martes, 3 de abril de 2012

No hacer lo bueno, es pecado

Santiago 4:17

Hace unos días un amigo me llamó pues estaba haciendo una especie de “investigación privada” para encontrar el tipo de detector de radares y láser más económico y eficiente del mercado. Por un buen rato me estuvo hablando de las ventajas y desventajas de las diferentes marcas y modelos. Daba la impresión de que mi amigo se había convertido, de la noche a la mañana, en todo un experto en detectores de radares. Finalmente, me preguntó que pensaba yo.

Mi respuesta en realidad fue una pregunta. Tal vez “demasiado” directa, le dije: ¿Y por qué mejor no respetas los límites de velocidad establecidos? Me imaginé la cara de mi amigo al otro lado de la línea. Su voz sonó como si se encontrara en otro planeta. Yo insistí en mi punto de vista y él comenzó a darme una especie de disertación sobre lo que él consideraba “abusos policiacos”. De nuevo le expuse mi punto de vista, ya que la policía está, precisamente, para hacer que se cumplan las leyes. De modo que si se respetan los límites de velocidad establecidos, no hay por qué temer que haya un policía observando.

Esta conversación irrelevante me llevó a considerar la similitud que este asunto tiene con la situación de mucha gente que tal vez conocemos. Esas personas saben que están que están obrando mal. Conocen que las Sagradas Escrituras hablan en contra de lo que están haciendo, pero al parecer, tienen la tendencia de tratar de justificarse y de culpar a otros por sus errores y malas decisiones, en lugar de hacer una valoración objetiva para cambiar su modo de obrar.

La función principal de los profetas que Dios levantó en Israel fue la de llamar la atención del pueblo de Dios para que buscaran a Dios y siguieran Su camino. Pero el pueblo mostraba oídos sordos. De manera muy similar a lo que ocurre hoy con las enseñanzas de pastores, predicadores, evangelistas y maestros de la Escuela Dominical que explican la Palabra de Dios y llaman para aplicar esas enseñanzas a nuestras vidas.

Al igual que desde el inicio de la creación, Dios nos ha dado la libertad para que seamos nosotros los que tomemos la decisión.
Si violamos los límites de velocidad establecidos, tarde o temprano, nos pondrán una multa. Cuando no se obedecen los mandamientos de Dios y lo que Él nos manda en su Palabra, también habrá consecuencias. Lamentablemente mucho mayores que una multa de tráfico.

Santiago 4:17 dice: “…al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. De manera que dejar de hacer lo que es bueno, que implica como es lógico hacer lo que es malo, es pecado, y en ocasiones, el no hacer algo bueno y simplemente no hacer, también es pecado.

Así que cometer cualquier desobediencia a la ley, simplemente es pecado. Honestamente, ¿Cuántas veces se ha considerado que estacionarse indebidamente o ir a exceso de velocidad es un pecado? No es que yo sea extremista, y he cometido en mi vida muchas infracciones de tránsito, es que simplemente yo nunca me había puesto a pensar en eso, y tal vez usted tampoco…

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Oscar