sábado, 26 de febrero de 2011

Adoremos a Dios, Éxodo 24:1-31, I Parte

Adoremos a Dios aunque el lugar no sea perfecto, Éxodo 24: 1-8

Leemos en la Biblia:

“Dijo Jehová a Moisés: Sube ante Jehová, tú, y Aarón, Nadab, y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos. Pero Moisés solo se acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él.
Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas”.


En este tiempo, el pueblo de Israel no tenía un lugar específico que sirviera para adorar a Dios y para ofrecerle sacrificios. No debemos de perder de vista el carácter nómade del pueblo en esta etapa. Se encontraban en el desierto camino a la Tierra Prometida. Pronto ellos recibirían instrucciones detalladas de cómo debían construir el Tabernáculo, que sería una especie de santuario móvil, pero en este momento en el que estamos, no había nada ni siquiera parecido.

De igual manera, aunque Aarón era reconocido en todo Israel por tener y ejercer funciones sacerdotales, en realidad no había sido ungido ni ordenado para esa función especial en el pueblo ni tenía algún tipo de vestidura especial. Si busca en Éxodo capítulos 28 y 29 encontrará las instrucciones de Dios a Moisés en lo relativo a las vestiduras y la ordenación de Aarón como Sumo Sacerdote y de sus hijos como sacerdotes del Dios Altísimo. De manera que en este momento histórico el pueblo de Israel no tenía un santuario ni tenía establecido un sistema sacerdotal para adorar a Jehová.

Tenga presente que Israel había sido redimido por Dios para ser un pueblo que lo adorara a Él de la manera adecuada. Dios le daría instrucciones muy precisas a Moisés para que tuvieran un lugar para adorarlo y tener sacerdotes ordenados y separados especialmente para ocuparse de las funciones sacerdotales. Sin embargo, ellos no podían dejar de adorarlo hasta que estuvieran creadas todas las condiciones de manera perfecta. De manera que ellos tenían que comenzar a adorar a Dios con las condiciones que tenían lo más importante era la disposición de sus corazones.

Entonces Moisés con Aarón, Nadab, Abiú y setenta ancianos de Israel se acercaron al Monte Sinaí para presentarse ante Dios. Al hacer esto, ellos estaban llamando la atención del pueblo de Israel hacia Dios. Según vemos en Éxodo 24:3, Moisés contó al pueblo las palabras de Jehová y todas las leyes y entonces el pueblo, en un acto de adoración a su creador respondió: “Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho”. Cuenta la Escritura que al día siguiente Moisés se levantó y: “edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. Este fue un lugar provisional para adorar a Dios, hasta que el Tabernáculo pudiera ser construido. A continuación un grupo de hombres jóvenes sirvieron como sacerdotes temporales, dice: “Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová”.

Si observamos la escena, nos percatamos que todos los elementos para la adoración estaban presentes allí. Dios como el centro del culto, un grupo de líderes reconocidos, la proclamación de la Palabra de Dios, la participación del pueblo de Dios, un lugar provisional para la adoración y un sacerdocio temporal. Indudablemente que no se puede comparar esto con la majestuosidad del Tabernáculo y de Aarón y sus hijos con sus vestiduras sacerdotales luego de haber sido ungidos y ordenados sacerdotes del Dios Altísimo. Sin embargo, la simplicidad y humildad no debe quitarnos la imagen real de que este fue también un acto real de adoración que complacía a Dios.

En ocasiones solemos pensar que la adoración no se puede celebrar hasta que las cosas son perfectas. Si la iglesia no tiene un pastor, o si no tiene un templo en el que puedan reunirse, si no tiene un buen líder de música, hay personas que piensan que en esas condiciones no se puede reverenciar ni adorar a Dios. Por lo general, el problema es que los seres humanos cometen el grave error de considerar que Dios mira las cosas, como ellos las miran. Déjeme llamarle la atención en este sentido: Dios no tiene ojos humanos. Dios no está hecho a nuestra semejanza, nosotros fuimos hechos a SU SEMEJANZA, y aunque esto parece lo mismo, no es igual. Los seres humanos miramos a lo exterior, nos preocupamos mucho por las apariencias y el qué dirán. Los seres humanos pueden dar la apariencia externa de “consagración y religiosidad” y por dentro ser verdaderos “demonios” llenos de maldad, envidia, chismes, maquinaciones, aspiraciones egoístas, deseos de grandeza y ansias por sobresalir y controlar. Por eso, no importa lo que se haga, sino cómo se hace, pues Dios mira al corazón de los hombres y no las cosas externas.

Lo importante no es el aspecto del lugar en el que nos reunimos a adorar a Dios, sino la disposición de los corazones de los que vienen a adorar a Dios. Sírvanos este pasaje del Éxodo como una llamada de alerta que nos haga pensar y meditar a cada uno, para que podamos llegar a descubrir la motivación verdadera que hay en nosotros cuando venimos a adorar a Dios. Es mi oración que cada uno de nosotros pueda venir, simplemente, a dorarle en ESPÍRITU Y EN VERDAD.

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Oscar