viernes, 13 de noviembre de 2009

Conozcamos a Dios

En el mes de enero de este año realicé una serie de estudios sobre algunas características de Dios que podemos notar a partir de los nombres con los que se le designaba en el Antiguo Testamento. Estos estudios están en los archivos de este blog, si desea consultarlos vaya a estudios anteriores en la columna estrecha de la izquierda.

El asunto es que he recibido muchas solicitudes en relación con este tema. En verdad, para nosotros es imprescindible conocer a Dios. Voy a hacer dos o tres estudios que complementen a los que ya publiqué anteriormente en este blog. Las personas pueden tener un conocimiento intelectual de Dios, pueden saber muchas cosas sobre Él, y no conocerlo. Incluso es posible que algunas personas que vemos cada domingo en la iglesia, no hayan tenido nunca una experiencia con Dios.

Me propongo en esta breve serie de estudios a ayudar a mis lectores a conocer a Dios. Comencemos haciéndonos una pregunta. ¿Cómo podemos conocer a Dios, el Padre?
Déjeme comenzar diciendo que este concepto de Dios como Padre está desarrollado más ampliamente en el cristianismo del Nuevo Testamento que en el Antiguo Testamento. Pero en algunos pasajes del AT como 2 Samuel 7:14 y en Salmos 2:7 se presenta JVHV como Padre.

Jesús de manera especial hizo en Dios como Padre. Vemos pasajes en los que Jesús se refiere a Dios como “mi Padre”, por ejemplo Mateo 7:21 y 11:27; Lucas 10:22; Juan 5:17, 5:43 y 6:32. También Jesús le llama “el Padre” como en Mateo 11:27; Lucas 10:22, Juan 5:19-30, 37 y 45.

También se presenta se presenta un énfasis en Dios como Padre de todos los que siguen a Cristo por ejemplo en Mateo 5:45 y 48; Mateo 6:1, 4, 6 y 18.
Observe que Jesús oró a su Padre Mateo 11:25 y Juan 17:1-26. Me parece ver una distinción clara de personas entre el Padre y el Hijo, aunque sean uno, este es el misterio de la Trinidad que nuestra mente finita y humana no puede comprender a cabalidad. Si leemos Mateo 6: 9-13 y Juan 16:23 me parece percibir la enseñanza del Maestro para que nosotros también hagamos esta distinción entre el Padre y el hijo.
En mi reciente viaje a Israel una de las cosas que me llamaron la atención es que los hebreos no tienen las facciones como las que pintaron a Jesús los artistas del renacimiento. Las imágenes de Jesús, a veces se ven hasta feminoides, y evidentemente Él fue un hombre fuerte y resistente. Lo mismo ocurre con nuestra imaginación hoy día. Algunas personas proyectan las imágenes que tiene de sus padres terrenales para imaginarse al Padre celestial.

Tal vez sería bueno detenernos un momento para orar y pedirle a Dios que nos dé una visión bíblica y realista de Él. Yo trataré de ayudarle a alcanzar esa meta con estos estudios y los anteriores que puede leer en los archivos de este blog.
Debemos entender que una relación con Dios, necesariamente incluye a las tres personas de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo. Comencemos explorando el significado y la implicación que tiene el que Dios sea nuestro Padre.

Leamos Éxodo 33:18-23 en LBLA
18 Entonces Moisés dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.
19 Y El respondió: Yo haré pasar toda mi bondad delante de ti, y proclamaré el nombre del SEÑOR delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión.
20 Y añadió: No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir.
21 Entonces el SEÑOR dijo: He aquí, hay un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña;
22 y sucederá que al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado.
23 Después apartaré mi mano y verás mis espaldas; pero no se verá mi rostro.

Si quiere tener una idea del contexto en el que se produce esta escena, vaya al estudio que publiqué la semana pasada en este blog. En Éxodo 32 se nos presenta la narración de cuando el pueblo edificó en becerro de oro que Moisés destruyó junto con las tablas de piedra con los Diez Mandamientos que Dios acababa de darle. Dios juzgó con severidad la idolatría de Israel y Moisés intercedió con fervor a favor del pueblo. Moisés levantó entonces el Tabernáculo, fuera del campamento, para poder encontrarse con Dios, vea Éxodo 33:1-11; los versículos 12 al 17 recogen una intensa conversación entre Dios y Moisés en la el Señor prometió que honraría el ruego de Moisés de que permaneciera con el pueblo.

Después de estos hechos Moisés hizo una extraña petición. Le pidió a Dios que le “mostrara su gloria”. Moisés quería una manifestación especial, como una muestra de que Dios nunca abandonaría al pueblo de Israel. Seguramente que Moisés no se dio cuenta de lo que estaba pidiendo. Dios se encarga de señalarle a Moisés lo que está pidiendo cuando le dice: “No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir”.

La presencia del infinito y santo Dios abrumaría y destruiría a un ser humano finito y pecador, por lo que el Señor en su gracia, le negó el pedido a Moisés. Sin embargo, accedió a darle en parte lo que el patriarca deseaba: una manifestación especial de su divina presencia. Dios decidió permitirle a Moisés ver que el Señor tiene misericordia y clemencia. Dios ha elegido revelarse a nosotros de diferentes formas.

Déjeme darle algunos versículos para que examine lo que ellos le dicen sobre Dios: Éxodo 15:11; Salmos 103:6-8; Jeremías 32:26-27; Salmos 89:6; Isaías 55:6-7 y Joel 2:11-13.

Dios colocó a Moisés probablemente en una cueva en la ladera del monte Sinaí (Éxodo 34:4) y le dijo que cuando su gloria pasa junto a la roca, Él iba a cubrirlo con su mano. De eta forma el Padre iba a proteger a Moisés de la infinita fuerza de su presencia para que él viera sus espaldas, no su rostro. Claro está que tanto el rostro como la espalda son expresiones metafóricas. El mensaje es que Moisés no podía experimentar la PLENA PRESENCIA DE DIOS (Su rostro) sino solo su presencia manifiesta o gloria (Su espalda).

Este pasaje nos enseña dos maravillosas verdades acerca de Dios como Padre. Primero Él se inclina para revelarse a una humanidad pecadora. Y segundo, Dios siempre es fiel a su pueblo.
No tendríamos esperanzas de conocer a Dios si Él no hubiera tomado la iniciativa de invitarnos a acercarnos a Él (1 Juan 4:19). Esto precisamente fue lo que Dios hizo (Juan 3:16). Debemos acercarnos a Él respondiendo a sus invitaciones con humildad y confiando en Cristo para obtener nuestra salvación (Juan 1:12-13 y Hechos 3:19).

Déjeme preguntarle ahora, ¿ha conocido a Dios el Padre por medio de Jesucristo su Hijo? De ser así le invito para que trate de conocerlo más cada día y para que profundice y mejore su relación con Él.

La semana próxima, Dios mediante, estudiaremos cómo es el Padre Celestial basándonos en Éxodo 34: 5-8

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Oscar