sábado, 15 de mayo de 2010

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy…

Hoy vamos a navegar por aguas profundas. Recordemos que he tomado la llamada oración modelo para aprender a orar de acuerdo a lo que Jesús les enseñó a sus discipulos. Esta parte del versículo 11 de Mateo 6 se interpreta en nuestros días de muy diversas maneras, y pienso que algunas de ellas no tienen nada que ver con las enseñanzas que encierran los evangelios, el Nuevo Testamento o la Biblia en su totalidad, y ni siquiera están presentes en la tradición judeo-cristiana. Me refiero a la tan popular “doctrina del evangelio de la prosperidad”.

Déjeme empezar por definir la palabra “pan” que en este versículo es la traducción de la palabra griega “artos” que se traduce como comida en general o también como pan. Cualquier asunción que vaya más allá de este concepto, lamentablemente está equivocado.

Veamos el panorama completo de este tema. ¿Se recuerda la última vez que se propuso hacer algo que no logró? Yo, por ejemplo, cuando me miro en el espejo o cuando trato de ponerme alguna ropa que no me sirve, me doy cuenta que he aumentado mucho de peso y de inmediato digo, tengo que ponerme a dieta y tengo que comenzar a hacer ejercicios. Y como tengo “voluntad”, por lo general ese mismo día, o a más tardar, al siguiente, comienzo mi plan; para a los dos o tres días volver a comer lo que me gusta y dejar los ejercicios, por tener que hacer otras cosas “más importantes y necesarias”. Déjeme decirle que para poder llevar a cabo algún plan, es necesario unir las fuerzas de los sentimientos y los pensamientos, es decir, los deseos y la determinación. La vida de Jesús es un buen ejemplo de esto.

Por ejemplo, una persona que desee aumentar su vida de oración y de estudio de la Biblia, tiene que renunciar a algunas cosas. Si no está dispuesta a dejar de ver “la novela” o de “haraganear” mirando revistas de modas o las noticias, se encontrará que los dos deseos van en direcciones opuestas, y que no pueden coexistir. Una de las dos tomará la primacía sobre la otra y será “la ganadora”. En mi caso, es más agradable comer un trozo de pastel con una bola de helado, o simplemente leer un buen libro, que caminar tres millas a paso rápido.

Hace tiempo una persona me dijo que quería que yo orara con ella. Me sorprendió la petición, y aunque yo no tenía tiempo, no me gusta rechazar este tipo de peticiones. Sin embargo, con sorpresa, descubrí que no solo yo tenía que acomodar todo mi programa de actividades para poder cumplir con mi “nuevo compromiso” sino que además, tenía que esperar que esa persona “terminara de ver su novela”. De manera que evidentemente ver la novela era más importante que orar conmigo. Es decir, aquella persona tenía buenas intenciones, pero no quería renunciar a algo.

¿Qué tiene esto que ver con nuestro estudio? ¡Mucho! Desde el primer día hemos estado hablando de compromisos, y en especial lo hicimos la semana pasada, pero debemos entender que se requiere más que tener simples deseos. Necesitamos la ayuda de Dios, y esta ayuda no solo es intelectual, sino que tiene que llenar nuestro corazón, nuestros huesos y todo nuestro ser. Nuestro Padre Celestial sabe y entiende esto, y por eso nos ha dado permiso para que le pidamos que supla cada NECESIDAD que podamos experimentar o tener.

Dios conoce que las necesidades que podemos tener, ejercen influencia en el conjunto de nuestras vidas. Por ejemplo, los que constantemente están preocupados y afanados con el futuro, terminan dañando su salud a causa del estrés y las tensiones. Un estomago vacío no nos permite pensar con claridad; y pudiéramos seguir enumerando cosas que nos impiden buscar el Reino de Dios como primera cosa en nuestras vidas.
Necesitamos ayuda para poder vivir vidas cristianas que refleje a nuestro Salvador y esa ayuda solo puede venir de Dios. Por eso Jesús nos enseñó que PIDIÉRAMOS por cada cosa que en verdad NECESITAMOS. Para nuestros cuerpos: el sustento de los alimentos. Para nuestras almas: la paz de una conciencia tranquila y para nuestro espíritu: la libertad de obedecerle con agrado.

Ahora bien, no debemos confundir esto con el falso concepto de que lo que “yo pida será hecho”. De que “lo que yo declare” ya está garantizado. Esa posición no tiene fundamento bíblico. Nuestra petición por los alimentos, perdón de nuestras faltas y el librarnos del mal, no son demandas para “satisfacernos”, sino “REQUISITOS” para poder servir en su Reino. En manera alguna podemos entender esto como que Dios nos esté prometiendo un “cierto estilo de vida”, sino son expresiones que reflejan una TOTAL dependencia de Él, para obtener lo que necesitamos para vivir cada día.

Pienso que es importante que entendamos que Dios, como nuestro Padre, desea que tengamos todo lo que necesitamos. De manera que no tenemos que armar “pataletas” o gritar y llorar con “perretas” para que Él nos dé lo necesario. No para gastar en “deleites” pero lo que necesitamos, está garantizado.

Una de las razones que tiene Dios para darnos todo lo que necesitamos es para que podamos cumplir aquello a lo que nos hemos comprometido con su Reino. El compromiso que hemos hecho permite concentrar nuestras oraciones y nuestras vidas en Dios que es el dador y no en el tamaño o lo atrayente de lo que Él nos da. No debemos olvidar lo que dice el Señor Jesús en Mateo 6.32-33: “Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

“Los alimentos para hoy”… [El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy] pero para orar de esta manera, primero debemos eliminar el falso concepto, que también se ha metido en algunas congregaciones, de que la vida está separada en dos compartimentos: el secular y el sagrado, así como que las necesidades de la vida diaria ocupan un lugar mientras las responsabilidades cristianas ocupan otro. Esto es lo que provoca que muchos “cristianos” hoy día, no cumplan con su compromiso con el Reino, porque… Tienen que trabajar, tienen que estudiar, tienen que atender a la familia, tienen que distraerse, tienen que tomar vacaciones, tienen, tienen y tienen… La iglesia del primer siglo no veía las cosas de esta manera. Cuando leemos las palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 11:17-34 nos da la impresión de que la celebración de la Cena del Señor se combinaba con una cena de compañerismo.

El “partimiento del pan” se convirtió en una parte muy importante de la forma de vida que observaban aquellos primeros cristianos, esta costumbre proveía alimentos a muchos creyentes pobres que no los tenían.

Estoy convencido de que la preocupación del apóstol Pablo, en la primera parte del pasaje, no es porque ellos estuvieran cenando luego de haber celebrado la Cena del Señor, tratando de separar lo profano de lo sagrado. El problema era que los ricos no estaban compartiendo su abundancia con los pobres (vv.21). Para mí, esta combinación en la iglesia cristiana primitiva, lejos de quitarle “religiosidad” secularizando la Santa Cena, lo que hacía era convertir la cena en común en una actividad sagrada. Yo he creído esto por muchos años y lo he practicado.

Cuando fui pastor en la ciudad de Albuquerque en el estado de New Mexico, en el suroeste de los Estados Unidos, cada jueves teníamos un estudio bíblico que llegó a ser la actividad más importante que celebraba nuestra congregación, y era precedida por una cena “gratuita” que era preparada y servida por los esposos Duarte, que además compraban y pagaban de su peculio lo que se consumía. Estos hermanos estaban jubilados, eran inmigrantes como el resto de la congregación, pero luego de cuarenta años de trabajar muy duro, habían logrado tener un estatus económico bueno, y en lugar de irse a cenar a un restaurante lujoso antes de venir al estudio bíblico, se pasaban el día entre compras y cocina para venir a compartir con los que tenían menos o no tenían nada.

Para nuestra iglesia no había separación entre la cena y el estudio. Ambas cosas eran parte de nuestra adoración a Dios. En varias oportunidades los Duarte fueron aun más lejos y prepararon cenas para toda la comunidad. En un par de ocasiones para recaudar fondos para algún proyecto específico y en muchas oportunidades con el simple propósito de servir y compartir lo que Dios les había dado. Aquella actividad unía con fuertes lazos a nuestra congregación. Cuando me fui de Albuquerque, los líderes que vinieron después de mí quisieron separar “lo sagrado de lo secular” y al cabo de algún tiempo lograron, primero que se produjera una división en la congregación y finalmente, que los hermanos se fueran cada uno por su lado, y se unieran a otras congregaciones en la ciudad.

Pienso que los seguidores de Jesucristo no debemos hacer distinciones entre lo sagrado y lo secular. El pan nuestro de cada día y las actividades del Reino no viven en casas separadas, cohabitan en la MISMA casa y en la misma habitación. Considero que 1 Corintios 10.31 y 1 Timoteo 4.4 nos dan la oportunidad de entender que podemos convertir a cada actividad que hagamos, aunque parezca ordinaria, en una oportunidad para GLORIFICAR el nombre de Dios.

Yo he tenido el extraño privilegio de experimentar por mí mismo, de primera mano, el cuidado de Dios para mis necesidades. Remontándome a los primeros meses de mi llegada a los Estados Unidos, cuando decidí renunciar a la visa (B1) que me amparaba para vivir y trabajar por seis meses en los Estados Unidos para solicitar asilo político, por más de cinco meses estuve esperando que el servicio de inmigración analizara mi solicitud de asilo y me extendiera un Permiso de Trabajo. No tenía familiares ni amigos y estaba en la ciudad de Albuquerque, sin poder trabajar y sin dinero. Delante de Dios les puedo decir que Dios proveyó sobreabundantemente para mis necesidades y lo hizo por medio de una pequeña iglesia de aquella ciudad que conoció de mis necesidades y se dispuso a ayudarme sin que yo se los pidiera. Nunca me faltaron alimentos, ni tuve que dormir en la calle. Hasta un automóvil me proveyeron cuando pude comenzar a trabajar y no tenía un medio de transporte.

Les puedo asegurar que Dios sabe que tenemos una vida, que necesitamos desayunar, almorzar y cenar. Que necesitamos jabón para bañarnos, ropa que ponernos, abrigos para el invierno, zapatos para caminar, un auto para movernos y gasolina para que camine. Un techo bajo el cual vivir, agua, electricidad, un trabajo para obtener lo necesario y muchas cosas que son necesarias para la vida.

Para mucha gente, no hay nada espiritual en pagar la renta, comer un sándwich o un perro caliente, arreglar un salidero de agua, o ajustar una puerta. Sin embargo, como cristianos, debemos ver en estas cosas una prueba evidente de la mano de un Dios que se preocupa, nos ama y provee para cada una de nuestras necesidades.
Quizás piense que estoy queriendo llevar las cosas muy lejos. Mire lo que dice nuestro Señor Jesucristo en Mateo 6.28-30: Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?

Estoy convencido de que Dios se complace en proveer para todas nuestras necesidades siempre que consideremos lo que recibimos de Él como “herramientas” para trabajar en su Reino y no como DONACIONES. Sus provisiones son para que tengamos la seguridad y podamos servir mejor y no una manera “barata” de impresionar a los demás.

La crisis económica que enfrenta los Estados Unidos y que se está expandiendo por el mundo, ha hecho que la gente se angustie mucho y se preocupe por el futuro incierto que se vislumbra. En Mateo 6, 25-34 nuestro Señor, se refiere a la “ansiedad” cinco veces. En tres ocasiones en este breve pasaje nos ordena que no nos preocupemos. Esto no es algo viejo del pasado, es actual y es para el futuro. Dios ha eliminado la necesidad de preocuparse por las cosas que necesitamos.

Jesús para enseñar a sus discípulos usó en varis ocasiones la imagen y el ejemplo de los niños, y estableció clara nuestra dependencia como hijos del Padre. Debemos acercarnos a nuestro Padre Celestial como niños, confiando en que Él va a proveer para nuestras necesidades. Cuando logremos desarrollar esta dependencia, entonces nuestras oraciones comenzarán a concentrarse más en el Reino y dejarán de ser una larga lista de peticiones. Nos olvidaremos entonces de nosotros mismos y nos comenzaremos a preocupar por los demás. Cuando aprendamos a confiar y depender del Padre Celestial, comenzaremos a disfrutar de muchas cosas que Él tiene preparadas para nosotros que nos estamos perdiendo por nuestra falta de fe.

Señor, enséñanos a orar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Le agradezco mucho su comentario.
Oscar