jueves, 22 de diciembre de 2011

¿Y qué será?

Existía en Cuba, hace muchos años, la costumbre de lo que pudiéramos llamar “profetizar” sobre el futuro de los niños. Esta costumbre se iniciaba en la cuna y corría por todo el tiempo que el pequeño crecía.
Por ejemplo, si el niño tenia los pies más grandes de lo común, alguien venía y decía, este va a ser corredor. Si el pequeño tiraba cuanta cosa le cayera en las manos, alguien decía este muchacho va a ser pelotero.

Mi hija de pequeña hablaba mucho y no se quedaba callada nunca, dando una explicación para cualquier cosa que hubiera hecho para justificar sus acciones. Pues los abuelos decían: “Esta va a ser abogado”. Existió un presidente en Cuba que fue famoso por su “palabrería” llamado José Ramón Grau San Martín, así el bisabuelo de mi hija le llamaba a ella: Grau.

Mi hijo desde pequeño mostró gran interés por armar y desarmar cosas, y claro está que decían que él iba a ser mecánico. No sé que rasgos yo exhibiría de pequeño para que me “profetizaran” que yo iba a ser médico. En mi caso, nada más lejos de la realidad pues siempre le he tenido pánico a la sangre y a los médicos.

Parece que las tales profecías populares se debían a ciertos rasgos o inclinaciones que los pequeños mostraban en sus primeros años de edad o al nacer. Pero este no fue el caso de un niño que nació en Palestina hace cerca de dos mil años. En Lucas 1:27 se recoge cuando el ángel le anuncia a María que concebiría un hijo y llamaría su nombre Jesús, y entonces añade el ángel: “…este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo”. Y luego sintetiza de manera magistral diciendo: “…y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.

Si unimos este relato a lo que dice Mateo 1: 10, cuando el ángel se le apareció en sueños a José y le dijo, refiriéndose a María: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque el salvará a su pueblo de sus pecados”, tenemos el cuadro completo del anuncio y el nacimiento de Jesús. En este caso no se trató de una “profecía popular”, por el contrario, el emisario celestial vino a revelar el futuro que el Hijo de Dios venia a cumplir. Era un Niño que vendría a nacer con un propósito. No había lugar para la familia terrenal, en el seno de la cual el pequeño crecería, para influir en la carrera o el futuro del recién nacido.

Estaba claro, aunque cueste trabajo entenderlo. Así son de simples las cosas de Dios, a pesar de que los hombres la compliquemos para que parezcan difíciles. Los primeros visitantes que vinieron a ver el Niño fueron pastores que estaban cuidando a sus rebaños en medio de la noche de Palestina cerca de la ciudad de Belén. En esa zona el paisaje, si así se pudiera llamar, no el bonito. Es una zona agreste y propicia a los lobos y otros animales salvajes, por lo que los pastores debieron haber estado muy atentos a lo que ocurría en su derredor. Dice en Lucas 2:8-18

“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 9Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!

15Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. 16Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. 18Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.

Así fue de espectacular el hecho más insólito que ha ocurrido en la historia de la humanidad. Dios se hizo carne para venir a la tierra a redimir a los hombres de sus pecados. Escogió a una virgen desposada con un hombre que era descendiente de David y estando en Belén de Judea, María dio a luz al Mesías prometido. Aunque en la Tierra no se hizo una fiesta, en ese momento, en los cielos hubo un gran alboroto. Un ángel del Señor escogió a unos humildes pastores porque sus corazones eran rectos y porque nadie dudaría de lo que ellos iban a contar y las “huestes celestiales” se unieron al ángel para celebrar el hecho.

De manera que si a ese hecho sin precedentes y sin igual se le llama NAVIDAD, ¿cómo es posible que ahora se le quiera cambiar el nombre por fiestas? Una fiesta es cualquier celebración pero la NAVIDAD es justo la celebración del cumplimiento de la promesa de Dios a su siervo Abraham cuando le dijo: “En ti serán benditas todas las naciones de la tierra”.

Eso es la NAVIDAD, no es hacer regalos, no es hacer cenas para aumentar 20 libras en una noche, no es tomar y emborracharse, no es salir de FIESTA. HAY alegría, claro está, porque nació nuestro Salvador, y eso es lo que debemos celebrar. Primero que haya gozo y regocijo en nuestros corazones y tiempo para elevar una oración de gratitud y amor a nuestro Dios, por su Regalo de amor para la humanidad, y luego podemos seguir la tradición familiar.

Ahora bien, discúlpenme los ateos y los “postmodernistas. Señores, no son “felices fiestas” es ¡Feliz NAVIDAD!

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Oscar