sábado, 12 de septiembre de 2009

¿Cómo puedo saber si voy al cielo?

¿Cómo podemos saber si vamos al cielo? Como se diría en los Estados Unidos, esa es una “buena pregunta”. Veamos qué nos enseña la Biblia. Hace unos días una persona nos preguntaba acerca de esto. Había visto la película “Dejados atrás” y se había quedado en estado de shock. Parece que nunca antes se había enfrentado con la posibilidad de que no fuera a ir al cielo.

En Apocalipsis 21:27 leemos: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. (RV60). Me parece que esta es una afirmación poderosa. Se me ocurre pensar que es como una especie de “reservación”. Si usted pretende viajar a algún lugar y va a usar un medio de transporte público, tiene que hacer una reservación. No basta con llegar a la ventanilla del aeropuerto y decir: “Fíjese yo voy para Cali”. De seguro le pedirán su boleto. No yo no tengo boleto, pero soy bueno, mi papa es fulano, o yo hago muchas buenas cosas… En realidad esto no funciona, le van a decir, si no tiene el boleto y una reservación, no hay viaje.
¿Cómo funciona esta reservación, en nuestro caso?

Las personas que no aceptan la invitación de Cristo para perdonarles sus pecados, no tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero. Usando la analogía de nuestro ejemplo, no tienen reservación ni boleto. En el caso del viaje a Cali, tratará de comprar un boleto a última hora, o a lo mejor le dirán: Lo siento, ya todos los boletos están vendidos. En el caso del viaje a la vida eterna, la cosa es más seria y trágica, ya que en ese día no valdrán las excusas y desafortunadamente, después de la muerte no hay algo que se pueda hacer.

¿Podemos saber ahora a dónde iremos cuando muramos? ¡Claro que sí podemos! No se deje engañar por Satanás que es el “padre de las mentiras” y tratará, por todos los medios, de sembrar las dudas en su corazón. En 1 Juan 5:13 nos dice que tenemos vida eterna y que vamos para el cielo: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. (RV60)

Ahora déjeme hacerle una pregunta muy personal: ¿Sabe usted dónde va a pasar la eterrnidad?

Durante algunos años tuve que viajar, casi constantemente por motivos de trabajo. Era frecuente que al despertarme en la mañana no supiera dónde me encontraba. Yo no soy bueno para orientarme, menos aún en ciudades y países desconocidos. Solamente en American Airlines viajé más de 350,000 millas, de manera que siempre tenía que andar con mapas y luego pude añadir un GPS para facilitar mi ubicación.

En el Salmo 103: 10 y 12 leemos: “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. […]Cuanto está lejos el oriente del occidente,Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. (RV60)

Esta es una hermosa promesa que se ratificó por medio de Jesucristo y su sacrificio en la cruz del Calvario. ¡Pero este perdón no es AUTOMÁTICO! Es necesario que nosotros reconozcamos nuestra situación y nos arrepintamos, que en lenguaje “popular” equivale a decir: Detenerse, dejar de hacer lo que desagrada a Dios y comenzar a andar por un nuevo camino que agrade al Señor. En Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. (RV 60) y 1 Juan 1:9 añade: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. (RV 60). La confesión es el RECONOCIMIENTO, por nuestra parte, de nuestras ofensas a Dios. Pero debemos confesarnos CON Él, ya que Dios es el único que puede perdonarnos, pues es el ofendido.

Jesucristo, que siendo Dios tomó la forma humana para acercarse a nosotros, le ofrece a todo el mundo el regalo del perdón, la salvación y la VIDA ETERNA, dice en Apocalipsis 22:17: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. (RV 60). Pero hay un hecho al cual quiero que le preste mucha atención: ¡No podemos ganarnos la Salvación! Esto no depende de nosotros, sino de Dios. No hay algo tan sumamente bueno que usted pueda hacer que le abra las puertas del cielo. Ni hay algo tan sumamente malo que pueda haber hecho, que le cierre las puertas del cielo. No depende de nuestra justicia, sino de la justicia de Dios, dice en Efesios 2:8-9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. (RV 60)

Estimado amigo, no cometa este trágico error. No asuma que es cristiano y que por lo tanto va a ir al cielo porque va a la iglesia los domingos, o porque su familia lo ha llevado a la iglesia desde que nació. Para que pueda hacer su reservación, es necesario que usted tome la decisión de aceptar el sacrificio de Cristo. Esto es un asunto individual, personal, no es familiar. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Señor y Salvador personal, y entregamos nuestra vida y nuestra voluntad a la de Él; entonces podemos tener la seguridad de que nuestro nombre será escrito en el Libro de la Vida del Cordero. No se deje engañar por los “falsos maestros”. La ecuación es bien simple y se puede resumir así:
Para los que conocen a Cristo, su lugar es el cielo.
Para los que rechazan a Cristo, su lugar es el infierno.
No hay términos medios, no hay lugar al CASI. Se es o no se es. Se está o no se está. . Leamos Isaías 55:6: “Buscad al SEÑOR mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cerca”. (LBLA). El Apóstol Juan dice en Juan 14:6: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”.(RV60) Lucas recoge una afirmación de nuestro Señor que debiera hacernos meditar dice en Lucas 11:23: “El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama”. (LBLA).

El pueblo de Israel pasó cuarenta años en el desierto, de manera que sabían apreciar mucho el valor del agua, sobre todo cuando la sed quemaba la garganta. Es frecuente encontrar en la Biblia referencias al agua para los sedientos, pero me llama poderosamente la atención que la última invitación en Biblia, use estos términos. Es como si terminara con una invitación final, ofreciendo un último chance. Dice en Apocalipsis 22:17: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. (RV60).

Jesús y el cielo se nos ofrecen de gratis. No hay costo porque Jesús pagó el precio que debíamos pagar nosotros. Entienda eso: Fuimos creados para una persona y un lugar: Jesús y el CIELO.

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Oscar