F. Sherwood Rowland acaba de morir a la edad de 84 años. No voy a hacer su panegírico, en verdad, ni siquiera sé si fue creyente. Tal vez muchos de ustedes ni siquiera sepan de quien se trata. Sin embargo, la noticia de su muerte me hizo reflexionar en la importancia de aferrarnos a nuestras convicciones aunque el mundo entero se oponga. Martin Luther King Jr es otro ejemplo muy digno de lo que digo.
A principios de la década de los setenta F Sherwood Roland que era químico comenzó a observar los efectos que producía una sustancia llamada “cloroflurocarbono” que es un componente que se usaba en el aerosol que se empleaba desde los desodorantes hasta los refrigeradores.
En el año 1974 Dr. Rowland junto con un Hispano llamado Mario Molina mostraron al mundo que la tan usada sustancia química, estaba destruyendo la delgada capa de ozono que envuelve a la tierra protegiéndola de los peligrosos y mortales rayos ultravioleta.
Fue un trabajo monumental y este par de hombres hicieron un aporte a la humanidad de proporciones inmensurables. Algunos han llegado a calificar este descubrimiento diciendo que salvó la existencia en la tierra.
Era de esperarse la que humanidad congratulara con bombos y platillos a esta pareja de científicos que por meses trabajaron durante día y noche para comprobar su teoría. Pero el resultado fue exactamente lo opuesto. Estaban muchos millones de dólares en juego, por lo que la industria química y farmacéutica arremetió en contra de ellos usando todas las armas científicas disponibles e inventando otras para ridiculizar, opacar y desacreditar a Rowland y Molina.
Las cosas llegaron al punto en el que cualquiera hubiera “lanzado la toalla” para detener el combate. Pero ellos siguieron firmes, convencidos de su verdad. En lugar de desmayar, recrudecieron sus pruebas e investigaciones que siempre daban el mismo resultado, comenzado entonces a alerta al público del peligro que estaba corriendo la tierra a causa del descuido y el desinterés de la industria química mundial por la salud y el bienestar de la gente y por la falta de acción de los gobiernos en el mundo.
No fue hasta el año 1985, cuando un grupo de investigadores ingleses descubrieron un hoyo sobre la Antártida que no le quedó otro remedio a las naciones del mundo que reconocer el problema y tomar medidas, estableciendo la prohibición del uso de esa sustancia química.
En 1995 Rowland, Molina y otro investigador que trabajó con ellos recibieron el Premio Nobel de Química por su aporte a la humanidad con su investigación. Pero no recibieron premio por un aporte que es aún mayor: Su ejemplo de luchar por la verdad sin desmayar, aunque el mundo entero estuviera en contra.
Martin Luther King Jr luchó sin descanso hasta llegar a ser asesinado por lograr, en el Sur de los Estados Unidos de América, nada más y nada menos que en la década de los sesenta, para que terminara la segregación racial existente y para que los negros y los blancos tuvieran iguales derechos civiles.
Al leer sobre estos y otros hombres que enfrentaron hasta la muerte, por defender lo que consideraron justo y lo que era su verdad, no puedo menos que preguntarme: ¿Y cómo estamos actuando los cristianos con nuestra verdad en esta sociedad postmodernista que nos ha tocado vivir y que se opone a nuestra fe?
Siempre ha sido más fácil nadar a favor de la corriente que en contra de ella, pero no fuimos llamados para estar a bien con el mundo. Las enseñanzas de Jesús son claras. Su vida es un vivo ejemplo de lo que debemos hacer y de cómo debemos comportarnos. Sus enseñanzas son nuestra brújula y nuestra guía para gritar la verdad del evangelio y luchar por ella.
Enfrentamos y enfrentaremos oposición, esa es una característica histórica. Pero debemos seguir adelante a pesar de las oposiciones y los ataques de los enemigos de la fe. Al final, no vamos a recibir un Premio Nobel, vamos a recibir algo mayor e incontaminable: ¡La vida eterna!
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Oscar