sábado, 6 de agosto de 2011

Enfrentando los cambios confiando en los planes de Dios

En las últimas tres semanas no he publicado nuevos estudios para esta página, fundamentalmente he querido averiguar si esto que hago es algo necesario o si no lo es. Esta actividad me toma varias horas de trabajo semanales, y lo más elemental es saber si sirve de ayuda a alguien o si estoy perdiendo mi tiempo. Yo utilizo un contador de un sistema seguro llamado Statcounter que me permite conocer cuántas personas visitan el sitio, por cuánto tiempo están conectadas, si es la primera vez que visitan el sitio o si han estado antes, qué estudios leen y cuánto tiempo emplean en ese estudio, en qué lugar del mundo se encuentran y los estudios que leen en mi sitio. Yo pago por este servicio que no recoge alguna información de los visitantes a mi sitio. He estado observando que la mayoría de los visitantes leen estudios que he publicado hace mucho tiempo y muy pocos leen los estudios más recientes. Un buen ejemplo es el estudio sobre el Tabernáculo. De ahí mi preocupación por si en verdad vale la pena emplear mi tiempo en este ministerio, que no promociono ni anuncio en alguna parte. Esa es la explicación de mi silencio. No he tomado alguna determinación todavía, así que esta semana estoy publicando un nuevo estudio. Una de mis seguidoras más fieles y buena amiga es Cristina, que se ha tomado el trabajo de imprimir y estudiar todos los estudios que he publicado así que hoy va a estar contenta. En esta ocasión voy a usar un estudio ajeno, usado con permiso de la persona que lo escribió. Su autor es JK y voy a traducirlo y adaptarlo.

Vivimos en un mundo cambiante. Una de las leyes de la dialéctica dice que nada que fue vuelve a ser igual. Por ejemplo el agua de un río. El agua que pasa nunca más vuelve a pasar por donde ya pasó. Los cambios han llegado a ser algo habitual en nuestro diario vivir. Pero no por eso nos acostumbramos a los cambios. Podemos decir, que nos resistimos y oponemos a los cambios. Por cerca de veintitrés años he estado dedicado al ministerio de la Palabra de Dios a tiempo completo, en diferentes posiciones y responsabilidades y he visto las más diversas y variadas reacciones de la gente frente a los cambios. He visto a pastores que han tenido que renunciar al pastorado por pecados, otros que sean sentido frustrados y desanimados, líderes que han llegado a dudar de su llamado, otros que han decidido apartarse por motivos de la edad o enfermedades y una gran cantidad de amigos y conocidos que han tenido que renunciar, o acogerse a una jubilación por cambios en la superestructura, la organización o porque les pidieron la renuncia.

Lo que he encontrado es que la gente, por regla casi general, aun en los casos de pecados que llenan de vergüenza, SIEMPRE encuentran la manera de tratar de JUSTIFICARSE culpando a otros por las cosas. Por ejemplo un pastor agarrado infraganti viendo material pornográfico en la oficina de la iglesia, con la computadora de la iglesia, en horas en las que se suponía que estuviera trabajando en la oficina de la iglesia, acusó a la secretaria y a otros miembros del equipo pagado de la iglesia por entrar a su oficina sin avisar. A pesar de que por un error cometido por él, el contenido de su pantalla salió en las pantallas de todas las computadoras que estaban conectadas a la red en las oficinas de la iglesia. ¿Cómo es esto posible? ¿Dónde está la obra del Espíritu Santo? Bueno eso es material para otro próximo estudio. Por ahora déjeme decirle que estos son “hijos de desobediencia”. El punto ahora en analizar lo que ocurre cuando tenemos que cambiar el rumbo.

El problema llega a ser tan grave, que muchos de los líderes, sobre todo los líderes de las iglesias, cuando renuncian o tienen que renunciar a sus posiciones de liderazgo, suelen convertirse en los mayores críticos y enemigos y pueden llegar a hacer tan grande daño que destruyen en días aquello en lo que emplearon su vida en construir. Lo trágico del caso es que siempre se trata de encontrar una justificación culpando a otros de la actitud asumida y las acciones que se hacen. En una de las clases que tomé en el seminario me enseñaron que un pastor, cuando terminaba su ministerio en un lugar, debía buscar la dirección de Dios para saber adónde debía dirigirse. Nos decía el profesor, si ustedes siguiendo la tendencia normal del mundo, de no enfrentar los cambios, tienen el deseo de quedarse de miembros donde fueron líderes, tal vez ese deseo no provenga de Dios. Y añadía, esa es la mejor fórmula para llegar al desastre en una congregación. Esa es la mejor arma que tiene el diablo para crear el caos y las divisiones que acaban con las iglesias.

La tendencia a la justificación es tan vieja como el pecado. Si volvemos nuestra vista al Jardín del Edén veremos a un Adán caído culpando a Dios por haber hecho que pecara diciéndole al creador: “la mujer QUE TU ME DISTE”. ¿Se percata? Parece que Adán le dijera a Dios que Él tiene la culpa por haberle dado algo “defectuoso”, la culpa en última instancia no es de él sino de Dios. Caín responde a la pregunta de Dios con una evasiva: ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Esas cosas en español se llaman “justificaciones”. Y los seres humanos somos muy buenos para eso. Algunos son verdaderos especialistas en echarles la culpa a otros por sus errores, fracasos y defectos. La sociedad norteamericana ha hecho grandes aportes en ese sentido. Es una especie de “filosofía de la justificación”.

En los últimos dieciocho años, he tenido muchos amigos y conocidos que por diferentes razones han perdido sus empleos y siempre, he escuchado justificaciones y juicios desde palabras tan simples como: me votaron, hasta elaboraciones más complicadas que incluyen una gran gama y variedad de culpas ajenas.

Esta semana un amigo, a quien ahora aprecio y valoro mucho más, presentó su renuncia a una posición muy importante en la organización en la que trabajaba en la que dirigía a más de 700 empleados. Como es de suponerse, de inmediato todos comenzamos a elaborar teorías acerca de los motivos que lo llevaron a asumir tan drástica determinación. En un acto sin precedentes, este siervo de Dios convocó a una reunión a todos los empleados que estaban bajo su liderazgo y les expresó de manera muy simple su valoración de los acontecimientos. Dijo que por las últimas tres o cuatro semanas él había estado orando para que Dios le manifestara Su voluntad para la vida de él. Y dijo, así que el día que el presidente entró en mi oficina y cerró tras de sí la puerta, antes de que comenzara a hablar, yo supe que Dios me estaba indicando que había otro sitio en el cual Él quería que yo fuera a ministrar, así que presenté mi renuncia a esta organización. Terminó su exposición cantando una hermosa canción que compuso basada en el Salmo 119 a la que llamó: Andamos por el terreno de la gracia.

Esa misma tarde este amigo se reunió con todos los líderes bajo su mando, y como acostumbraba a hacer cada mes, presentó un estudio bíblico. En esta ocasión este histórico y emocionante estudio.

Confiando en los planes de Dios.
Jeremías 29:1-15

Estas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió de Jerusalén a los ancianos que habían quedado de los que fueron transportados, y a los sacerdotes y profetas y a todo el pueblo que Nabucodonosor llevó cautivo de Jerusalén a Babilonia 2(después que salió el rey Jeconías, la reina, los del palacio, los príncipes de Judá y de Jerusalén, los artífices y los ingenieros de Jerusalén), 3por mano de Elasa hijo de Safán y de Gemarías hijo de Hilcías, a quienes envió Sedequías rey de Judá a Babilonia, a Nabucodonosor rey de Babilonia. Decía: 4Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de Jerusalén a Babilonia: 5Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. 6Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis. 7Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz. 8Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No os engañen vuestros profetas que están entre vosotros, ni vuestros adivinos; ni atendáis a los sueños que soñáis. 9Porque falsamente os profetizan ellos en mi nombre; no los envié, ha dicho Jehová. 10Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar. 15Mas habéis dicho: Jehová nos ha levantado profetas en Babilonia. 16Pero así ha dicho Jehová acerca del rey que está sentado sobre el trono de David, y de todo el pueblo que mora en esta ciudad, de vuestros hermanos que no salieron con vosotros en cautiverio; 17así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí envío yo contra ellos espada, hambre y pestilencia, y los pondré como los higos malos, que de tan malos no se pueden comer. 18Los perseguiré con espada, con hambre y con pestilencia, y los daré por escarnio a todos los reinos de la tierra, por maldición y por espanto, y por burla y por afrenta para todas las naciones entre las cuales los he arrojado; 19por cuanto no oyeron mis palabras, dice Jehová, que les envié por mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar; y no habéis escuchado, dice Jehová.

Sin dudas uno de los mayores retos que tenemos que enfrentar es cuando las cosas no salen de acuerdo a lo que habíamos planeado o anticipado. Esta es una realidad que ocurre en gran o pequeña escala a diario en nuestras vidas. Cuando tenemos que cambiar de manera brusca la dirección en que íbamos, se genera tensión y temor. Los líderes espirituales tienen una gran responsabilidad cuando tienen que enfrentar este tipo de situaciones. Tenemos que ir a la Palabra de Dios para poder asumir la actitud correcta y tener una mejor perspectiva. De esta manera podemos descubrir cómo confiar en los planes de Dios.

En este pasaje de Jeremías es necesario que conozcamos el contexto para que podamos comprender mejor lo que Jeremías estaba escribiendo y a quienes estaba dirigiéndose.
Como sabemos el libro de Jeremías describe tres deportaciones diferentes del pueblo hacia el exilio.

1. En el año 605 a.C. después que Nabucodonosor derrotó a los asirios, el joven e intrépido “Nabu” se dirigió con sus tropas hacia Judá donde conquistó varias ciudades llevando cautivos a Babilonia a un gran número de jóvenes israelitas de las familia nobles, entre los que se encontraban Daniel y sus amigos (Daniel 1:1-7) [Si desea profundizar en el estudio del libro de Daniel, vaya a los archivos de esta página donde encontrará un serie de estudios que escribí hace algún tiempo].

2. En el año 597 a.C. Joacim, rey de Judá se reveló contra el control de Babilonia, hecho que motivó que Nabucodonosor invadiera a Judá por segunda vez. Joaquín, hijo de Joacim, reinó tres meses antes de rendirse ante Nabucodonosor y sus tropas. Joaquín y toda la familia real fueron llevados al exilio junto con miles de ciudadanos prominentes de Judá, entre los cuales probablemente se encontraba el profeta Ezequiel. La ciudad de Jerusalén fue conquistada pero fue dejada intacta (2 reyes 24:10-14)

3. La tercera invasión se produjo en el año 587 a.C. cuando Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo el ejército babilónico contra Sedequías que se había revelado contra el imperio babilónico. En esta ocasión Nabucodonosor destruyó la ciudad de Jerusalén quemando los edificios de la ciudad incluyendo el Templo de Salomón, y dejándolos hechos cenizas, destruyendo las murallas de Jerusalén. Todos los sobrevivientes, con la sola excepción de algunos campesinos muy pobres fueron llevados cautivos a Babilonia (2 Reyes 25:1-12).

Jeremías le escribió durante el reinado de Sedequías al primer grupo de exiliados. Aunque ellos llevaban algún tiempo viviendo en el exilio, alguna gente les había estado diciendo que estarían poco tiempo en babilonia. Jeremías tuvo el valor de decirles la verdad. Esta era simple y compleja. Sencilla y difícil. La verdad era que Dios tenía otros planes. Muchas veces la gente, trata de ignorar la verdad, trata de disfrazarla, se empeña en ocultarla y sobre todo, no quiere enfrentarse con ella.

¿Qué debemos hacer cuando nuestros planes toman un rumbo inesperado? ¿Cómo podemos confiar en Dios cuando todo parece que se oscurece? ¿Qué podemos hacer ante un cambio inesperado que se nos va de las manos? ¿Qué hacer cuando los hechos se van más allá de las situaciones que podemos controlar?
Por las próximas dos semanas vamos a considerar algunas cosas simples y prácticas que podemos hacer.

Primer Principio: Deja de mirar hacia otra gente y mira a Dios

Siempre, tratamos de culpar a otros por nuestros errores, por nuestros fracasos, sobre todo cuando las cosas no salen como habíamos planeado. Cuando las cosas no son como queremos o como quisiéramos que fueran. Comenzamos a buscar defectos, en los demás, sobre todo cuando nuestro rumbo tiene que cambiar, cuando tenemos que dejar de hacer lo hemos estado haciendo para hacer otras cosas. Lo más fácil es culpar a los demás. Lo que siempre hacemos es mirar a los demás.
Veamos Jeremías 29:1-4:

Estas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió de Jerusalén a los ancianos que habían quedado de los que fueron transportados, y a los sacerdotes y profetas y a todo el pueblo que Nabucodonosor llevó cautivo de Jerusalén a Babilonia 2(después que salió el rey Jeconías, la reina, los del palacio, los príncipes de Judá y de Jerusalén, los artífices y los ingenieros de Jerusalén), 3por mano de Elasa hijo de Safán y de Gemarías hijo de Hilcías, a quienes envió Sedequías rey de Judá a Babilonia, a Nabucodonosor rey de Babilonia. Decía: 4Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de Jerusalén a Babilonia”…

¿Se percata? Aquí hay algunas observaciones y aplicaciones.

1. Dice: “…a todo el pueblo que Nabucodonosor llevó cautivo de Jerusalén a Babilonia”… Es comprensible que la gente sintiera el rigor de lo que estaba pasando y lo tratara de juzgar e interpretar a la luz de los hechos. El impacto era real y Jeremías reconoció esta realidad. No podemos esconder la cabeza como el avestruz para tratar de ignorar y no ver lo que nos rodea. Las condiciones pueden cambiar, el nuevo rumbo puede ser incierto y atemorizante. Puede ser confuso y hasta complicado.

2. “… Jehová de los ejércitos, Dios de Israel…” La palabra Jehová (JHVH) [Si desea profundizar puede buscar en los archivos de esta página la serie de estudios que publique sobre los diferentes nombre con los que aparece Dios en la Biblia] indica que se trata del Dios del pacto, el Dios de la promesa. La expresión de los ejércitos sirve para presentar una imagen del Dios todopoderoso en contraste con los ejércitos de Babilonia un claro contrate con las fuerzas humanas.
3. “que hice transportar de Jerusalén a Babilonia”…Lo lógico y natural es que la gente tratara de buscar una explicación humana fijando la vista en la acción de los hombres que habían tenido que ver con aquella situación que estaban enfrentando. No había razón alguna para hablar o pensar mal de Nabucodonosor. No había por qué formar chismes ni enredos. No había por qué comenzar a criticar las cosas que los babilonios estaban haciendo. No había por qué mirar a lo que ahora se hacía de manera diferente para tratar de hacer ver que ellos antes lo hacían mejor. Nabucodonosor no había sido más que un instrumento humano que Dios escogió para realizar su propósito divino.

CONCLUSIÓN:

Nunca podremos ajustarnos ni adaptarnos a los cambios de los planes para nuestras vidas hasta que no decidamos ver esos planes a través de los planes soberanos de Dios para nuestras vidas.

Está bien que tengamos preguntas. Pero la primera cosa que debemos hacer cuando enfrentemos dolor, pérdidas, dificultades o las contrariedades diarias es reconocer que estamos lidiando con un asunto espiritual. Debemos unirnos a Dios. Podemos decir: “Dios yo no sé lo que Tú estás haciendo o por qué lo estás haciendo, pero según Tú me des gracia, yo voy a esperar y voy a confiar y voy a confiar estando seguro de que Tú estás obrando para tu gloria y para mi bien por medio de esta situación.

Mientras que sigamos mirando hacia los demás y tratando de culpar a otros por la situación en la que nos encontramos, seguiremos desorientados y no podremos lograr ningún progreso. De manera que la primera conclusión de una manera muy escueta es: ¡Deja de mirar a los demás y comienza a mirar a Dios!

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Oscar