sábado, 11 de septiembre de 2010

Acepte el reto de Dios Éxodo 3:1-7:13 III Parte

Tenga cuidado con la excusas, Éxodo 4: 10-17

Éxodo 4: 10-17
“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios. Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales”.

Las preguntas que hizo Moisés son válidas y no me parece que revelen que él estuviera buscando una manera de salirse del asunto y desentenderse del problema. Moisés trató de que lo excusaran para no tener que realizar la tarea que le habían pedido que hiciera y para la cual él no consideraba que estuviera preparado ni tuviera las condiciones necesarias. Observe que primero dice: “Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (vv. 10). Probablemente el problema fuera que a Moisés no le gustaba hablar en público. Pero aquí el asunto no es en realidad descubrir cuál era el “impedimento” que Moisés estaba argumentado, si no que Dios inmediatamente rechazó el argumento. Él había hecho a Moisés lo que era y lo había seleccionado para esta tarea. Dios respondió: “¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?”

Debemos aprender la lección, cuando presentamos excusas a Dios eludiendo un llamado que Él nos esté haciendo, las mismas no son válidas, ya que Dios es mayor que nuestra inseguridad, inexperiencia o inhabilidad para realizar la tarea y Él nos dará lo que nos falta para llevar a cabo con éxito la tarea. Ahora bien, esto es cuando es Dios quien nos manda y no cuando a nosotros nos gusta hacer algo en la obra del Señor y nos imaginamos que Él estará de acuerdo con lo que hagamos. En mi experiencia personal le puedo decir que ha habido muchas tareas que Dios me ha encomendado. Casi por lo general, ninguna me gustaba, y para todas Dios me dio lo necesario para llevar adelante la tarea. Hubo otras que no hice por desobediencia, y me trajeron malos resultados. Y ha habido muchas cosas que he hecho en la obra del Señor, porque simplemente me gusta hacerlas, y todas terminaron en fracasos. No eran cosas malas, eran buenas, la mayoría eran en verdad muy buenas, pero Dios no me había pedido que las hiciera, aunque yo dijera que Él lo había hecho.

A continuación Moisés trató de que fuera otro el que realizara la tarea y pidió: “¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar” (vv13). Dios estaba llegando a perder la paciencia ante tan obstinada desobediencia y cobardía, pero en lugar de castigar a Moisés, Dios le permitió que usara a Aarón como vocero de él. Cuando Dios le dijo a Moisés: “y tú serás para él en lugar de Dios” (vv. 16). No le estaba diciendo que él tendría algún tipo de poder divino sobre Aarón. Lo que le estaba diciendo es que él se relacionaría con Dios y escucharía el mensaje de la boca de Él, y entonces sería él quien se lo daría a Aarón y no Dios. De manera que Aarón hablaría por Moisés. No sabemos en verdad cuánto habló Aarón, porque frecuentemente después de Éxodo capítulo 5, Moisés mismo se dirige a Faraón y al pueblo de Israel. El simple hecho de tener a Aarón a su lado, debió infundirle confianza a Moisés; especialmente al comienzo de su ministerio, cuando aún dudaba de su propia capacidad. Qué bueno es tener un Aarón a nuestro lado, cuando tenemos que enfrentar una tarea difícil en la cual tememos fracasar y para la cual, en lo profundo de nuestro ser, creemos que no estamos preparados para realizarla.

Obediencia total Éxodo 4:27-5:3

Éxodo 4:27-5:3
Y Jehová dijo a Aarón: Ve a recibir a Moisés al desierto. Y él fue, y lo encontró en el monte de Dios, y le besó. Entonces contó Moisés a Aarón todas las palabras de Jehová que le enviaba, y todas las señales que le había dado. Y fueron Moisés y Aarón, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel. Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo. Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron. Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. Y Faraón respondió: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel. Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha encontrado; iremos, pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, para que no venga sobre nosotros con peste o con espada.

Dejando atrás sus temores y excusas, Moisés hizo todo lo que Dios le pidió que hiciera. Llevando a Aarón como asistente, fue hasta el pueblo de Israel y dejó que Aarón dijera el mensaje de Dios, y que realizara las señales que Dios le había dado, y finalmente fue hasta el mismo faraón. Este pasaje nos narra dos respuestas diferentes. En primer lugar el pueblo de Israel: “Y el pueblo creyó […] se inclinaron y adoraron” (4:31). En segundo lugar, el faraón respondió: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel?” (5:2) Cuando obedecemos el mandato de Dios, siempre vamos a recibir alguna respuesta o comentario. Pablo escribió en 2 Corintios 2:15 “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden”.

Hay varias lecciones que podemos sacar que son de aplicación práctica. Primero, si Dios nos encomienda una tarea y nosotros obedecemos, la misma no terminará en un fracaso. De todas las dudas y preocupaciones de Moisés acerca del pueblo de Israel, debemos prestar atención al hecho de que el pueblo creyó el mensaje y adoró a Dios en este momento crucial. Segundo, siempre hay oposición y rechazo como el que experimentó Moisés de parte de faraón. Cuando hacemos la voluntad de Dios y le obedecemos, vamos a sufrir el rechazo y la enemistad, aun hasta de los propios cristianos. Tercero, es mejor estar haciendo la obra de Dios, aunque haya una reacción adversa en nuestra contra, que retirarnos y no hacer nada. Cuarto, tener que enfrenta la oposición es en realidad parte de nuestra obediencia y al final va a glorificar a Dios. Si faraón hubiera escuchado a Moisés y hubiera dejado ir al pueblo de Israel, tal vez tuviéramos una mejor opinión de faraón, pero el poder de Dios nunca se hubiera manifestado ni le hubiéramos visto obrando. En ese caso, hubiéramos llegado a pensar que el éxodo de Israel había sido el resultado de la obra del generoso faraón de Egipto y no del poder sobrenatural del Dios de Israel.

Tener confianza, Éxodo 6:2-8; 7:6

Éxodo 6:2-8; 7:6
Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos. También establecí mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra en que fueron forasteros, y en la cual habitaron. Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto. Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo JEHOVÁ.
E hizo Moisés y Aarón como Jehová les mandó; así lo hicieron
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Casi inmediatamente las cosas empezaron a ir de mal en peor. En lugar de plegarse ante las demandas de Dios, el faraón impuso más presión sobre el pueblo de Israel aumentando la carga de su trabajo. Ahora, además de hacer ladrillos, tendrían también que buscar la paja para fabricar los ladrillos de adobe. Moisés sufrió con el pueblo y se angustió por su situación, y él mismo se sintió deprimido contemplando lo mal que las cosas habían salido (Éxodo 5:1-23). Dios le dio confianza a Moisés en los siguientes aspectos. Primero, Él era el mismo Dios que se le había aparecido a los patriarcas: “Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente”. Segundo, Dios le recordó a Moisés su promesa; “También establecí mi pacto con ellos […] y me he acordado de mi pacto”. Tercero, Dios se preocupaba de su dolor y de la manera en la que eran explotados; “yo he oído el gemido de los hijos de Israel”. Cuarto, Dios los salvaría; “yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto”. Quinto, su provisión milagrosa confirmaría la fe de ellos; “y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios”. Y sexto, Dios le dijo que pronto tendrían su propia tierra; “Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad”.

En realidad hay pocas cosas nuevas en estas palabras de confianza para Moisés. Dios ya le había dicho a él con anterioridad, casi todas las cosas que aparecen en este texto, vea por ejemplo Éxodo 3:6-10. Aarón le había dicho estas cosas al pueblo (Éxodo 4:30: “y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo”). Tal vez el duro trabajo que les habían impuesto a los israelitas fuera la razón por la que no creyeron a Moisés cuando el vino con el mensaje (Éxodo 6:9: “De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre”). Ellos habían oído todas estas cosas antes, y no les habían hecho ningún bien. Para ellos, la situación ahora era mucho peor de lo que era antes de que aparecieran Moisés y Aarón y por añadidura, Dios no estaba diciendo algo que no hubieran oído antes.

Para Moisés y para Aarón sin embargo, el nuevo mensaje era de confianza y aliento. En Éxodo 7:6 leemos, “E hizo Moisés y Aarón como Jehová les mandó; así lo hicieron”. A sus ojos, el hecho de que las nuevas palabras de Dios contuvieran muy poca información nueva era una manifestación evidente de que Dios se mantenía firme en su compromiso y sus promesas.

Aunque parezca vieja y conocida, la revelación de Dios es siempre fresca y vivificante porque sus promesas permanecen para siempre. Gloria a Dios porque Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos y no dejará de cumplir alguna de sus promesas. Esa es una esperanza de gloria que nos permite ir adelante para llevar a cabo la tarea que Él nos encomiende sin temor y con confianza. ¡Aleluya!

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Oscar