Pablo afirma que
al comer el pan y beber de la copa, proclamamos la muerte del Señor (v. 26).
Jesús mandó que lo hiciéramos repetidamente, para que recordemos su muerte.
Pero la Santa Cena significa mucho más que recordar la muerte de Cristo.
También por ella recordamos su obra redentora, su resurrección y ascensión, su
promesa de que estará siempre con su pueblo y su segunda venida.
¿Cuál es el significado de la
Cena del Señor cuando un cristiano participa del pan y del jugo de la vid?
Recuerdo la primera vez que tuve el privilegio de participar. Por semanas había
estado esperando a la celebración de la Santa Cena, pero se me apagó el
espíritu de expectación cuando comí y bebí con el resto de los hermanos y
hermanas. En verdad yo estaba esperando algo sobrenatural, una experiencia espiritual
algo casi milagroso, pero en verdad, nada “extraordinario” o “fuera de lo
común” ocurrió, comimos un trocito de pan y tomamos jugo de uvas. Lo
extraordinario fue el poder recordar el sacrificio hecho por Cristo para pagar
el precio de mis pecados.
¿Cuál es el significado de la Comunión?
Es un tiempo de reflexión, de regocijo y acción de gracias. Al experimentar la
presencia espiritual del Señor, con la iglesia oramos con fervor Maranata, esto es, «Ven, oh Señor»
(16:22; Apocalipsis 22:20).
25. De la misma
forma, tomando también la copa después de cenar, dijo: «Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis en memoria de mí»
Pablo usa la frase para afirmar que con la copa
Jesús usó el mismo procedimiento que con el pan. Cuando Pablo escribe «después
de cenar», da a entender que después de que se distribuyó y se comió el pan, se
llenó la copa por tercera vez, como era la costumbre. Después se pasó la copa a
los discípulos. En la cena de la Pascua judía, a intervalos los participantes
bebían de cuatro copas. Cuando Jesús tomó la copa, tomó la tercera copa
conocida como la «copa de bendición». En ese momento instituyó la segunda parte
de la Cena del Señor. A su vez, la frase después
de cenar hace posible que cuando la iglesia de Corinto celebraba la Santa
Cena, lo hacía colocando un intervalo entre la distribución del pan y la de la
copa.
«Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre». Jesús NO
DICE que el líquido de la copa SEA su sangre.
Esta expresión le da a la palabra sangre
un significado espiritual más profundo. La copa representa el nuevo pacto que
Pablo ratifica con su sangre. Cuando Moisés confirmó el primer pacto en el
monte Sinaí, roció sangre sobre el pueblo, y dijo: «He aquí la sangre del pacto
que Jehová ha hecho con vosotros» (Éxodo. 24:8; véase también Zacarías 9:11).
En el primer pacto se roció la sangre de un animal, en el nuevo pacto la sangre
es la de Cristo.
Pero detengamos un momento a analizar esto: ¿Qué es
un pacto? «La palabra ‘pacto’ apunta a una disposición unilateral que Dios hace
en favor del hombre, y no debe de entenderse como un acuerdo mutuo entre dos
partes que están en las mismas condiciones».
En los días de Moisés, Dios instituyó el primer
pacto (Éxodo 24:4b-8) y a los israelitas les hizo promesas que cumplió. El
pacto exigía ciertas obligaciones por parte de los israelitas, las cuales eran
obedecer la ley, lo cual NO hicieron.
Cuando Dios hizo un nuevo pacto con su pueblo, el
antiguo pacto quedó obsoleto (Hebreos. 8:13). Dios ratificó el nuevo pacto con
la sangre de Cristo derramada una vez para siempre (Hebreos 9:26; 10:10).
Además, nombró a Jesús como mediador de este pacto (Hebreos 7:22; 8:6) y Jesús
cumplió el pacto entregando su cuerpo y sangre. En suma, en la palabra pacto radica el paralelo implícito entre
el cuerpo de Cristo, que fue sacrificado por nosotros y la sangre rociada de
Jesús, la cual confirma este nuevo pacto con su pueblo (Romanos 3:25).
De manera que todo creyente que bebe DE LA COPA en
la CENA del Señor, es un miembro del pacto que Cristo ratificó por medio de su
sangre. Lo mismo sucede en cuanto al comer el pan. Todos los que participan del
pan están diciendo que participan en el cuerpo de Cristo (10:17). Juntos forman
la comunidad del pacto. En ningún momento están comiendo EL CUERPO, ni TOMANDO
LA SANGRE. Eso es una especie de ABERRACIÓN.
«Haced esto todas las veces que la bebáis en memoria
de mí». Por segunda vez, Jesús ordena observar la ordenanza de la Santa Cena.
Pero lo hace en forma más específica. Le ordena a su pueblo que lo celebren y,
cuando lo hagan, que lo recuerden a Él en conexión con el derramamiento de Su sangre
por el perdón de sus pecados.
En el Antiguo Testamento se les ordenaba a los
israelitas que observaran la Pascua el día catorce del mes hebreo de Nisán. Pero
Jesús manda a su pueblo que coma del pan y beba de la copa regularmente, pero
no les da una fecha específica. Algunas congregaciones celebran la comunión
cada tres meses, otras una vez al mes, y otras una vez a la semana. Aunque
numerosas iglesias celebran la Cena del Señor el jueves o viernes de la llamada
Semana Santa, su celebración no está limitada a un día en especial.
Jesús más bien dice: «tan a menudo como observen la Santa
Cena, recordad que yo me ofrecí por vosotros». «Porque todas las veces que
comáis este pan y bebáis esta copa». De todos los escritores del Nuevo
Testamento que registran las palabras de la institución de la Santa Cena, sólo
Pablo anota este mandamiento de Jesús, que dice: «haced esto todas las veces
que la bebáis en memoria de mí». Pablo añade ahora su propio resumen y
entendimiento de la Cena del Señor. Con la conjunción porque resume la fórmula dada por Jesús. Repite las palabras todas las veces que y las conecta con la
acción de comer el pan y la acción de beber de la copa.
«Proclamáis la muerte del Señor». Pablo enseña que
todos los que comen el pan y beben de la copa simbólicamente proclaman la
muerte de Jesús. Por medio de su muerte, Cristo los hizo partícipes del nuevo
pacto que Dios estableció con su pueblo y del cual Cristo es el Mediador. Pablo
les recuerda los beneficios espirituales que provienen del sacrificio de Jesús
en la cruz y cuando ellos participan del pan y de la copa están reconociendo la
unidad que todos tienen en Cristo.
¿De dónde surge entonces la idea de comer el cuerpo
de Cristo y tomar su sangre?
La llamada doctrina de la Transubstanciación
es una doctrina sustentada por la iglesia católica romana, definida por un
canon en el Concilio de Trento, aunque al parecer, en realidad ya figuraba
desde el siglo IV puesto que Cirilo de Jerusalén ya lo había redactado en el
Catecismo a los Catecúmenos. El Concilio de Trento no hace más que confirmar lo
que hacía se venía creyendo por la iglesia católica romana en lo referente a
que "la consagración del pan y del vino” hace que se cambie la sustancia
del pan y la sustancia del contenido de la copa en el Cuerpo real y la Sangre
real de Cristo. Aunque no se toman en cuenta los elementos físicos del pan y el
vino en cuanto a color, olor y sabor.
Martín Lutero analizó y destacó el
error de esa doctrina formulando la
llamada doctrina de la consubstanciación. Los iglesias evangélicas se oponen a la transustanciación que implica también
una limitación a la salvación por Gracia.
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Oscar