Por haber nacido en Cuba, y por dedicarme a estudiar la Biblia, esta semana he recibido una inusual cantidad de llamadas telefónicas, correos electrónicos y preguntas personales acerca del significado de la visita del Papa Benedito XVI a la Isla de Cuba. Estoy convencido de que esto no es lo que algunos esperaban que yo dijera, pero tengo que ser honesto conmigo.El simple hecho de dar una misa en la llamada “Plaza de la Revolución” es un claro indicativo del carácter político que el régimen de la Habana le confiere a esta visita. Esa misma Plaza ha sido el escenario de las asambleas convocadas por el castrismo para mostrar al mundo el “apoyo” del pueblo a la dictadura. Es curioso que los que van a esas asambleas, eran los mismos que estaban en la misa. Agentes de la policía disfrazados, los militantes del Partido Comunista y de la Juventud Comunista de Cuba, los Sindicatos, los Comités de Defensa y toda la camarilla que le hace el juego al régimen.
Curioso y extraño escenario para ofrecer una misa en esta ocasión en lugar de tener detrás el crucifijo con Jesús crucificado y la imagen de la virgen con el niño Jesús en sus brazos, se muestran la imagen del Che Guevara franqueando el edificio del Ministerio del Interior que es el lugar más odiado y temido de la Isla y como burla sarcástica, la imagen de Camilo Cienfuegos colgado frente a la Biblioteca Nacional, aunque Camilo no fuera “muy leído” que digamos. Aunque estoy en contra de las imágenes, es mejor ver a esas representaciones que a estos dos personajes que en el lenguaje de hoy, se les llamaría terroristas.
La primera pregunta al azar es esta: ¿Significa que el Papa está “bendiciendo” los crímenes que cometieron Camilo y el Che y los cientos de personas que fusilaron con las manos atadas y los ojos vendados?
Probablemente, fuera de la Isla no se perciba la clara intención que hay detrás de todo esto. En primer lugar, el gobierno de la Isla trata al Papa como el dignatario de otro país, ya que la Santa Sede tiene su Embajada en la Habana, y no como a un líder religioso, aunque él lo sea. Por eso, los asistentes a la misa en la plaza, no son católicos devotos, sino “ciudadanos que tratan de sobrevivir haciéndole el juego al régimen”. Observe que en lugar de “velos, velas y rosarios” la gente tiene cartelones, camisetas rojas (confeccionadas especialmente para la ocasión y entregadas por las fuerzas de Seguridad a la “gente de confianza” para tenerlos identificados) y pancartas. Para los que son católicos, me parece que es una manera extraña de celebrar una misa, ¿no les parece?
Y el Señor Papa jugó su parte del juego: Denunció la atrocidad del “bloqueo a la Isla” que es en última instancia es la razón por la que el gobierno de Cuba lo invita para mostrarle las maravillas (SOLO PARA TURISTAS) que Cuba ha hecho y asegurarse otro voto en la ONU. Y el Papa pidió más libertades religiosas y un sinnúmero de otras cosas que el castrismo, como de costumbre, recibió con oídos sordos. La realidad tras el bloqueo es que el régimen de la Habana es el primer interesado en que se mantenga, ya que esta es la mejor manera de justificar sus fracasos.
Desafortunadamente, esta visita tiene dos faltas: La primera es la ausencia de un mensaje claro. No escrito por Papas pero que está bien claro en la Biblia: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Esa es la verdad y esa verdad debe ser predicada.
La segunda es la indiferencia. ¿Sabe una cosa? La indiferencia duele. La indiferencia de los gobiernos del mundo ante el sufrimiento de los cubanos. El Papa no preguntó por qué Cuba tiene el 15% de su población viviendo en otros países del mundo. Y es que es mejor vivir incluso siendo discriminado y humillado, como ocurre en algunos lugares, que vivir bajo las garras de un tirano. El Papa no preguntó cómo era posible que los Castros por 53 años fueran la cabeza del gobierno y tuvieran el control absoluto siendo amos de “vidas y hacienda”. Ningún otro gobernante en el mundo actual ha logrado esa meta, y en cierta medida la visita del Papa es una legitimación a esa ignominia.
Aunque el Papa se lleve una impresión diferente, la realidad de Cuba es muy compleja. Hoy, nadie se atreve a hablar por miedo a las consecuencias. Pero más y más el puro evangelio se va abriendo paso y nuevas personas están siendo transformados por Cristo. Es un movimiento lento, pero profundo. En un país donde no se permite el Internet ni la prensa extranjera, en el que se bloquean los canales de TV y las emisiones de Radio de los Estados Unidos, para que los cubanos no se enteren de lo que sucede en el mundo. Sin embargo, la realidad inexorable de la historia algún día se cumplirá. Mi padre solía decir: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Y esta es una realidad que también se cumplirá en la Isla. Ese día y solo entonces, el mundo podrá conocer las atrocidades del castrismo. Un nuevo canto cortará entonces la brisa y una nueva esperanza será presentada sin temor a ese pueblo que por más de medio siglo ha sido oprimido e ignorado, por todos los medios de forma masiva, sin censuras. Y esa esperanza es Jesús…
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Oscar