dos ruegos. El Espíritu Santo, la iglesia entera y las congregaciones que escuchen la lectura del libro se unen a pedir el regreso de Cristo: “Ven”. La respuesta de Cristo se observa en el v. 20: “Ciertamente vengo en breve” 


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Oscar