sábado, 21 de julio de 2012

Aplicando la doctrina de la perseverancia de los santos. Conclusión

Por C.H. Spurgeon

¿Cómo APLICAREMOS PRÁCTICAMENTE ESTA DOCTRINA?

La primera aplicación es para animar al hombre que va camino al cielo. Proseguirá el justo su camino.” Si yo tuviera que realizar un viaje muy largo, digamos de Londres a John o’ Groats, confiando en que mis pobres piernas débiles me lleven, y con un peso que cargar también, podría comenzar a desesperarme, y, ciertamente, el propio primer día de camino me noquearía: pero si yo tuviera una seguridad divina que me afirma categóricamente: “Tú proseguirás tu camino, y llegarás a tu destino,” yo siento que me cobraría ánimos para alcanzar la tarea. Difícilmente alguien se lanzaría a una jornada difícil sino creyera que puede terminarla, pero la dulce seguridad que alcanzaremos nuestro hogar, nos lleva a cobrar ánimos.

El tiempo es lluvioso, húmedo, muy ventoso, pero debemos proseguir, pues el fin está garantizado. El camino es muy difícil, y corre por colinas y valles; respiramos agitadamente y nuestras piernas nos duelen; pero como vamos a llegar al fin de nuestro camino, proseguimos a la meta. Estamos a punto de arrastrarnos a cualquier casa y acostarnos para morir de cansancio, diciendo: “Nunca voy a completar mi tarea;” pero la confianza que hemos recibido nos pone de pie nuevamente, y proseguimos.

Para el hombre de corazón recto, la garantía de éxito es el mejor estímulo para trabajar. Si así es, que voy a vencer al mundo, que voy a conquistar el pecado, que no voy a ser un apóstata, que no voy a abandonar mi fe, que no voy a arrojar mi escudo, que voy a llegar a casa siendo un conquistador, entonces voy a actuar como un hombre y voy luchar como un héroe. Esta es la razón por la que las tropas británicas han ganado la batalla a menudo, porque los jóvenes que tocan los tambores no saben cómo llamar a retirada, y las tropas no creen en la posibilidad de la derrota. Muchas veces fueron derrotados por los franceses, eso dicen los franceses, pero ellos no querían creerlo, y por lo tanto no huían. Ellos sentían que ganaban, y por tanto permanecían como rocas sólidas en medio de la terrible artillería del enemigo hasta que se declaraba la victoria a su favor.

Hermanos, nosotros haremos lo mismo si nos damos cuenta que somos preservados en Cristo Jesús, guardados por el poder de Dios por medio de la fe para salvación. Cada creyente verdadero será un conquistador, y esta es la razón para pelear una buena guerra. Está preparada para nosotros una corona de vida en el cielo que no perderá su color. La corona está preparada para nosotros, y no para quienes vienen de manera imprevista. La corona reservada para mí es tal que nadie más puede usarla; y si es así, entonces voy a combatir y voy a esforzarme hasta el fin, hasta que el último enemigo sea vencido, y la muerte misma esté muerta.

Otra aplicación es esta: qué estímulo es este para los pecadores que desean la salvación. Debe guiarlos a venir y recibir esto con un deleite agradecido. Quienes niegan esta doctrina ofrecen a los pecadores una pobre salvación devaluada, que no vale la pena, y no es sorprendente que los pecadores no se queden con ella. Así como el Papa dio Inglaterra al rey de España (si hubiera podido obtener ese país) así ellos ofrecen la salvación de Cristo si un hombre puede merecerla por medio de su propia fidelidad.

De conformidad con algunas personas, la vida eterna es dada a ustedes, pero puede ser que no sea eterna; puedes perderla, puede durar sólo un poco de tiempo. Cuando yo no era más que niño, me preocupaba porque veía a algunos de mis jóvenes compañeros, que eran un poco mayores que yo, cuando se convertían en aprendices y llegaban a Londres, que se convertían en personas viciosas; he escuchado los lamentos de sus madres, y he visto sus lágrimas por sus hijos; he escuchado a sus padres que expresaban su amarga pena por esos muchachos, a quienes yo había conocido en mi clase, como muy buenas personas, como yo no hubiera podido serlo jamás, y me inquietaba con horror la idea que yo tal vez podría pecar como ellos. Ellos no guardaban el día del Señor; hubo un caso de un robo de una caja fuerte para irse de farra el domingo. Simplemente pensar en eso me aterraba; yo anhelaba mantener un carácter sin mancha y cuando escuché que si yo entregaba mi corazón a Cristo, Él me guardaría, eso fue precisamente lo que me conquistó; parecía un seguro de vida celestial para mi carácter, que si yo me entregaba verdaderamente a Cristo, Él me salvaría de los errores de la juventud, me preservaría en medio de la tentaciones de la edad adulta, y me guardaría hasta el fin. Me agradaba el pensamiento que si yo era hecho justo por la fe en Cristo Jesús, proseguiría mi camino por el poder del Espíritu Santo. Eso que me agradó en mi niñez es aún más atractivo para mí en mi edad adulta: yo estoy feliz de predicarles una salvación cierta y eterna.

Siento que tengo algo que ofrecerles el día de hoy, que es digno de la pronta aceptación de cada pecador. No tengo las condiciones de “si” ni “pero” para diluir el puro Evangelio de mi mensaje. Aquí está: “El que creyere y fuere bautizado será salvo.” Se me cayó un pedazo de hielo al piso ayer, y le dije a alguien que estaba conmigo en la habitación “¿acaso no es eso un diamante?” “Ah,” me respondió, “no lo dejarías en el piso, te lo garantizo, si fuera un diamante de ese tamaño.”

Pero yo tengo un diamante aquí, ¡vida eterna, vida para siempre! Me parece que se darán prisa para tomarlo de inmediato, para que sean salvos ahora, para ser salvados en la vida, para ser salvados en la muerte, para ser salvados en la resurrección, para siempre, por el poder eterno y el amor infinito de Dios. ¿Acaso no vale la pena tener esto? Pobre alma, agárralo; tú puedes tenerlo simplemente creyendo en Jesucristo, o, en otras palabras, confía tu alma a Él. Deposita tu eterno destino en este banco divino, y luego puedes decir, “Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” Que el Señor los bendiga, por Cristo nuestro Señor. Amén.

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Oscar