miércoles, 1 de julio de 2015

Y seguimos creciendo hermanos

Por Dr. Óscar J. Fernández
Hace unos años esta frase llegó a sonar sarcástica, en el Sur de la Florida. Se trataba de un popular tele-evangelista que usaba esta especie de promoción para colectar dinero para “sus ministerios”. Su carrera terminó súbitamente cuando la prensa expuso algunos actos de corrupción y malversación de fondos.
Pero la enseñanza que yo saco de este triste caso va mucho más lejos. Y tiene que ver con la falsedad de los números. ¿Cómo medimos la efectividad y sanidad de un ministerio?  ¿Por la cantidad de vidas transformadas o por la asistencia a un culto? ¿Por la cantidad de vidas que están creciendo y fortaleciendo su andar con el Señor o por la cantidad de personas que asisten a una actividad? ¿Por la cantidad y madurez de nuevos líderes o por la asistencia a la Escuela Dominical?
No vaya a confundir mis palabras. No estoy en contra de que un Ministerio pueda crecer numéricamente, estoy en contra de que este sea el parámetro de medición que se utilice. Y estoy en contra porque los seres humanos solemos olvidar que la iglesia y sus Ministerios son Obra de Dios (es God’s business). Y Dios tiene Su manera peculiar de obrar, que en nada se parece a la nuestra.
De manera que cuando alguien con buena o mala fe le pregunte: ¿Y han crecido? Refiriéndose a su iglesia o Ministerio, aludiendo a la cantidad de personas que pueden estar asistiendo, esa persona está, nada más y nada menos que enjuiciando a Dios y a Su obrar en Su iglesia, claro está si nos estamos hablando de una iglesia cristiana.
Así que no se sienta apenado o apenada ni se deprima sin usted y los demás están haciendo la labor que Dios les ha encomendado y la asistencia no es lo que usted desea. Hay veces en las que el crecimiento es lento y hay otras en las que es explosivo. Yo he tenido el honor de servir como pastor en ambos escenarios y la magnitud y el alcance eterno de nuestra labor, solo Dios la puede cuantificar.
1 Corintios 3:6-7 es la mejor respuesta que le podemos dar a aquellos que ponen en duda el obrar de Dios en el Ministerio en el que usted se ocupa: 6  “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. 7  Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”.
De modo que aquellos que traten de medir su trabajo en la obra de Dios mediante números,  en realidad en su interior se creen ser algo, sin prestar atención a que: ni el que planta (es decir, inicia la obra) ni el que riega (el que trabaja después que un ministerio fue establecido) es ALGO, sino DIOS y es Él, quien da el crecimiento.
Es posible que alguien pueda llenar un salón de personas, pero si no ha sido Dios, se desbaratará como pompas de jabón y el crecimiento espiritual será mínimo. Cuando quiera ejemplos de cómo obrar en el Ministerio, lea el libro de Hechos y lea las cartas de Pablo, en especial 1y 2 de Corintios.
Así que ocúpese de su crecimiento espiritual y del crecimiento espiritual de sus hermanos, en el lugar que Dios le ha puesto a servir, sí dije SERVIR. A eso es que nos llama Dios, no a pretender ser dueños para hacer lo que nos gusta o lo que nos da la gana, para sentirnos importantes o para que la gente nos respete. La iglesia pertenece a Cristo, porque Él la compró con Su sangre.

El apóstol Juan en 1 Juan establece una diferencia muy clara: aquellos que se ocupan en el crecimiento espiritual y en el servicio a los hermanos son DE CRISTO. Y aquellos otros que solo se ocupan en criticar a los demás, en buscar defectos, y en entorpecer la Obra de Dios, aunque suena feo, el apóstol Juan les llama: ANTICRISTOS. Así que nunca ceda a la tentación de criticar a otros  en el Ministerio ni de intentar medir a Dios por la asistencia en Su Ministerio o en el de otros. Dios es el que da el crecimiento y Él lo hace a Su manera, y en Su tiempo, no a la nuestra, ya que entre otras cosas, Dios mira y conoce nuestros corazones y establece los tiempos.

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Oscar