lunes, 5 de marzo de 2012

Lo que abunda no daña

El apóstol Pablo en Romanos 1.14-15 a dice:

14 A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.
15 Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros…


Aunque he hablado de este tema en varias ocasiones, considero que el asunto es tan grave que bien vale la pena insistir. Mi papá siempre decía: "Lo que abunda, no daña". Claro que aquí vamos a encontrar una contradicción. Me refiero a la abundancia de advertencias y no de números. Hace un tiempo un maestro de la Escuela Dominical se quejaba y me decía que el ministro de Educación religiosa de su iglesia, anotaba en la lista de la clase a toda persona que asomara la nariz una vez en su vida en alguna clase. Este maestro entendía su responsabilidad y quería ministrar a sus alumnos pero me decía que tenía una lista con más de setenta y cinco nombres, que nadie en la clase conocía.

¿Cuál era, en última instancia, el propósito de tener nombres en una lista? Al parecer, dar la impresión de que tenían muchas personas asistiendo, cuando la realidad era bien diferente. ¿Y a quién estaban engañando? Si la Biblia dice verdad, ¡a ellos mismos! Pues Dios NO PUEDE SER BURLADO.

El problema apunta a un asunto de autoridad. El apóstol Pablo inicia su carta a los romanos identificándose como uno que está bajo la autoridad de Jesús: “siervo de Jesucristo” (Romanos 1.1). Bien simple y claro: ¡Jesús es la autoridad! Estoy convencido de que el mayor mal que enfrenta la iglesia de hoy día es un problema de AUTORIDAD. Hay mucha gente que quiere tener la autoridad, que quieren ser líderes, que quieren tener posiciones para mandar y controlar, en la iglesia de Cristo y se olvidan que Él es la autoridad. O sus hechos indican que lo han olvidado o ignorado por completo.

En la perspectiva de Pablo el amor y la obediencia a Dios eran el fundamento principal. Pero esto lleva también a establecer el alcance de la obligación. Debemos entender que el alcance determina a quién afecta la obligación. En otras palabras, Pablo nos dice cuáles son los límites de la obligación que aquí se extiende a griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios.

Aunque a primera vista puede parecer que Pablo consideró que su obligación era bastante limitada, nada podría estar más lejos de la verdad. La extensión a griegos y a no griegos [bárbaros] no significa que la obligación solo se aplicara a dos grupos de personas. Por el contrario, al mencionar estos dos grupos Pablo destacó la enorme gama sobre la cual sintió una enorme obligación.

Recuerde que este libro se escribió para la iglesia en Roma. En otras palabras, por lo general se escribió para los “griegos”. En este contexto histórico la clasificación “griega” se refería a cualquier persona o nación que hablara en griego, lo cual obviamente incluía a una enorme cantidad de personas.
Al utilizar esta frase, Pablo está incluyendo a los griegos y a todos los demás que no eran griegos; por tanto, ¡se refiere a todo el género humano! Lo mismo sucede con la expresión “a sabios y a no sabios”; Dios le había dado a Pablo una tarea que implicaba alcanzar a todas las personas que pudiera.

Y es la misma encomienda que tenemos hoy. Estamos llamados a alcanzar a los cultos y a los analfabetos. A los que nacieron en el mismo país que nosotros y a los que nacieron al otro lado del mundo. A los claros y a los morenos. A los simpáticos y a los antipáticos. A los que nos caen bien y a los que nos hacen mal.

Tenemos la obligación de servir al Señor, presentando el mensaje de salvación a todo el mundo.

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Oscar