martes, 27 de marzo de 2012

La presencia de Dios

¿Ha tratado o se ha hecho el sordo alguna vez? ¿Recuerda cuántas veces tuvo que llamar a sus hijos pequeños para que dejaran de jugar y vinieran a cenar? Es que muchas veces, escuchamos pero no oímos. Y otras tantas no queremos oír. Mi padre siempre decía: "No hay peor sordo que el que no quiere oír". Tristemente, es posible que nos hayamos perdido muchos encuentros con Dios por no hacer el esfuerzo para escuchar su voz o tal vez por no haber “ido a mirar” lo que Él estaba haciendo y por no apartar un tiempo para estar a solas con Él. En Éxodo 3: 3-6 se nos narra este pasaje:

3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
4 Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
5 Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.


Cuando Moisés iba a ver, lo llamó Dios. Dios pronunció dos veces el nombre de Moisés. No creo que fuera porque Moisés se estuviera haciendo el sordo. Esta era una señal de afecto muy común en esa época que expresaba el amor y el interés de Dios (Génesis 22.11; 46.2; 1 Samuel 3.10).

Al encontrarse con Dios y escuchar su voz, Moisés comenzó a aprender una lección importante sobre la santa presencia de Dios. Dios le advirtió que se mantuviera a una cierta distancia: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Más tarde el “Príncipe del ejército de Jehová” le diría lo mismo a Josué, en Josué 5.15.

No fue una casualidad que Moisés encontrara un santuario antiguo. El lugar se volvió santo porque Dios estaba allí presente. Cuando nuestro santo Dios llega, lo común se vuelve santo. El creyente no puede encontrarse con la presencia de Dios sin encontrarse con su santidad. Esta es una de las razones por las que nunca debemos tomar a la ligera la santidad de Dios.

Este es el motivo por el cual Él llamó a Israel a ser santos, y es el motivo por el que también nos llama a nosotros a ser santos (Levítico 11.45; 1 Pedro 1.15-16). Para tener un concepto correcto de Dios tenemos que comenzar teniendo un encuentro con Él en su santidad.

Dios también le enseñó a Moisés que Él era un Dios que honraba sus pactos, ya que declaró: Yo soy el Dios de tu padre. Por cierto, Amram (Éxodo 6.20) adoró a este Dios, como también lo hicieron los ancestros de Moisés: Abraham, Isaac y Jacob, patriarcas de Israel. Este Dios hizo pactos con ellos; los convirtió, a ellos y a sus descendientes, en pueblo suyo. Ahora tenía la intención de cumplir las promesas hechas a su pueblo, liberándolos de Egipto. Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios, una respuesta adecuada ante la santidad de Dios.

Y este es el mismo Dios que quiere tener un encuentro con nosotros. Que nos llama desde su santidad y nos llama para que seamos su pueblo santo. Nos llama para que seamos diferentes. Sigue llamando para que nos despojemos de las ataduras humanas y nos atemos a Él para que podamos llevar adelante la tarea de su Reino.

Busca un encuentro con Dios…

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Oscar