martes, 14 de julio de 2009

La muerte de Lázaro...

Cuando Jesús decidió ponerse en marcha, sus discípulos se prepararon para ir a un funeral, de acuerdo a las costumbres de los judíos. Ninguno de ellos tenía, ni siquiera una leve idea, de lo que pudiera suceder en Betania. Este no era un caso común, era alguien que había muerto, se había realizado el velorio y había sido enterrado. Una parte de los que habían asistido a las “honras fúnebres” todavía estaban con las hermanas del difunto, siguiendo la costumbre judía.

Al cuarto día… Algunos suponen que la mención de cuatro días se debe más bien a la superstición de que el espíritu de un muerto se quedaba tres días al lado del cuerpo con la esperanza de que resucitaría. Después de los tres días, se creía que el espíritu se retiraba definitivamente, habiendo perdido toda esperanza de poder reincorporarse al cuerpo. Juan estaba indicando a los que tenían esta creencia que sólo un gran milagro de Dios lograría la resurrección de Lázaro cuyo cadáver ya empezaba a descomponerse. No era posible que un cadáver de más de tres días pudiera estar en perfecto estado.

Juan señala que Marta salió al encuentro de Jesús. Marta no sólo se apresuro a encontrar a Jesús si no que también “abrió su boca”. Personalmente considero que las palabras de Marta expresan un lamento, un pesar y no un reproche como algunos comentaristas señalan.
21 “… Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Y Juan añadió en el versículo 22, “ Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará…” La confianza que Marta expresa en Jesús puede entenderse como una confianza absoluta en la relación íntima que Jesús tenía con Dios. Es una muestra de fe. Es el obrar esperando en Dios, cuando la lógica, la razón y la experiencia humana indican que no hay ni posibilidades ni esperanzas. Cuando las fuerzas y capacidades de los hombres no pueden obrar, entonces es que Dios se complace en hacerlo.

Pienso que la respuesta de Marta, sin embargo muestra, que ella creía que Jesús no hablaba de una resurrección inminente. Eso nunca había ocurrido antes, no había algún antecedente de un cadáver que luego de estar por cuatro días en una tumba, resucitara y saliera caminando. ¿Por qué habría de suceder ahora? Juan 11:24 dice: “Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”. Ahora bien, existía un conflicto en las creencias de los judíos: Los fariseos enseñaban una resurrección en el día final para los verdaderos israelitas, pero los saduceos negaban que esa esperanza fuese cierta. Probablemente muchos de los que habían venido a consolar a las dos hermanas les habían hablado de la esperanza de la resurrección en el día final siguiendo la creencia de los fariseos.

La respuesta de Marta dio lugar a una de las declaraciones más importantes que aparecen en el Evangelio de Juan, la afirmación por parte de Jesús de su deidad y su identificación con el Padre. La expresión usada fue: “Yo soy” en griego ego eimi. Veamos Éxodo 3:14 en donde se usa la misma expresión. Esta expresión es enfática por su ubicación en la frase y por el empleo del pronombre personal. Describe el “ser y la naturaleza eterna” de Jesús, quien es “el Alfa y la Omega[…] el que es, y que era y que ha de venir”…

También, esta es la primera ocasión en la que Jesús declara explícitamente que Él es la vida. Esta expresión se refiere a la vida eterna que sólo Cristo ofrece a los que creen en Él. El verbo creen es seguido por la preposición griega eis que califica al verbo, dando el significado de una confianza personal y un compromiso que se extiende a toda la vida, y no se limita a un momento. La implicación es que en el momento en el que una persona muera, al instante vivirá, es decir, su alma no quedará en la tumba hasta el fin del siglo, como enseñaban los fariseos y como algunos hoy día hablan del “sueño prolongado del alma”. La expresión no morirá… {no [οὐ μὴ] } traduce el doble negativo griego, que es la forma más enfática de expresar la negación y equivale a decir: “no morirá en absoluto para siempre”

Juan 11:28-37
28Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. 29Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. 30Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. 31Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. 32María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. 33Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 34y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. 35Jesús lloró. 36Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. 37Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?

Hubo algo que Jesús no pudo lograr… A pesar de que Jesús permaneció fuera del poblado después de hablar con Marta, tal vez esperando a María no pudo lograr pasar inadvertido… Al salir María de la casa, fue seguida por los judíos que habían venido a consolarla que pensaban que ella se dirigía a la tumba, estos al ver a María hablando con Jesús se preguntaron si Él no hubiera podido hacer algo para evitar que Lázaro muriera y como ejemplo tomaron el milagro que Jesús hizo al darle la vista al hombre ciego de nacimiento hecho que tenía consternados a los judíos.

Juan 11:38-44
38Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 40Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? 41Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. 43Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

Quiero insistir en este versículo: “Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir…” Juan 11:44. Observemos que Hay dos cosas importantes que se revelan en dos palabras usadas en el versículo 35. Primero, el término lloró que es una traducción del verbo dakruo, y aparece usado en un tiempo verbal que se llama aoristo, y se refiere específicamente a un acto que ocurre de forma instantánea y no es continua. Este verbo es distinto del que se emplea en los versículos anteriores donde se refiere a un “llorar a gritos”. En cambio, el verbo que describe la acción de Jesús significa derramar lágrimas en silencio. Inclusive, el término para “lágrima” dakru, se deriva de este verbo. En el mismo Evangelio en el que se afirma de la manera más clara la deidad de Jesús es también en el que más claramente se nos revela el lado más profundamente humano de su vida. No sé si he logrado explicar esta complejidad tan simple: Jesús es Dios y es hombre. Es divino y humano. Tiene los atributos de Dios y los de un hombre común. Y Juan trata de expresar este complejo concepto de una manera muy simple.Estas lágrimas revelan la naturaleza humana, compasiva y sensible del Mesías. Esto es obviamente, un rasgo de la naturaleza de Dios que a pesar de no ser humano, conoce la humanidad…

Mañana terminaremos de estudiar este milagro…

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Oscar