sábado, 19 de diciembre de 2015

¿Lo viste?

Por Dr. Oscar J. Ferrnandez

¿Alguna vez ha ido a algún concierto y ha querido estar cerca del escenario para poder ver al artista y de ser posible estrechar su mano o pedirle un autógrafo? Es un sentimiento raro, una especie de necesidad que uno siente. Generalmente los asientos cercanos al escenario cuestan una fortuna, yo no me puedo ni acercar a esos sitios, a no ser que sea en la iglesia donde son gratis. Lo mismo ocurre con las personas famosas en cualquier esfera de las artes o las ciencias en cualquier lugar que se encuentren.
 
Recuerdo en mis días de estudiante universitario, haber tenido la oportunidad de ver, saludar y conversar brevemente con algunos escritores famosos como Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, Lezama Lima, Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar, Laura Allende, Alejo Carpentier y muchos otros que nos impartieron conferencias y cursos de literatura hispanoamericana y de crítica literaria.

  En mi carrera profesional también he tenido el privilegio de saludar y conversar brevemente con personas y escritores famosos como Max Lucado, Tony Evans, Rick Warren, y Chuck Norris entre muchos otros. Por lo general, en estas ocasiones mis amigos siempre me han preguntado: ¿Lo viste? Y claro está que no se referían solo a si yo había captado la imagen con la vista, sino que ellos querían saber si yo había  podido tener algún tipo de contacto personal con el personaje en cuestión.

  Este no era el caso de Simeón. Se nos dice muy poco de él. Solo sabemos que era un hombre piadoso que esperaba la venida del Ungido de Jehová, del Mesías prometido. No había muchas personas que estuvieran esperando al Mesías prometido en aquellos días. Habían pasado muchos cientos de años y nada había sucedido. Ya no había profeta en Israel y era como si Dios se hubiera apartado de Su pueblo. Pero Dios nunca se aparta de nosotros. Somos los seres humanos los que nos apartamos de Él. Simeón anhelaba, más que algunas otra cosa en la vida, poder contemplar al Mesías antes de morir. ¿Se imagina la emoción que debe haber sentido al poder tener en sus brazos al Niño Mesías Dios? Observe como Lucas describe ese esperado y anhelado encuentro: “Porque han visto mis ojos tu salvación”… Lucas 2:30

  Pudiéramos especular mucho. Pero el mensaje de Dios fue claro. Él no había olvidado su promesa. Él cumplió lo prometido y hoy día sigue cumpliendo sus promesas. La Navidad es un buen tiempo para recordar esta gran verdad, Dios nunca olvida Sus promesas

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Oscar