jueves, 15 de diciembre de 2011

El relativismo moral no es nuevo

La semana pasada hablamos de los primeros versículos de Génesis 3. Este es el primer recuento que existe de la intención de los seres humanos de usurpar el lugar de Dios, pero no fue el último. Desde los primeros capítulos de la Biblia (Génesis 3) encontramos los intentos de Adán y Eva por jugar a ser Dios. En nuestros días el relativismo moral cada vez cobra más fuerza. Este no es un problema nuevo. Comenzó en ese primer encuentro entre Satanás y el primer hombre y la primera mujer. Esa misma táctica que Satanás utilizó en esa ocasión, es la que utiliza en nuestros días. El apóstol Pablo advierte a los cristianos que estén atentos a las maquinaciones del diablo (2 Corintios 2.11), y hoy una de las formas que toma el relativismo es llegando a negar la existencia del diablo.

Génesis 3:6


Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.


Según la Biblia (que es la más confiable de todas las fuentes; lea Juan 17.17; 2 Timoteo 3.16; y 2 Pedro 1.20-21. Se percata de que hubo un tiempo en la historia humana en la que el pecado no estaba presente en el mundo. En ese tiempo la Tierra fue un verdadero paraíso. Hoy solo tenemos que leer los titulares de los periódicos para comprender claramente cuánto se han extendido el mal y el pecado. Pero la generalización del pecado, en realidad es una característica del mal en sí mismo. En Génesis 6 – 7 vemos que Dios trajo un diluvio sobre la tierra (Génesis 6.17) porque “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (v. 5).

Los materialistas podrán decir que la humanidad está mejorando día a día, pero hasta un observador casual puede ver que el mal abunda. Es más, se ha intensificado, por difícil que sea imaginar que tal cosa pueda suceder. El siglo XX vio dos guerras mundiales que produjeron muertes y sufrimientos a escala global. La “guerra fría” duró mucho más que esas dos guerras y como resultado dejó una cantidad inmensurable de muertes y temores, especialmente con la opresión del comunismo en Rusia y Europa Oriental. Incluso, algo útil y de un beneficio potencial como el Internet con rapidez se ha convertido en una fuente siempre presente del mal, con sitios que ofrecen pornografía y promueven la homosexualidad. Algo anda mal en el mundo o, mejor dicho, el mundo anda muy mal.

La Biblia nos enseña que nuestro mundo no siempre fue así. Dios creó a Adán y a Eva, el primer hombre y la primera mujer, en un ambiente perfecto que hizo especialmente para ellos de modo que sus descendientes pudieran disfrutar de una relación con su Creador y se enseñoreasen en la creación que Él había hecho para ellos (Génesis 1.26-28).

Los dos primeros capítulos de Génesis declaran que Dios creó todo el universo en solo seis días y luego “reposó el día séptimo” (2.2). El sexto día fue muy ocupado, o al menos, así me parece a mí. Ese día, Dios creó todos los animales terrestres y las personas (1.24-27). Él declaró que no era “bueno” que Adán estuviera “solo”, y decidió hacerle una “ayuda idónea”, es decir, una colaboradora adecuada (2.18). Adán puso nombre a todos los animales (vv. 19-20), pero
no encontró ayuda idónea para sí entre los animales, por lo cual Dios lo hizo caer en un sueño profundo y de una de sus costillas creó a una mujer y la llevó ante él (vv. 20-22). Génesis 1.27 resume la creación del primer hombre y la primera mujer con las palabras: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Después, “los bendijo” y les ordenó: “Fructificad y multiplicaos” y les dio autoridad para gobernar sobre el resto de la creación (vv. 28-30). Adán y Eva debían cumplir sus deberes desde su hogar en “el huerto de Edén” (2.15).

Algunas personas creen, equivocadamente, que el trabajo es parte del castigo del hombre por el pecado cometido. Recuerdo cuando era niño haber escuchado una canción que llegó a estar de moda llamada “El negrito del batey” que en su estribillo decía: “el trabajar yo se lo dejo todo al buey, porque el trabajo lo hizo Dios como un castigo”. Pero en Génesis 2.15 vemos que Dios instituyó el trabajo antes de la caída. No fue el trabajo en sí lo que vino como castigo del hombre, sino la naturaleza fatigosa y laboriosa del trabajo (Génesis 3.17-19).

Adán y Eva, junto con sus descendientes, disfrutarían de esta utopía sin fin si obedecían tan solo un mandamiento: “…del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (v. 17). Al igual que creó el universo con un orden material (leyes que gobernaban el ámbito físico), Dios creó un orden moral (leyes que gobernaban el ámbito espiritual). La base del orden moral era el carácter de Dios mismo. Tratar de vivir de forma contraria al orden que Dios estableció en el ámbito físico o moral produce consecuencias trágicas; y violar el orden moral divino es un pecado contra Dios que suele dañar a otros, además de a nosotros mismos.

Así que Génesis 2 indica que Adán y Eva fueron colocados en un ambiente perfecto, con solo un mandamiento para obedecer: No comer de la fruta prohibida. ¿Qué iba a suceder cuando la tentación de quebrantar la ley moral de Dios estuviera ante ellos? ¿Obedecerían escrupulosamente la palabra de Dios, sin comer del fruto prohibido, como Él lo había ordenado? ¿O escucharían a otro y se rebelarían en contra de Dios? El triste, pero verídico relato de lo que sucedió, se encuentra en Génesis 3.

La tentación vino a través de la serpiente, uno de los animales que Jehová Dios había hecho. Es notable que la serpiente siguió el patrón de tentación que Satanás usa una y otra vez: arrojar dudas sobre la Palabra de Dios y luego negarla. Está claro que Satanás tuvo un rol prominente aquí; tanto que la palabra “serpiente” se ha convertido en un sinónimo de “Satanás” (Apocalipsis 12.9; 20.2).

Observe una vez más como sucedieron estos hechos que son bien conocidos de todos nosotros: Primero, arrojó dudas preguntándole a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Es notable que Eva agregó al mandato de Dios diciendo que el árbol que estaba en medio del huerto estaba prohibido, no solo para comer, sino también para tocarlo, algo que la Biblia no dice que Dios dijera. Así que desde el principio una de las tretas de Satanás y de los errores más frecuentes que cometemos es precisamente alterar la Palabra de Dios añadiendo o suprimiendo palabras.

Después, la serpiente negó el mandato de Dios, diciendo: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Satanás suele mezclar las mentiras con las verdades. No solo la serpiente negó directamente la revelación divina de que comer del fruto produciría la muerte; también dijo que los ojos de la mujer serían abiertos, ¡como si fuera algo bueno! Sí, sus ojos fueron abiertos (vea Génesis 3.7), pero de una manera devastadora. Pudo ver el mal; de hecho, se relacionó íntimamente con él. Pero ella y Adán no lograron un estado divino, como la serpiente había prometido. Esto, naturalmente, era del todo imposible y Satanás lo sabía perfectamente.

Los primeros pecados humanos se registran en el v. 6, uno por cada uno. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, es decir, que le creyó a la serpiente en lugar de creerle a Dios. Convencida de que la serpiente tenía razón con respecto al árbol, la mujer tomó de su fruto, y comió. El pecado siempre sigue este patrón: negación de la Palabra de Dios, y luego, acciones contrarias a ella. El pecado no es solo una acción; es, básicamente, una actitud de rebelión en contra de Dios. Levanta su horrible cabeza en nuestras vidas cuando insistimos en vivir a nuestra manera y tomar nuestras propias decisiones, a pesar de lo que Dios haya dicho.

Adán siguió el ejemplo de su esposa. Eva dio también a su marido, el cual comió así como ella. El texto deja implícito algo que Pablo afirma: que la serpiente engañó a la mujer, pero no a Adán (1 Timoteo 2.14). Adán sabía exactamente lo que estaba haciendo y lo que iba a suceder, ¡pero de todas formas lo hizo! Este es otro aspecto del pecado: saber lo que Dios dice, pero pasarlo por alto con total desparpajo; algo que seguramente todos hemos hecho en algún momento. La mujer llegó a la conclusión de que Dios estaba equivocado; el hombre llegó a la conclusión de que lo que Dios había ordenado no importaba. Ambas actitudes surgieron de la incredulidad, que es la raíz de todo pecado (Romanos 14.23; Hebreos 11.6).

¿Qué podría ser más escandaloso que mostrarle al omnisciente Dios, por medio de nuestras acciones, que Él no es digno de confianza (como hizo Eva) o mostrarle al omnipotente Dios del universo, por medio de nuestra desobediencia, que lo que Él dice no nos importa (como hizo Adán)? ¡Nada más indigno ni imprudente! Está claro que las acciones de Adán y Eva indicaban su intención de jugar a ser “dios”. Como hemos dicho, su rebelión produjo pecado, muerte y otras terribles consecuencias a toda la raza humana. No hay otra explicación realmente adecuada para la presencia del mal y la muerte en el mundo.

Cada uno de los seres humanos nacido en la superficie de este planeta, excepto Uno, heredó el espíritu de desafío que tenían Adán y Eva. Por naturaleza, pero también por opción, hoy los seres humanos se rebelan en contra de Dios, estableciendo sus propias pautas de comportamiento o siendo selectivos en su moralidad. Eligen “a su gusto” cuáles mandamientos de Dios obedecer y cuáles pasar por alto. Hacen esto por la misma razón que ya hemos mencionado: el pecado va mucho más allá de desobedecer la ley de Dios, lleva implícita una condición en la que el corazón humano está corrompido e inclinado hacia el mal porque las personas, por naturaleza, son pecadoras (Jeremías 17.9).

Para algunos, Génesis 1-3 no es digno de tomarse en cuenta. Ellos dicen que si la ciencia ha “demostrado” que no hubo un Creador y nuestros primeros padres no pudieron haber cometido el pecado de la desobediencia. Esto es lo que enseña el relativismo moral y hoy día se está convirtiendo en la religión de muchas personas en los Estados Unidos. Sus adeptos afirman que no existen los valores ni los principios absolutos. Esto nos deja con vidas sin propósito ni significado. Nacemos, vivimos y morimos sin estar aferrados a nada más grande que nosotros mismos. Eso es todo. Estoy convencido de que una de las razones principales por las que las personas se niegan a aceptar el relato de la creación en Génesis 1-2 es porque se niegan a creer en Génesis 3.

Sin embargo, el materialismo científico se está desarmando a una gran velocidad, con un número cada vez mayor de científicos que rechazan los postulados que este establece. La teoría de la evolución, no es más que eso: una teoría que nunca ha sido comprobada y junto con ella las demás teorías materialistas. Cada día se descubren nuevas evidencias que comprueban que la teoría de la evolución está equivocada y es un error teórico.

Rechazar Génesis 1-3 es la base para rechazar todo lo demás que enseña la Biblia, lo cual incluye la afirmación de Jesús de que Él es Dios y exige: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9.23-24). No obstante, la verdad es la verdad. Si Dios nos creó a su imagen, el relativismo moral es falso, totalmente falso. La complejidad y el orden del universo y todo lo que hay en el mundo señalan a un Creador inteligente, y ante Él somos responsables por todo lo que hacemos.

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Oscar