martes, 24 de enero de 2017

¿Cuál es el problema?

Hace un tiempo hablaba con un líder de Estudios Bíblicos que quería renunciar porque el grupo que dirigía estaba languideciendo en lugar de crecer numéricamente. Le pregunté si había considerado la posibilidad de que estuviera haciendo algo, sin darse cuenta, que era la causa de la situación que estaba enfrentando. Entonces empezó a hacer comparaciones con otros grupos de Estudio Bíblico de la misma iglesia y me dio la impresión de que en el fondo de su mente, esta persona estaba casi convencida que los otros grupos se apropiaban de las visitas y nuevas personas que se unían a estudiar la Biblia. 

Aunque esta pudiera ser sin dudas una posibilidad, le invité a considerar algunas cosas que pudieran estar influyendo en los resultados que estaba enfrentando.

En primer lugar traté de hacerle ver que al igual que la sociedad cambia, los métodos de enseñanza también cambian. Hoy día resulta difícil mantener la atención de los presentes si el líder del estudio se limita a dar una conferencia de una hora. No importa lo erudito que sea ni lo bien que se haya preparado. Es necesario que en un grupo de Estudio Bíblico haya participación y más importante aún, que haya oración.

El líder tiene que orar diariamente y sin descanso por aquellas personas que Dios ha puesto a su cuidado. Y tiene que estar muy atento al obrar del Espíritu Santo durante el tiempo del estudio. Nunca debe perder de vista que lo más importante no es dar el estudio que preparó sino servir de instrumento para que Dios obre en las personas. Si solo puede abordar el primer tópico del estudio y una persona recibe a Cristo como Señor y Salvador, ese sin dudas es un gran estudio.

Luego le pregunté qué métodos usaba durante la semana, para estar en contacto con los miembros de su grupo.  Llamadas telefónicas, correos electrónicos, una tarjeta postal, mensajes de texto, Facebook, Instagram y otros; pero la respuesta fue que no tenía tiempo para eso.

Bueno ya eso es un problema, le dije. Y entonces le invité a analizar a otro grupo que estaba creciendo mucho, y del que tal vez sin darse cuenta y sin intención, se sentían celosos. ¿De dónde viene esa gente que se une a ese grupo? ¿Quién los trae? Su respuesta inmediata fue: los invitan los miembros del grupo.

Bueno, esa es la clave. ¿Y por qué los miembros de su grupo y usted no invitan? Y me dio una lista de razones por las cuales no invitaban. No considero que ninguna es en realidad válida, pero me parece que si nos encontramos enfrentando el mismo problema, nos pueden ayudar a considerar si tal vez estamos incurriendo en el mismo error.
Estas son algunas de las razones que me dio por las que no invitaban:

1.     “No conozco a nadie: Muchos de nosotros, cada semana estamos en contacto con personas que no asisten a la iglesia. Vamos a la misma escuela, trabajamos con ellos, son nuestros vecinos;  y hasta pueden vivir en la misma casa. Lo que a veces no hacemos es ver a esa gente como “ovejas sin pastor” (Mateo 09:36), como seres espirituales que tienen una gran necesidad de redención.

2.     “Yo no sé hablar”: Esto me hizo recordar a Moisés en la zarza ardiente en el desierto. Esta es una realidad: a nadie le gusta ser rechazado, especialmente después de asumir el riesgo de invitar a alguien a visitar la iglesia. Para muchos es más fácil evitar esa posibilidad, no invitando a nadie.

3.     “Nadie me ha pedido que invite”: Algunos miembros nunca piensan en invitar a otras personas, porque nadie les ha pedido que lo hagan. Esto en realidad es muy triste, ya que muchos no creyentes respondería positivamente a la invitación de venir de visita a la iglesia si alguien los invitara.

4.     “No es asunto mío que la gente venga a la iglesia”: En ocasiones erróneamente  algunos cristianos, para el trabajo de evangelización no ponen el énfasis en los hombres. En su afán de mantenerse concentrados solamente en Dios, andan con tanta cautela que consideran limitado su papel en la evangelización, incluyendo incluso el simple hecho de invitar a las personas a visitar la iglesia.

5.     Esta iglesia está muy lejos”: Vivimos en una sociedad móvil que promueve la asistencia a las iglesias que a veces están muy lejos de donde vivimos. Es un problema que haya miembros que manejan largas distancias para venir, pero no consideran que si invitan a alguien, esa persona va a estar dispuesta a manejar esa misma distancia.

Pero la lista es mucho más larga. ¿Qué razones le añadiría usted?
Si se encuentra enfrentado este dilema, o si estuviera tratando de ayudar a alguien que lo esté enfrentando, ¿qué medidas pudiera tomar para hacer frente a estas respuestas?


Haga la prueba: primero pregúntese a usted mismo por que no invita o por que no invita a más personas a visitar a su iglesia. Y luego pregúnteles a otros hermanos en la fe con los que tenga confianza. Tal vez descubran que el problema es que no están invitando lo suficiente porque se están protegiendo con escusas, para no cumplir con esta que es nuestra obligación… 

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Oscar