Por Dr. Oscar J Fernandez
Mi pastor, el Dr.
Mike Glenn, acostumbra a decir: “El problema que tenemos con el mundo, no es
que seamos diferentes a la gente del mundo, es que no somos suficientemente
diferentes a la gente del mundo, y el mundo espera que los cristianos seamos diferentes”.
Esta es una gran verdad.
No hace mucho tiempo
me quedé anonadado, sin saber qué decir ante un hecho que aunque insólito, se
está repitiendo con demasiada frecuencia. Es como si la línea divisoria entre
la ética del mundo y la de algunas personas que asisten a nuestras iglesias y
se llaman y hasta creen ser cristianas se hubiera evaporado. No hay diferencias:
ni en lo que dicen, ni en lo que hacen, ni siquiera en lo que piensan.
Nací y crecí en una
iglesia bautista. Mi padre era diácono,
plantador de iglesias y ministro laico y tenía una relación muy estrecha con el
pastor que lideró aquella iglesia por 57 años. Recuerdo que cuando algún
miembro de la iglesia hacía algo que estaba en contra de los principios éticos del
cristianismo o de las creencias que decía profesar, se le aplicaban medidas
disciplinarias para hacerle meditar en
su falta y ayudarle a volver al camino. Desde niño recuerdo haber visto y
participado de varios de esos procesos, algunos culminaron con la victoria del caído
y otros con la partida definitiva, para no regresar nunca más.
Pero eso, rara vez
se aplica hoy día en alguna de las muchas iglesias que conozco en nuestra denominación.
Incluso he llegado a escuchar críticas muy fuertes sobre este procedimiento, que a propósito, es
bíblico. Conozco a más de un “caído” que simplemente se ha cambiado de lugar y
ha seguido las cosas como de costumbre. Doy gracias a Dios porque son más los
que he visto humillarse y pedir perdón a sus iglesias y comenzar el duro camino
de la rehabilitación.
Pienso que alguna
gente ha perdido el miedo de Dios. Él no es un ogro, pero tampoco es Papa Noel
para pedirle las cosas que queremos y no tenemos. He visto con dolor a muchas
personas que se llaman cristianas que en lugar de invitar a personas no
cristianas a visitar su iglesia donde puedan escuchar el mensaje de la
salvación, para quedar bien y agradar a esas personas las han invitado a ir a
los lugares que frecuentan las gentes del mundo. A lugares en los cuales el Espíritu
Santo se siente abochornado y contristado.
Como ya hemos dicho,
si las personas no creyentes no ven que vivimos y actuamos de manera diferente
a como lo hace el mundo, ¿de qué “cambio” les podemos hablar? No nos llamemos a
engaños: No podemos ser participantes de la naturaleza divina, si no dejamos
nuestra antigua manera de vivir y entregamos el total control de nuestras vidas
al Espíritu Santo. Esa es precisamente la fuerza que genera en nosotros tanto
el querer, como el poder. Por nosotros mismos esto es imposible, pero NADA hay
imposible para Dios.
Los cristianos
tenemos que huir de la corrupción que hay en el mundo. Pero no se puede huir de
algo, frecuentando los lugares dedicados a ese algo, bien sea que ese algo esté
en la TV, en el cine, en una tienda, en el trabajo, en la calle u en cualquier
otro lugar, incluso pudiera estar en la mente. Si usted lo hace, el Espíritu
Santo le reprenderá, y si lo hace y no siente la voz del Espíritu Santo reprendiéndole
por lo hecho, entonces hay grandes posibilidades de que el Espíritu no more en
usted. En ese caso, venga a Cristo que le está esperando para darle una nueva
vida en Él.
…por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas
promesas, para
que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo
huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”;
2 Pedro 1:4
que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo
huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”;
2 Pedro 1:4
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Oscar