Hace un tiempo hablaba con un líder de Estudios Bíblicos que
quería renunciar porque el grupo que dirigía estaba languideciendo en lugar de
crecer numéricamente. Le pregunté si había considerado la posibilidad de que
estuviera haciendo algo, sin darse cuenta, que era la causa de la situación que
estaba enfrentando. Entonces empezó a hacer comparaciones con otros grupos de
Estudio Bíblico de la misma iglesia y me dio la impresión de que en el fondo de
su mente, esta persona estaba casi convencida que los otros grupos se
apropiaban de las visitas y nuevas personas que se unían a estudiar la
Biblia.
Aunque esta pudiera ser sin dudas una posibilidad, le invité a
considerar algunas cosas que pudieran estar influyendo en los resultados que estaba
enfrentando.
En primer lugar traté de hacerle ver que al igual que la
sociedad cambia, los métodos de enseñanza también cambian. Hoy día resulta
difícil mantener la atención de los presentes si el líder del estudio se limita
a dar una conferencia de una hora. No importa lo erudito que sea ni lo bien que
se haya preparado. Es necesario que en un grupo de Estudio Bíblico haya
participación y más importante aún, que haya oración.
El líder tiene que orar diariamente y sin descanso por aquellas
personas que Dios ha puesto a su cuidado. Y tiene que estar muy atento al obrar
del Espíritu Santo durante el tiempo del estudio. Nunca debe perder de vista
que lo más importante no es dar el estudio que preparó sino servir de
instrumento para que Dios obre en las personas. Si solo puede abordar el primer
tópico del estudio y una persona recibe a Cristo como Señor y Salvador, ese sin
dudas es un gran estudio.
Luego le pregunté qué métodos usaba durante la semana, para
estar en contacto con los miembros de su grupo.
Llamadas telefónicas, correos electrónicos, una tarjeta postal, mensajes
de texto, Facebook, Instagram y otros; pero la respuesta fue que no tenía
tiempo para eso.
Bueno ya eso es un problema, le dije. Y entonces le invité a
analizar a otro grupo que estaba creciendo mucho, y del que tal vez sin darse
cuenta y sin intención, se sentían celosos. ¿De dónde viene esa gente que se
une a ese grupo? ¿Quién los trae? Su respuesta inmediata fue: los invitan los
miembros del grupo.
Bueno, esa es la clave. ¿Y por qué los miembros de su grupo y
usted no invitan? Y me dio una lista de razones por las cuales no invitaban. No
considero que ninguna es en realidad válida, pero me parece que si nos
encontramos enfrentando el mismo problema, nos pueden ayudar a considerar si tal
vez estamos incurriendo en el mismo error.
Estas son algunas de las razones que me dio por las que no
invitaban:
1.
“No conozco a nadie”: Muchos de nosotros, cada semana
estamos en contacto con personas que no asisten a la iglesia. Vamos a la misma
escuela, trabajamos con ellos, son nuestros vecinos; y hasta pueden vivir en la misma casa. Lo que
a veces no hacemos es ver a esa gente como “ovejas sin pastor” (Mateo 09:36),
como seres espirituales que tienen una gran necesidad de redención.
2.
“Yo no sé hablar”: Esto me hizo recordar a Moisés en la zarza ardiente en el
desierto. Esta es una realidad: a nadie le gusta ser rechazado, especialmente
después de asumir el riesgo de invitar a alguien a visitar la iglesia. Para
muchos es más fácil evitar esa posibilidad, no invitando a nadie.
3.
“Nadie me ha pedido que invite”: Algunos miembros nunca piensan en invitar a otras
personas, porque nadie les ha pedido que lo hagan. Esto en realidad es muy
triste, ya que muchos no creyentes respondería positivamente a la invitación de
venir de visita a la iglesia si alguien los invitara.
4.
“No es asunto mío que la gente venga
a la iglesia”: En ocasiones erróneamente algunos cristianos, para el trabajo de
evangelización no ponen el énfasis en los hombres. En su afán de mantenerse
concentrados solamente en Dios, andan con tanta cautela que consideran limitado
su papel en la evangelización, incluyendo incluso el simple hecho de invitar a las
personas a visitar la iglesia.
5.
“Esta iglesia está
muy lejos”: Vivimos en una sociedad móvil que promueve la asistencia a las
iglesias que a veces están muy lejos de donde vivimos. Es un problema que haya
miembros que manejan largas distancias para venir, pero no consideran que si
invitan a alguien, esa persona va a estar dispuesta a manejar esa misma
distancia.
Pero la lista es mucho más larga. ¿Qué
razones le añadiría usted?
Si se encuentra enfrentado este
dilema, o si estuviera tratando de ayudar a alguien que lo esté enfrentando, ¿qué
medidas pudiera tomar para hacer frente a estas respuestas?
Haga la prueba: primero pregúntese a
usted mismo por que no invita o por que no invita a más personas a visitar a su
iglesia. Y luego pregúnteles a otros hermanos en la fe con los que tenga
confianza. Tal vez descubran que el problema es que no están invitando lo
suficiente porque se están protegiendo con escusas, para no cumplir con esta
que es nuestra obligación…
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Oscar