Después de muchos años de haber ignorado el llamado al
ministerio y después de desarrollar y seguir una carrera profesional secular,
nuevamente sentí el llamado al ministerio en la ciudad de Alburquerque, en New
Mexico, hace más de treinta años. Esta vez me encontraba realmente en el fondo
del pozo y sin muchas posibilidades, a lo menos en mi mente. Por lo que decidí
dejar de luchar con Dios y rendirme a Su llamado, sin tener ni una ligera idea
de lo que esto pudiera significar para mí en ese momento.
El pastor de la iglesia a la que me uní fue mi primer mentor,
y una de las primeras cosas que hice con él fue visitar la cárcel y los
hospitales. Luego serví como capellán en el Hospital de la UNM (University of
New Mexico), por lo que visitar la Unidad de Cuidados Intensivos (ICU) de ese y
otros hospitales de la ciudad, y orar por hermanos y hermanas que estaban
atravesando momentos difíciles, era parte de mi labor diaria, así como visitar
y presentar el evangelio a muchos prisioneros pues también servía como capellán
voluntario en el Bernalillo County Detention Center de la ciudad de Albuquerque
en New Mexico.
De esas visitas a la Unidad de Cuidados Intensivos (ICU) del
UNM Hospital tengo muchas experiencias y recuerdos. En ocasiones vi el poder de
Dios derramándose sobre Sus hijos. Vi a personas, casi a punto de abandonar
este mundo, reconciliándose con Dios. También recuerdo con dolor a personas que
se revelaban contra Él estando virtualmente en las mismas puertas de la
condenación, otros estaban muy muy enfadados por estar enfermos. Sin embargo, también
vi a muchos cristianos, que tenían una sonrisa en los labios y de sus gargantas
apagadas brotaba entrecortado un cántico mientras esperaban la muerte, con la
seguridad de que pronto iban a encontrase con su Salvador.
Sin embargo, yo nunca había estado ingresado en una Unidad
de Cuidados Intensivos (ICU), como paciente. Hace unos años, sin nunca en mi
vida haber sentido algún síntoma, me diagnosticaron un bloqueo total en las
arterias del corazón y me tuve que someter a una operación para realizarme un
quíntuple baipás.
Para mí ese es un recuerdo agridulce, si es que se puede
usar esta palabra. Luego de permanecer por más de siete horas en el salón de
operaciones, abrí los ojos en una habitación de la Unidad de Cuidados
Intensivos (ICU) de un Hospital Cardiovascular de Nashville en Tennessee. Tengo
que reconocer que para mí fue muy impresionante ver los tubos, los monitores, las
agujas insertadas en mis venas, la máscara con un tubo de oxígeno y mil cosas
más que hacían casi imposible que yo pudiera realizar cualquier clase de movimiento,
y esto sin mencionar el tremendo dolor que sentía en el pecho que apenas me
dejaba respirar, ya que mi esternón había sido cortado por la mitad para darle
acceso a los cirujanos a mi corazón. Esta es la parte agria.
Por otro lado, la experiencia de sentir la protección y el
cuidado de Dios es algo muy dulce e indescriptible. Recuerdo haber visto,
todavía bajo los efectos de la anestesia, el rostro de una de mis amigas más
queridas junto a la esposa de mi hijo. Esa fue para mí una experiencia casi surrealista,
supuestamente, nadie podía entrar en aquella habitación, pero allí estaban
ellas.
Al día siguiente pude conocer que muchos hermanos y hermanas
habían estado orando, durante el tiempo que duró la cirugía pidiendo a Dios que
dirigiera la mano de los cirujanos. También fue muy emocionante escuchar que
muchos hermanos y hermanas, habían estado junto a mis familiares en la sala de
espera del hospital durante todas las horas que duró la operación y la fase de
recuperación hasta que llegué a la Unidad de Cuidados Intensivos (ICU). En mi
vida he tenido muchas experiencias de todo tipo, pero esta aventura fue una
experiencia realmente inolvidable, desde el punto de vista espiritual.
Sentir el poder de la oración intercesora de muchos hermanos
y hermanas unidos en oración, con un mismo clamor, a pesar de que algunos se encontraban
a muchos cientos de millas de distancia, no es algo que se experimente todos
los días. Por lo general, no nos ponemos a reflexionar en la importancia y la
diferencia que existe entre hacer algo por otras personas, y la bendición de
recibir, lo que otras personas hacen por nosotros cuando estamos necesitados.
Realmente es necesario que reflexionemos en el enorme
impacto que tiene para el reino de Dios que nosotros seamos los mensajeros y
voceros de Su amor y cuidado, cuando alguien se encuentre atravesando un
momento difícil. Vivimos en un mundo en el que el dolor y la tristeza son algo
cotidiano, pero a la vez, la gente por lo general, cada día se muestra más
indiferente, parece como si nadie se preocupara por sus semejantes. Y tal vez
esta sea una oportunidad sin igual, para que la iglesia muestre al mundo el
amor de Jesucristo.
Yo solo estuve internado 24 horas en la Unidad de Cuidados
Intensivos, pero esas horas me parecieron interminables. Esa no era parte de mi
rutina diaria como capellán. En este
momento era yo el que estaba acostado en una cama en la ICU con una enfermera
sentada al lado. En aquellas horas vinieron a mi mente los recuerdos de muchas
personas que tuvieron que permanecer en la sala de ICU por muchos días y de
nuevo recordaba las diferentes actitudes de algunos de ellos. En los momentos difíciles,
Dios nos da la oportunidad de testificar de Él. ¿No es hermoso poder cantar con
la mente y sentir el poder del Espíritu Santo obrando en nosotros? ¿Qué puede
existir que nos dé temor? Si Dios es con nosotros, ¿quién contra nosotros?
Hoy día, todos estamos viviendo tiempos difíciles en todo el
mundo. Tengo un hermano en Cristo que acaba de pasar tres semanas ingresado en
la sala de Cuidados Intensivos del hospital sufriendo del COVID-19. Por muchos
días se temió por su vida y su esposa y familiares pidieron oraciones para que
Dios hiciera un milagro. Una persona tuvo la iniciativa de crear una página en
FB para mantenernos informados del estado del paciente y para compartir motivos
específicos de oración por el enfermo, versículos bíblicos e himnos de alabanza.
Ha sido muy inspirador ver al pueblo de Dios unirse con un propósito tan
sublime. Más de tres mil personas se han suscrito a esa página. Según he podido
conocer, las muestras de amor cristiano que le han mostrado a la esposa y a los
hijos de este hermano son verdaderamente impresionantes. Muchos desconocidos
para la familia han estado orando fielmente por muchos días.
Hace ya más de un mes que mi amigo fue dado de alta del
hospital, algunos de los médicos aún no logran explicarse cómo fue posible que
el paciente se recuperara, pues se trataba de un caso muy grave del COVID-19. Algunos
no creyentes, se resisten a reconocer el poder de Dios obrando en la vida de Sus
hijos.
En tiempos como los que estamos viviendo, en los que en las
mañanas las noticias solo nos traen informaciones tristes y alarmantes, tenemos
que reconocer que a nuestro alrededor hay mucho dolor, tristeza, frustración y
desesperación. Muchas personas en nuestras comunidades andan como ovejas sin
pastor. Y el pueblo de Dios tiene el mensaje de amor y esperanza que este mundo
necesita. Pero tristemente, hay algunos que guardan ese mensaje como un secreto
de Estado.
Justo ahora se hace más imperativo el mandato de nuestro
Señor de ir a hacer discípulos en todas las naciones. Tenemos una fe y un
mensaje que compartir, tenemos un arma de incalculable valor: la oración. Y
tenemos el mandato del Señor de ir. Y hoy, como nunca, el campo misionero está
en nuestro vecindario. No tenemos que tomar un avión o un barco para entrar en
contacto con personas de otras culturas, ya que ahora son nuestros vecinos.
Quiero alzar mi voz para llamar al pueblo de Dios para que mostremos
con nuestras acciones la fe que sustentamos y el amor de Cristo que sobrepasa a
cualquier cosa. Tal vez sintamos temor, a lo mejor nos dé pena hacerlo, pero como
dice el himno: “tenemos la seguridad de que no seremos zarandeados”. Sin
importar donde estemos, ni la situación que podamos estar enfrentado. Es la hora
de dar un paso al frente y de mostrarle al mundo el amor de Dios. Una vez más, Iglesia
ahora es el momento de que la Iglesia sea la iglesia que Cristo compró con Su
sangre...
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Oscar