sábado, 8 de mayo de 2010

Hágase tu voluntad…

Pienso que esta oración, en la “oración modelo”, ha sido mal entendida. En ocasiones algunas personas parece que pensaran que es necesario que ellas le den permiso a Dios para que actúe según su voluntad. En parte, el malentendido se debe a que las cosas divinas no son como las humanas, pero el ser humano en su afán de conocer y simplificar las cosas, tiende a transferir a Dios los atributos de los humanos, llegando a veces a incluir las limitaciones.

¿No ha escuchado decir alguna vez que Dios sufre? ¿O que a Dios le duele? ¿Tal vez que Dios pensó? Una cosa SEMEJANTE, es eso, “parecida” pero no igual. Nosotros somos “semejantes a Dios”, pero no somos iguales, de manera que atribuirle características humanas, es un error. La culpa la tenemos los maestros de la Biblia y los predicadores que a veces tratando de hacernos comprender, cuando nos referimos a Dios usamos analogías con características humanas, que lo que hacen es confundir. Lo mismo ocurre a la inversa, cuando tratamos de “humanizar” o entender intelectualmente los atributos y características de Dios. Por ejemplo, no creo que sea posible comprender la Omnipresencia de Dios.

Dicho esto, acerquemos a la expresión que quiero que estudiemos esta semana de la Oración Modelo: “Hágase tu voluntad”. Esto es algo verdaderamente importante que implica mucho más que repetir algo de manera mecánica. No solo se requieren nuestros sentidos, sino todo nuestro ser, constante y permanentemente. Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que debían decir “hágase tu voluntad” no les mandó que se aprendieran una frase que debían repetir, Él les mandó que se comprometieran con Dios, no solo con las tareas del Reino, sino con la completa realización de la voluntad de Dios en sus vidas.

Detengámonos un momento aquí. Hacer la voluntad de Dios implica NO HACER NUESTRA VOLUNTAD, y esto no siempre es agradable. Esto exige que nuestras necesidades, deseos y emociones se replieguen para dar el primer lugar al deseo de Dios para nuestras vidas.

Le quiero invitar a que haga un ejercicio de reflexión. Piense en alguna ocasión y por alguna circunstancia en su vida en la que usted hizo su voluntad. Piense qué hubiera sucedido si usted hubiera hecho la voluntad de Dios y no la suya. Oro en este momento por usted, para que Dios le permita ver la diferencia.

Considero que Jesús les estaba diciendo a sus discípulos, y por medio de ellos a nosotros: “Si estáis dispuestos, cada momento de vuestras vidas, será una verdadera aventura con el Padre”. Es la realización de la negación al yo del que antes hablara Jesús. Hacer la voluntad del Padre tal vez no sea agradable en algunas ocasiones, pero las bendiciones que se reciben son tales que rebozan el corazón de alegría y le permiten experimentar las bendiciones que Dios le tiene reservadas a usted.

Debemos ver la voluntad de Dios desde una perspectiva amplia. Hay cosas en las que los cristianos, por lo general sabemos que tenemos que buscar la voluntad de Dios. Por ejemplo, el matrimonio, escoger pareja, escoger la carrera a estudiar, aceptar una oferta de empleo, una decisión ante una operación quirúrgica etcétera. Ahora, no solo debemos buscar hacer la voluntad de Dios ante las grandes cosas, cada día se presentan muchas ocasiones en las que ante las pequeñas decisiones que tenemos que tomar, debemos buscar hacer la voluntad de Dios.

Yo pudiera llenar varias páginas dándole ejemplos, pero prefiero dejar que sea usted el que piense y busque cómo en las pequeñas cosas que ocurren constantemente en nuestras vidas, podemos optar por hacer la voluntad de Dios. No es que nos convirtamos en robots. ¡Hacer la voluntad de Dios nos hace libres! Además, cualquier cosa que hagamos según la voluntad de Dios, es mucho mejor que lo que pudiéramos hacer fuera de la voluntad de Él.

Recuerdo una ocasión, hace más de veinte años, en la que estaba sentado en mi oficina en la iglesia. En aquel tiempo acababa de comenzar una obra hispana en una iglesia anglosajona. Aquel día en particular me sentía muy frustrado ante la enormidad de las necesidades espirituales y materiales de los que estaba ministrando y la limitación de recursos con los que contaba para poder hacer lo que yo sentía que debía hacer. Me encontraba en medio de mis pensamientos cuando el pastor principal se paró en la puerta de mi oficina y me preguntó si tenía planes para el almuerzo. Yo no tenía planes ni dinero. Me invitó a comer un perro caliente y tomar una soda en un lugar que se encontraba como a dos millas de la iglesia. Pasamos unas dos horas conversando. Yo le abrí mi corazón y sobre una servilleta escribimos un acróstico que resumía el alcance del ministerio que Dios había puesto en mi corazón. Todavía conservo en una de mis Biblias esa servilleta que se convirtió en la declaración de propósito del ministerio que habíamos comenzado.

Pronto comenzaron los ataques y las incomprensiones. Nuestros principales oponentes fueron algunos pastores hispanos de la zona y algunos funcionarios de la Convención Estatal que se oponían a la manera que nosotros empleábamos. En particular recuerdo haber sido criticado por comenzar y mantener un estudio bíblico para estudiantes universitarios a la hora del almuerzo, en un parque de la universidad, bajo los árboles. Decían que eso no era tradicional y que yo estaba, oiga bien, CORROMPIENDO EL EVANGELIO.

Aquel día, lo menos que yo quería era comer un perro caliente. El pastor principal estaba metido en varios proyectos y por eso me invito a comer un perro caliente, para que fuera algo rápido. Sin embargo, aquella aparente “interrupción” fue usada por Dios para cumplir su voluntad para que lo que era una simple idea, pudiera tomar forma y convertirse en un ministerio que permitió poner a muchos cientos de personas en contacto con el Evangelio de Cristo.

¿Recuerdan aquella ocasión en la que un hombre llamado Jairo llegó corriendo hasta Jesús y le suplicó que viniera con él a sanar a su hija que estaba muriendo? ¿Se puede imaginar con cuánta urgencia aquel hombre quería que Jesús atendiera a su petición? ¿Se identifica con este hombre? Yo sí. A mí me gusta hacer las cosas y no esperar para luego. Yo de seguro le hubiera dicho a Jesús: por favor apúrate que vamos a llegar tarde. Fíjate que la niña se estaba muriendo cuando salí a buscarte.
Pero, en algún lugar del camino por el que iban, una mujer que había estado sufriendo de hemorragias por doce años, de alguna manera logró colarse entre la multitud que rodeaba a Jesús y tocar el borde de su vestido. La mujer fue muy osada pues su enfermedad la hacía impura impidiéndole ir a la sinagoga y a acercarse a la gente. Ella deseaba pasar desapercibida, pero del día a la noche se convirtió en el centro de atención de todos los presentes.

Lo más probable es que cuando esta mujer decidió escoger este momento, no estuviera consciente de la urgencia del Maestro. ¿No le llama la atención que en medio de una situación urgente como esta, Jesús se detuviera para atender a las necesidades de una mujer con problemas?

Observe que Jesús aquel día, cuando Jairo apareció y se abalanzó sobre sus pies polvorientos, estaba ocupado haciendo la obra de su Reino. Y ahora que se dirigía con Jairo hasta su casa, de nuevo detiene su camino para atender a la necesidad de esta mujer desconocida.

Siempre me ha maravillado en este pasaje que la principal enseñanza que veo es que Dios fue glorificado en los dos lugares aquel día: En la casa de Jairo, y en el camino hasta la casa de Jairo.

¡Venga tu Reino, hágase tu voluntad! Eso es lo más importante.

Vivimos en un mundo con urgencia. Yo vivo en una sociedad que anda aprisa y esa velocidad se nos transmite. Yo manejo a 70 millas por hora (Unos 112 Kilómetros) durante veinticinco minutos todos los días para ir a mi oficina. Pero más me vale no ponerme en el carril de la extrema izquierda si no quiero que me pasen por encima, a pesar de que el límite de velocidad es de 70 millas. La gente vive con prisa, nosotros andamos con prisa. Pero es necesario que nos detengamos en nuestra carrera para dejar que se haga la voluntad de Dios. Cuando vayamos conduciendo un auto o un camión, cuando estemos en la sala de espera del médico o el dentista, cuando vayamos a pagar en el supermercado, cuando vayamos a la escuela, cuando llegamos al trabajo, cuando estemos almorzando para volver al puesto de trabajo: Permitamos que Dios obre para que podamos hacer una realidad este mandato de Jesús y decir: Venga tu Reino, hágase tu voluntad.

Tal vez la oportunidad que se le presente hoy, nunca más se va a repetir. ¡Aprovéchela!

Quiero terminar con un testimonio de lo que está pasando en mi vida en la actualidad. Yo soy de los que siempre anda a la carrera. Para mí el asunto es simple y fácil de entender: Tengo más cosas que hacer que el tiempo del que dispongo para hacerlas. Cuando comencé este ministerio de estudios bíblicos en el Internet y mi presencia en Facebook recibí muchas críticas que a propósito, sigo recibiendo de algunos. Sin embargo, sintiendo que Dios me estaba indicando este camino, lo he seguido y pudiera decir: contra viento y marea. Hoy tengo el gozo de sentir que Dios usa lo que hago para bendecir a algunas personas para GLORIFICAR SU NOMBRE. Raro es el día que no recibo algún comentario o testimonio de algo que Dios ha hecho en la vida de alguien como resultado de este ministerio. No es algo de lo cual me sienta “orgullosos” simplemente me estremezco al ver que cuando escribí algo, Dios me uso para comunicarle algo a alguna persona que ni siquiera conozco y que Él me usó como su Instrumento para bendecir la vida de uno de sus hijos o hijas.

Hoy es sábado, tengo miles de obligaciones y cosas que hacer, pero he decidido ser obediente y dedicar las mañanas a meditar y escribir estos estudios. Hoy quiero hacer un llamado especial a mis amigos y colegas pastores y maestros de la Biblia para que busquen la voluntad de Dios y si Él se los pone en su corazón, inicien un ministerio en el Internet para que compartan sus experiencias y bendiciones. Si cada predicador pusiera en un sitio el mensaje que predica el domingo en su iglesia, lograríamos que este medio que el diablo se ha robado, sirva para honrar y glorificar al Rey de reyes y Señor de señores para que VENGA SU REINO Y SE HAGA SU VOLUNTAD.

Señor,enséñanos a orar…

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Oscar