lunes, 20 de febrero de 2012

Un desastre que está de moda

Uno de los fracasos más desastrosos que veo con más frecuencia es el de personas que son elevadas a algún cargo, en cualquier lugar incluyendo la iglesia, por los méritos o resultados alcanzados en la posición que tenían, y de pronto comienzan a hacer todo lo contrario a lo que se esperaba que hicieran. Entre otras cosas, al parecer cerrando los ojos para no ver el daño que están haciendo y los oídos para no oír los consejos o las críticas de los demás.

Esto no es algo nuevo y se conoce como el "Principio Peter" que define ese fenómeno como: "el hecho de elevar a una persona competente hasta su nivel de incompetencia". Lo trágico de este mal es que ha penetrado en las iglesias y organizaciones cristianas de todo tipo. Al parecer, en la iglesia cristiana primitiva también este fenómeno estaba presente y el apóstol Pablo, en cierta forma llama la atención de esta manera: Si usted tiene el don de liderar, hágalo con solicitud" (La paráfrasis es mía).

Sin duda alguna los líderes de la iglesia deben liderar pensando en el bien de los demás y no en los beneficios personales. Deben esforzarse mucho para hacer bien su trabajo. Si el líder no conduce con eficiencia a quienes tiene a cargo, los que lo siguen no podrán cumplir su misión lo cual resultara en un detrimento del avance del Reino. Desafortunadamente hay muchas personas que al recibir un nombramiento para un cargo de cualquier tipo, consideran que es algo que se han ganado o merecen porque son superiores a los demás, son más inteligentes, tienen mejor presencia, se expresan mejor, son más ricos… Y la lista sigue muy lejos.


Eso es un gran error. Ha sido seleccionado porque tienen un don PARA SERVIR al Cuerpo de Cristo que ha sido descubierto por otras personas que entienden que deben darle la oportunidad de desarrollar ese don para beneficio del Reino. Nunca tenga un concepto más alto de usted mismo del que debe tener. Eso se llama orgullo. Y el orgullo es muy mal consejero. Lidere con solicitud, es decir, con diligencia, no con aires de superioridad.

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Oscar