sábado, 4 de septiembre de 2010

Acepte el reto de Dios. Éxodo 3:11-15 y 4:1-5 II Parte

Se permite preguntar. Éxodo 3:11-15 y 4:1-5

Éxodo 3:11-15
Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte. Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.

Éxodo 4:1-5
Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová. Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. El le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.

Cuando recibimos un llamado de Dios que nos parece que es imposible que lo podamos realizar, no es un pecado que le preguntemos, para poder tener una mejor idea de lo que debemos hacer o incluso que expresemos nuestras dudas acerca de nuestra capacidad para realizar la tarea. Dios siempre va a responder nuestras preguntas acerca del reto que Él nos está dando. Además, podemos estar seguros de que Él proveerá lo que necesitamos para poder realizar la tarea para la cual nos ha llamado. Algunas veces inclusive llamando a otras personas para que nos ayuden. Yo he experimentado esto que le digo muchas veces en mi vida, en los últimos veinte años. También he escuchado muchas veces este pasaje como si se pudiera usar para buscar excusas para no obedecer la voz de Dios.

Yo le puedo asegurar que cuando Dios nos llama a una tarea, no importa lo grande que esta sea, Él provee los medios para que podamos realizar la tarea para glorificar su nombre. ¡Solo necesitamos confíar en Él!.

Moisés le hizo tres preguntas a Dios que caen dentro de la categoría de lo que pudiéramos llamar: “Tres buenas preguntas”. Primero le preguntó: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Sin dudas, Moisés estaba consciente de que él no era alguien que estuviera preparado para poder realizar esa tarea. Observe que Dios no le dijo que él se había criado en Egipto en la corte de faraón y que conocía como nadie cómo funcionaba la corte, eso hubiera significado confía en tus habilidades y educación. Dios simplemente le dijo: “…yo estaré contigo”. ¡Guao, qué promesa! Sobre todo cuando se mira “desde afuera del agua”. Pero cuando usted es el que tiene que enfrentar la tarea, la mayor parte de las veces, nos parece que es imposible que lo podamos hacer.

Yo lo he experimentado muchas veces en mi vida, y le puedo asegurar que cuando depositamos nuestra confianza en Dios y le creemos, Él siempre está allí con nosotros para que podamos hacer lo que Él nos ha pedido que hagamos. Dios me había estado llamando a su ministerio, y o yo no entendía o tal vez no quería entender. Llevaba poco tiempo en los Estados Unidos y podía hablar muy poco inglés, a lo menos para que la gente me entendiera. Un domingo en la tarde Steve Myracled, que era el ministro de música de mi iglesia en Albuquerque, me pidió que lo acompañara al culto que tendría en la cárcel. Steve tocaba un piano eléctrico y cantaba y además predicaría. Mi función sería solo como ayudante para repartir las hojas con los himnos que se cantarían y ayudar con lo que fuera necesario, por ejemplo, cargar el piano portátil.

Cuando llegamos a la prisión, nos informaron que ese día a nuestra iglesia le había asignado un grupo de lo que llamaban “la segregación”. Estos eran los prisioneros que tenían causas por delitos mayores y que además habían tenido problemas dentro del establecimiento con otros presos y los tenían separados del resto. Esta era la primara vez que me veía en un pequeño patio rodeado de alambradas, guardias armados hasta los dientes y perros que parecían leones hambrientos listos a devorar al que se les acercara y a unos prisioneros con rostro huraños, llenos de tatuajes y cicatrices y caras de pocos amigos. Un frio de miedo me cubría como una manta.

Cuando todo estuvo listo para comenzar Steve comenzó a tocar el piano, pero no cantó como de costumbre. Me llamó y me escribió en un papel. No sé qué me pasa, pero no tengo voz. Así que arranca y canta algo. Muerto de miedo le dije; “Pero yo no sé cantar en inglés”…

Steve comenzó a tocar “Amazing Grace” a pesar de que no llevábamos la letra escrita en los volantes que yo debía repartir, y para la sorpresa de todos, uno de los prisioneros que parecía que era el apariencia más terrible, comenzó a cantar desde el fondo del patio, otros prisioneros se le unieron y también algunos de los guardianes. En poco tiempo parecía como si un coro profesional hubiera venido a adorar a Dios. Ese fue el único himno que se cantó esa tarde y se repitió varias veces. Al final, todos los prisioneros lo estaban cantando. Steve me escribió otra nota que decía. Es evidente que el Espíritu está aquí y está obrando, toma mi Biblia y predica… ¿Qué? ¿Sin preparar mi sermón? ¿Si haber orado? ¿Sin saber qué voy a decir? ¿En inglés? ¿Con tu Biblia King James? No espera que yo me voy… Yo solo vine a ayudar. Esta no fue la manera en la que mi padre me ensenó a preparar los sermones… Pero Steve es de esos raros personajes que existen que no conocen el significado de la palabra ¡NO!

Así que sin darme cuenta, me encontré en el medio de un circulo formado por hombres de los que se consideran verdaderos “machos” con rostros endurecidos por el pecado y por la vida. Esta ha sido la única vez en toda mi vida en la que me he encontrado en una situación similar. Abrí la Biblia sin darme cuenta de lo que hacía en el libro de Génesis; y leí, como pude, la historia del diluvio. Prediqué el sermón más corto que he predicado en mi vida, no recuerdo ni siquiera lo que dije; y ha sido el sermón con más respuestas de conversión que jamás haya predicado. Era como si yo no estuviera hablando, y no tengo idea de si alguien podía entender mi inglés, dije que iba a orar en español pues no podía hacerlo en inglés a pesar de que allí, nadie entendía español, y que iba a invitar para si alguien quería hacer una decisión por Cristo. En medio de la oración comencé a sentir sollozos y al abrir mis ojos, pude ver que más de la mitad de los prisioneros se encontraban de rodillas llorando, clamando por perdón y confesando sus pecados. Aquellos corazones que se habían hecho de piedra por el pecado estaban siendo quebrantados por el Espíritu Santo, mis ojos se llenaron de lagrimas y también me arrodillé con temor y con temblor, y el Espíritu comenzó a hablarme para que yo entendiera que cuando Dios llama, el obra y provee. No hay algo que yo hubiera podido aportar aquel día, no pude hacer uso de mis conocimientos seculares, de mi erudición académica, de mi técnica expositiva, del estilo homilético, de mis conocimientos bíblicos, pero Dios estaba obrando como nunca antes lo había visto obrar, usándome a mí y dándome así una enseñanza y un mensaje para que yo aprendiera a confiar en su poder.

Nos quedamos hablando con los prisioneros que habían hecho decisión hasta muy tarde, Steve escribiendo y yo hablando como podía. Ese día tuve la convicción de que Dios me estaba llamando a su ministerio y que Él me daría lo necesario para poder realizar la tarea que me estaba asignando. Esta no es mi historia, es la historia de cientos de miles que han escuchado la voz de Dios y han obedecido.

Moisés sabía que el pueblo de Israel había estado viviendo rodeados por el paganismo durante cientos de años por lo que iban a querer saber quién era este dios que le había hablado a Moisés y lo había enviado a ellos por lo que seguramente le preguntarían: ¿Cuál es su nombre? Moisés estaba actuando bien al formular esta pregunta, pero a la vez la misma revela que no comprendía lo que estaba pasando. Dios, no era otro de los dioses de Egipto como Osiris o Isis, que tenían nombres y cierta clase de jurisdicción. Él es el ÚNICO Dios VERDADERO, el Creador de los cielos y la tierra, el Dios eterno. Él es el ÚNICO que se puede llamar así mismo YO SOY.

La palabra hebrea que se usa para la expresión YO SOY es “ehyeh”, proviene de la expresión hebrea: “ehyeh-asher-ehyeh” que es traducido al español como: “Yo soy el que soy”. Es una forma de conjugación en primera persona del verbo hebreo “hayad” e implica una conexión entre el nombre JHVH y el atributo de ser o existir por sí mismo (Éxodo 3:5-13). Estas cuatro letras son conocidas como el “tretragramatón” y el pueblo de Israel no las pronunciaba. Luego la familia de “masoretes” de Ben Asher preservó y añadió las vocales a las consonantes para que la Tanah o Biblia hebraica que contenía la Torah, los Profetas y los libros poéticos se pudiera leer en las sinagogas. Parece ser que las vocales que se añadieron en hebreo a JHVH fueron tomadas de la palabra ADONAI.

Recordemos también que en hebreo antiguo (llamado también por algunos, hebreo clásico o hebreo bíblico) existían dos formas: el “qere” que es lo que se debe leer y el “ketiv” que es lo que se debe escribir.

De manera que el nombre considerado por los hebreos como el nombre más sagrado de Dios, contiene el “ketiv” pero usa las vocales del “qere” ADONAI, lo cual ha llevado a la pronunciación incorrecta del nombre por los que nos son hebreos judíos. De ahí el nombre Yawe, Yaweh, Jehová, etc.

En los tiempos del Templo, sólo el Sumo Sacerdote (Kohen Gadol) era el que podía pronunciar este nombre y solamente durante la celebración del Yon Kippur. Los judíos prefieren no pronunciar este nombre y siempre sustituyen JHVH por ADONAI o dicen, “las cuatro letras” o cuando leen la Torah dicen “el nombre”.

En hebreo JHVH es llamado “Shem MaMeforash” que literalmente quiere decir: “El nombre inefable”. El nombre “Jehová” se usó por primera vez en el año 1278 por el monje español Raymundo Martín en su libro Pugio fidei. Las versiones modernas de la Biblia traducen JHVH como Señor usando letra mayúscula. JHVH se traduce generalmente en español como Señor o Jehová.

Volviendo a Moisés, cuando este le preguntó a Dios qué dios le diría al pueblo que lo envió, la respuesta fue simple: Diles que YO SOY te envió. ¿Por qué haría esto Dios? Este método aparece en varias ocasiones en la Biblia e implica un cierto juego de consonantes ya que en el tiempo de Moisés el hebreo que se escribía estaba compuesto solo consonantes sin vocales.

Dios quiso dejar bien claro y establecido que Él no era otro dios como Osiris, Amón o Baal, y desde el principio quería que su pueblo lo reconociera como el Dios que es sobre todas las cosas, el supremo creador de los cielos y la tierra, que existe por si mismo desde la eternidad y hasta la eternidad, el Dios creador que no ha sido creado. Él es el único Dios, los demás dioses son falsas creaciones de los seres humanos, Él es YO SOY (JHVH).

Continuaremos la semana próxima…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Le agradezco mucho su comentario.
Oscar