miércoles, 6 de junio de 2018

ESTUDIO DE ÉXODO (16)


DÉCIMO SEXTA SEMANA

Mi mamá siempre estaba dispuesta a ayudar y servir a cualquier persona más allá de lo que humanamente parecía lógico. Nunca ayudó a alguien esperando que le pagaran el favor o pensando ganar algo por la ayuda prestada. Pero en ciertas ocasiones, usaba una frase para describir a algunas personas cuando la defraudaban al tener una actitud contraria a lo que se esperaba que ellas hicieran. En esas ocasiones solía decir: «Es como el perro del hortelano». Una vez le pregunté qué ella quería decir con esa frase y me dijo: ¡Que son malagradecidos!

Pienso que esa es una expresión muy folclórica que sirve, para de un solo brochazo, pintar un cuadro de la ingratitud. Desafortunadamente el mundo está lleno de gente malagradecida. No hace mucho, uno de mis mejores amigos me preguntó cuál había sido la experiencia más frustrante de mi jubilación. Sin dudar un segundo le respondí: «La gente malagradecida». La imagen que vino instantáneamente a mí fue la de muchas decenas de personas, que durante mi carrera profesional me mostraron una amistad que yo tenía como un preciado tesoro. Sin embargo, al jubilarme esas personas desaparecieron por completo, incluso muchos «desamigándome» de sus páginas de FB.
Mi amigo me respondió que él tenía la misma triste experiencia, y que el motivo era muy simple. ¡Nunca fueron amigos! En realidad, solo se trataba de gente interesada que buscaban que les publicaran un libro o un artículo, que les dieran algún trabajo por contrato, que les mandaran algún libro o Biblia gratis, o que les resolvieran algo que deseaban y que estaba a nuestro alcance hacer. En verdad, son gentes como el «perro del hortelano».

Gracias a Dios tengo muchos, que son verdaderos amigos y lo han demostrado con los años en las buenas y en las malas. Pero es cierto que hay mucha gente malagradecida. El pueblo de Israel padecía de esa misma «enfermedad» y cada vez que algo no iba conforme a lo que esperaban, le volvían la espalda a Dios olvidando todo lo que había hecho por ellos.   

 PENSAMIENTO INICIAL:
          
Cuando enfrentemos circunstancias difíciles, debemos meditar en las bendiciones que Dios nos ha dado en el pasado y las que nos está dando en el presente.

Éxodo 15:22-27 CUANDO SE PADECE DE MALA MEMORIA

Éxodo 15:22-27  
22E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. 23Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. 24Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? 25Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó; 26y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador. 27Y llegaron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas.

ANALIZANDO EL PASAJE BÍBLICO:
Inmediatamente después de realizar un viaje seguro caminando a través del Mar Rojo y cantar una canción para exaltar el nombre del Señor, los hijos de Israel comenzaron a avanzar dirigiéndose hacia el Monte Sinaí. Pero debemos observar cómo se quejaban constantemente. Yo creo que todos podemos entender que el agua es muy necesaria, y que esa necesidad se siente mucho más fuerte si tenemos que caminar por el desierto, pero más bien es sorprendente que ellos se quejaran de Moisés, especialmente después de haber experimentado la dramática y extraordinaria aventura de cruzar el Mar Rojo. Pero es más asombroso todavía que después que Dios, de manera milagrosa saciara la sed de ellos en la Fuente de Mara, todo el pueblo de Israel se quejara de Moisés y de Aarón estando el pueblo en el «desierto de sus pecados».

Para nosotros resulta muy fácil juzgar, haciéndonos un juicio de los israelitas por su mala memoria y por ser tan malagradecidos, pero pocas veces nos ponemos a reflexionar en la manera en la que nosotros vivimos nuestras vidas como cristianos. ¿Con qué frecuencia nos olvidamos de las bendiciones recibidas, cuando nos enfrentamos a alguna dificultad? El apóstol Pablo en Filipenses 2:14-15 nos exhorta a ser un buen ejemplo para los que no son cristianos diciendo: «14Haced todo sin murmuraciones y contiendas, 15para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo».   
      
Presta mucha atención pues voy a tratar de desmenuzar este asunto. Insisto una vez más, después de lo que el pueblo de Israel había visto y experimentado era para que ninguna sombra de duda pudiera aparecer. Dios los había librado de todas las dificultades que habían enfrentado, pero, tres días después de estar caminando por el desierto, sintieron sed. Es real, tenían una necesidad, pero lo cortés no quita lo valiente.

Los hijos de Israel habían disfrutado en Egipto de una tierra de abundancia sin restricciones de agua. Ahora, piensa que de repente, después de cruzar el Mar Rojo se enfrentaron a nuevas circunstancias. El gran problema ahora era que el agua ya no estaba disponible. Por donde andaban ellos no había cisternas como en Egipto y no habían logrado encontrar alguna fuente de aguas vivas. 

Piensa por un momento en la similitud que tiene aquella situación con nosotros hoy: Creo que esta es la experiencia de cada hijo de Dios que ha nacido de nuevo. Después de recibir la salvación, el creyente descubre que las «cisternas de Egipto» no satisfacen sus necesidades. Entonces comienza un período de «sed espiritual». Ese es el período de tiempo del que Pablo habla en Filipenses 3:7 cuando dice: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo». Entonces el apóstol revela una gran sed y un tremendo anhelo, cuando añade en el versículo 10: «a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte». Esta es, sin dudas, la experiencia de un hijo de Dios después de ser redimido.

Siempre va a existir un viaje al desierto después de que eres salvo. Vas a tener mucha sed, y las «cisternas de Egipto» ya no te van a satisfacer. Vas a comenzar a buscar agua, pero en realidad no sabes dónde pudieras encontrarla. En ese momento, sabes muy poco de la Biblia y va a ser muy difícil encontrar el camino por ti mismo. Por eso Jesús instituyó a la iglesia para lograr ese propósito. No es que nos interese llenar los bancos de gentes para alardear. Es que Jesús compró a la iglesia con Su sangre para ayudar a los nuevos creyentes para que puedan saciar su sed espiritual en ella. Dice en Juan 7:37 «En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba». ¡Qué cosa tan maravillosa es poder venir a Jesús!

Buscar algo y no encontrarlo produce una gran frustración. De manera que podemos tratar de situarnos en la posición de los hijos de Israel en este momento. Pero si usted encuentra lo que usted necesita desesperadamente y resulta que no sirve, el nivel de frustración puede alcanzar niveles inimaginables. Y esta es la situación que van a enfrentar ahora. 

Al llegar al lugar, no pudieron beber de las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso su nombre es Mara. Y cuando la gente se siente muy frustrada, por lo general ataca a otros como una especie de forma de escape, entonces el pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: ¿Qué vamos a beber?
Ahora quiero que prestes mucha atención:
1) Los hijos de Israel evidentemente tenían una necesidad.
2) Cuando lograron descubrir lo que necesitaban para suplir su necesidad, el agua era amarga.
3) Sin embargo, Mara estaba en el camino por el que Dios los había guiado.
Y ¿qué significa eso?


Puede que no te des cuenta todavía, pero déjame decirte que el “oasis de Mara” es una experiencia normal en la vida cristiana. Cuando un cristiano tiene una experiencia amarga, es algo muy desconcertante. Muchas personas se preguntan: ¿Por qué Dios permite que me pase esto a mí?

Yo no puedo decirte por qué ciertas cosas le suceden a los cristianos, pero sí puedo garantizarte que Dios no los está castigando. ¡Él los está educando y preparándolos para algo! El Señor dijo: "En el mundo tendréis aflicción". Justo en tu camino hay un “Mara”. En el camino de cada creyente hay un Mara, pero Dios lo arregló todo. Alguien dijo: "Las decepciones son citas de Dios". Personalmente he experimentado que esto es verdad. Hay muchas frustraciones, desilusiones, traiciones y tristeza en la vida. Tus planes se pueden romper como un castillo de arena hecho en la playa, cerca de donde llegan las olas del mar. 

Tu Mara puede ser una pequeña tumba en la ladera de algún lugar. O puede tener mil formas diferentes. Yo, personalmente he enfrentado más de una vez un “Mara”. Y te puedo asegurar una vez más, que todos tenemos o tendremos que enfrentar alguna vez nuestros Maras. No los puedes obviar o pasar por alto. No puedes desviarte ni pasar alrededor, no hay forma de omitirlos ni de hacer un túnel para pasar por debajo de ellos. Simplemente son cosas que tenemos que enfrentar. No son experiencias agradables. Son cosas que nos marcan con fuego para toda la vida. Es como si Dios usara un hierro candente para marcarnos.

Recuerdo que mi suegro tenía una finca a donde me encantaba ir y llevar a nuestros hijos cuando eran pequeñitos. En una ocasión fuimos en la primavera y mi suegro me dijo que se tenía que levantar muy temprano porque tenían que marcar unos terneros. Yo nunca había visto eso y le pedí ir con él. La aventura comenzó siendo muy interesante para mí, hasta que comenzaron a marcar a los terneros. La cosa comenzó con la persona que iba a marcar los terneros escogiendo el hierro que tenía la marca adecuada que colocó sobre el fuego. Finalmente aguantaron al ternero y el hombre puso el hierro ardiente sobre la piel del indefenso animal. ¡Recuerdo cómo bramaba! Me hizo sentir muy triste escucharlo llorar. Pero desde aquel momento todo el mundo sabía a quién pertenecía aquel ternero. Le pregunté a mi suegro por qué hacía eso. Y con mucha sabiduría y simpleza me contestó: Porque ahora no se puede perder, ya se sabe de dónde es. Y Dios hace eso mismo con nosotros.

El agua de Mara era muy amarga, ¿qué fue lo que la hizo dulce? La Biblia dice que fue un árbol arrojado al agua lo que la hizo dulce. Pero quiero que observes algo muy curioso y tal vez un poco extraño. En Deuteronomio 21:23 dice: “…maldito por Dios es el colgado”. Por su parte, el apóstol Pablo en Gálatas 3:13 reafirma lo dicho en Deuteronomio al decir: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)». Jesucristo murió en un madero, y ¡es esa cruz la que hace dulces las experiencias amargas de nuestras vidas! Jesús probó la muerte por cada hombre y le quitó su poder a la picadura a la muerte. Dice en 1 Corintios 15:55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Esta es la victoria que Jesús nos da. Es la cruz de Cristo lo que hace dulces las experiencias amargar de la vida.

Luego de enfrentar la experiencia de las aguas amargas de Mara el pueblo de Israel siguió su camino hacia la Tierra Prometida y llegaron a un lugar llamado Elim en el que había doce fuentes de agua, y sesenta y seis palmeras, y entonces se asentaron allí junto a las aguas. Elim fue un lugar de abundante bendición. Había palmeras y pozos de agua. 

¿Notaste que después de la amargura de Mara, Dios trajo a Su pueblo a Elim? El pueblo no seguía las orientaciones de un GPS ni tenían un mapa para guiarse para ir a un lugar que no sabían dónde estaba. Dios le había dicho a Moisés que Él le mostraría la tierra que les daba como herencia. Dios los guiaba de día y de noche con una columna de nubes y una columna de fuego. ¿Te das cuenta que no llegaron a Mara por una casualidad o error? ¿Notas que tampoco llegaron a Elim por una casualidad?

El llanto puede durar una noche entera, pero por la mañana vendrá la alegría. Simón Pedro pudo ser encerrado en una prisión tenebrosa, pero el ángel abrió la puerta. Pablo y Silas pudieron ser encerrados a medianoche, pero un terremoto los liberó. Créeme que hoy también hay un Mara que vamos a enfrentar en nuestro peregrinar por esta vida. Yo no aprendí eso en los libros, yo también he experimentado Maras muy amargos. Pero te garantizo que también siempre habrá un Elim esperando por nosotros. El plan de Dios es para nuestro bien y siempre nos lleva de un Mara a un Elim. 

Escudriña la Escritura y verás que esta es una experiencia que se repite. ¿Te acuerdas de José cuando estaba en la cisterna en el desierto? ¿Te acuerdas de Elías? ¿Te acuerdas de David? ¿Te acuerdas de Daniel? Y nada qué decir de Moisés cuya vida estamos estudiando cada semana. Yo estoy seguro de que tú y yo también hemos tenido o tendremos una experiencia amarga en nuestra vida. Pero recuerda siempre que más allá de cada Mara hay un Elim. Más allá de cada nube, está el sol. Más allá de cada sombra, está la luz. Más allá de cada prueba, hay un triunfo y más allá de cada tormenta, hay un arco iris. Esta es la forma en que Dios nos guía. Todas estas cosas le sucedieron al pueblo de Israel para que nos sirvieran como ejemplos a nosotros.

PARA REFLEXIONAR:
¿Por qué es fácil olvidar las bendiciones recibidas cuando enfrentamos pruebas difíciles?

REFLEXIÓN INDIVIDUAL:
 ¿Recuerdas haber encontrado algún Mara en tu peregrinar cristiano?
¿Qué recuerdas de esa experiencia?
¿Cómo llegaste a ella?
¿Cómo terminó?
¿Pensaste en algún momento que Dios te estaba castigando?
¿Qué enseñanza sacaste de aquella experiencia?
¿Cómo ves hoy a la mano de Dios obrando en aquella situación que enfrentaste?
¿Recuerdas haber llegado a tu Elim?
¿Cómo fue esa experiencia?
¿Cómo ves hoy a la mano de Dios obrando en aquella experiencia?

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Oscar