sábado, 19 de diciembre de 2015

Lo siento mucho señor...

Por Dr. Oscar J Fernandez

 Por lo general celebramos la Navidad en la ciudad en la que vivimos, en parte porque a mi esposa se le hace difícil cancelar los turnos de sus pacientes, y también por la congestión en los aeropuertos y las carreteras.

Hace un par de años hicimos una excepción y nos fuimos a España para celebrar la Navidad con nuestros familiares que viven allá.

  Fui a buscar a mi esposa a su consulta donde se tuvo que cambiar de ropas para de allí salir directo para el aeropuerto. El estrés de los preparativos del viaje y de salir del trabajo para tomar un avión para viajar más de veinte horas lo predisponen un poco a uno.

Por añadidura, nada en los aeropuertos de los Estados Unidos, a no ser la gran cantidad de pasajeros, hacía pensar en la fecha en la que estábamos. Ni siquiera se veía nieve o se sentía frío por alguna parte.

Cuando se hacen reservacones de vuelo a última hora, por lo general los itinerarios son caprichosos, y ese era precisamente nuestro caso.

  Viajamos haciendo escala en Suiza. Al llegar al aeropuerto de Zúrich, me llenó de emoción ver que todo estaba adornado para celebrar la Navidad.

Me sentí triste al pensar que la nación que un día fue vista como cristiana, cada vez trata de dar más la espalda a Dios.

Al subir al avión de Swissairlines, me quedé paralizado por el asombro. Por los altoparlantes del avión se escuchaban coros de Navidad y villancicos y la aeromoza nos recibió con un sonoro ¡Feliz Navidad!,

  Ante mi cara, que debió ser de mucho asombro, muy gentilmente me dijo, lo siento mucho señor, pero nosotros aquí celebramos la Navidad y nos sentimos orgullosos de poder anunciárselo al mundo.

 ¡Gloria a Dios, dije! De todo corazón les felicité y animé. Tuve deseos de abrazar a aquella gente para expresarle mi alegría por lo que estaban haciendo.

¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
Lucas 2:14

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Oscar