Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez,
de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 1 Corintios 15:6
Cuando algo inusual
sucede, no resulta fácil que las personas crean que ese hecho fue real. Desde
los tiempos del Antiguo Testamento, legalmente era necesario que para probar la
veracidad de un hecho, se presentaran testigos y esa costumbre ha seguido
vigente hasta nuestros días.
Los testigos eran
personas que habían presenciado un hecho y afirmaban el evento. Como también
existían los testigos falsos, en los asuntos legales se requería que se
presentara a más de un testigo. Hoy día en las cortes de justicia, se sigue
usando a los testigos como un medio de llegar a la verdad de lo que sucedió en
determinadas circunstancias. Los testigos son una evidencia concluyente en
favor de la inocencia o culpabilidad de un acusado.
La resurrección de
Jesucristo de entre los muertos, fue un hecho tan sorprendente e inusual que la
gente no iba a creer la veracidad del mismo a menos que los apóstoles pudieran
aportar suficientes testigos que confirmaran lo que ellos habían visto y oído.
Las autoridades romanas se sumaron al decir de los líderes religiosos judíos
negando la resurrección y lanzando el rumor de que los apóstoles habían robado
el cuerpo de Jesús.
El apóstol Pablo,
tuvo un encuentro personal con el Cristo crucificado que cambió su vida por
completo convirtiéndose en un testigo incansable. Pablo no estaba presente
cuando el Jesús resucitado se le apareció a esta muchedumbre de testigos, pero
él oyó de otros que sí estuvieron y creyó por el testimonio de ellos que unió a
su propia experiencia personal corroborando el hecho.
El Cristo resucitado
ha seguido teniendo encuentros personales con millones de testigos por más de
dos mil años. Yo puedo dar testimonio de eso en mi vida. ¿Tiene usted una
experiencia similar? Jesús busca corazones contritos y humillados y se hace
evidente para que podamos testificar de Él.
Ese sigue siendo hoy día el testimonio más poderoso que podemos presentar.
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Oscar